CONTROL EN LA ENTRADA DEL LIDL, DESCONTROL EN LA CAJA

En el primer día de estado de alarma no todos han sabido comportarse.

Un ejemplo de ello es el supermercado de Lidl, en Playa Honda. Al llegar, hay una cola de clientes separados entre sí respetando la distancia de seguridad, salvo excepciones. Están los que no son conscientes de que todas las medidas tomadas, con un coste bárbaro para todos, se deben a la intención de frenar la propagación de un virus altamente contagioso. Ni cortos ni perezosos, dos o tres se juntan y se ponen a hablar entre ellos de forma alegre y sin guardar la distancia, como si estuvieran allí en un día normal.

A la llamada del Policía para entrar, para reponer al cliente que acaba de salir, quieren algunos entrar juntos, olvidándose de que es obligatorio ir de forma individual, sin compañía alguna, salvo que se trate de personas con minusvalías. Algunos hasta discuten con el policía que intenta no crear conflictos pero que impone las normas.

Dentro, el número de clientes se mueve sin problemas, con libertad, y con separación entre ellos, para recoger sus mercancías. Pero el problema se agrava al llegar a la caja, a pesar de que apenas hay unas dos o tres personas en cada cola. Pero aquí aparecen los y las maleducado/as que se olvidan de todo y no respetan ni tan siquiera la distancia de un metro, y se cuelan, incluso, entre el carro del cliente que les precede. Todavía es peor al llegar a la dependienta, a la que ni siquiera le garantizan la separación de un metro, a pesar de que es la que está expuesta durante todo el día ante desconocidos. Llegan, al coger los productos de las manos de los clientes, a tener contacto físico incluso. Está claro que son “carne de cañón” desde que la situación se agrave un poco más. No se explica que salud laboral, con la mayoría de los negocios cerrados, no garantice la salubridad del lugar de trabajo de estos y estas héroes que juegan un papel fundamental en estas semanas de estado de alarma.