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101 aniversario del nacimiento de Juan Brito

Mi padre era un contador de historias. Lo supe el día en que llegó una pareja de peninsulares al taller de cerámica donde trabajaba en Los Cocoteros (Guatiza). Ese día yo lo acompañaba mientras “levantaba” una de sus figuras de La Mitología de la Princesa Ico. Aquella pareja llegó allí porque le habían hablado de un señor que conocía Lanzarote mejor que nadie, y en ese encuentro se creó un ambiente íntimo. Al mismo tiempo que mi padre iba dando forma a la figura, lo iba haciendo también con la isla, y cada gesto con la mano en el barro era acompañado con un recuerdo. Así, horas después, aquella pareja de visitantes sabía más de Lanzarote que la mayoría de los conejeros.

Cuando ya nos despedíamos, la mujer se acercó y se agachó para decirme en voz baja y emocionada: Tu padre es un artista.

Miré a mi padre mientras se sacudía el barro de sus manos en el delantal con el que trabajaba para poder despedir a sus invitados, y me llené de orgullo.

Esta situación se repitió infinidad de veces y en muchos lugares: En el salón de mi casa, en encuentros casuales mientras paseábamos por Arrecife, en presentaciones de algunos de sus libros, o en charlas en las que él era el invitado. En todos esos momentos se recreaba lo vivido en el taller de cerámica. Mi padre iba dando forma a la Isla: su origen volcánico, su primeros habitantes, la historia de La Mitología de la Princesa Ico y de cada uno de sus protagonistas (Fayna, Zonzamas, Uga, Famara….), la conquista, los ataques piratas, el comercio de la orchilla, los nombres de sus montañas, la forma especial en la que los conejeros desarrollaron la agricultura, su música y su baile, los aperos del campo, el trabajo de los camellos y al mejor camellero, Don Hilario. También  aquellos oficios que sacaron a Lanzarote de su pobreza como las tejedoras, las vendimiadoras, salineras, cabuqueros, cortadores de palma que servían luego para hacer cestas, las alfareras y su maestra Doña Dorotea, y tantas y tantas cosas que sabía.

Supe que mi padre se había convertido en la memoria de Lanzarote pero también supe, con la misma seguridad, que Lanzarote era su razón de ser, su memoria. No se podían entender el uno sin la otra.

Este jueves, día 10 de diciembre, se cumplirán 101 años de su nacimiento. Mientras escribo esto me imagino a mi padre en su taller de cerámica, sacudiéndose las manos en su delantal para quitarse el barro y poder dar la bienvenida al siguiente visitante que iba a enamorarse, irremediablemente, de Lanzarote.

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