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Buenas personas (I)

 

“Claro que hay buenas personas en Lanzarote. Claro que las hay”,  le contesto totalmente convencido a la veinteañera que tengo como benjamina en mi casa. “Claro que las hay”, repito, sin saber exactamente qué propósito tiene ella obligándome a contestarle.

Entonces, ¿por qué no haces un artículo destacando a esas personas y no criticando a las malas personas, a los malos políticos, a todos esos que están en el lugar equivocado con malas intenciones?

Su madre me repite hasta la extenuación que mi hija es tan cabezota como yo. Que es difícil pararla cuando enfila la proa a un objetivo, salvo que sea muy evidente que está equivocada. Así que no entro en discusiones y me tiro a la piscina, y de cabeza.

No creo que tenga ningún problema en hacer un artículo de buenas personas que conozco. Que son, por encima de todo, buenas personas. Que son capaces de dejar sus propios intereses para auxiliar al más necesitado en ese momento. Que dedican su tiempo a otras personas con el propósito de hacer el bien. Sin más. Y que esto no tiene nada que ver con la profesión, con su formación, con su procedencia o con su estatus. Simplemente tiene que ver con sus arraigados principios, con su inquebrantable humanitarismo y solidaridad. Las hay. En plural, las hay. Hay buena gente en esta isla. Claro que la hay mala y claro que hay personas que no son malas, la inmensa mayoría. Pero después hay buenas personas, con las que sientes que harían cualquier cosa por ayudar y que nunca harían nada para beneficiarse perjudicando a los demás.

Me gustaría verlo y que hubiera, al menos una docena, no uno, amigo tuyo personal exclusivamente.

Estás equivocada. No necesariamente las buenas personas son los mejores amigos. Porque los amigos acaban siendo los que más afinidades tienen contigo y, posiblemente, si son buenos amigos, darían su vida por salvar la tuya. Pero solo las de sus amigos. Las buenas personas, en cambio, quieren salvar a todo el mundo, quieren ayudar a todo el mundo, sufren el dolor ajeno como propio y no quieren engañar a nadie para irse después de copas a celebrarlo con su núcleo más íntimo. Las malas personas o las personas que no son malas quieren lo mejor para sus hijos, para ellos, para sus amigos. Pero no para todo el mundo. Y aquí aparece la buena persona. Es la que sufriría más que la víctima si roba algo a alguien. La que lo pasa mal si ella acaba el trabajo y su compañero no ha acabado, la que no se pone de baja porque está pensando en la carga laboral que le traspasa a sus compañeros. La que rechaza una subida salarial si no es lineal con el resto del personal. La que no permite que sus hijos maltraten a los demás niños ni vayan con aires de superioridad. Ser buena persona es muchísimo más exigente que no ser mala persona. Y, a veces, está incluso peor visto que ser mala persona.    

Bueno, bueno, el discursito de siempre, pero no te comprometes. Vale, papá, corto y cierro.

¡Qué dices! Me comprometo al cien por cien. Totalmente. Y no una docena, te voy hablar a ti, y a quien quiera leerlo, no de una docena de personas de esta isla que considero buenas personas, sino de quince hombres y mujeres de esta tierra que salen a la calle todos los días con el propósito de vivir y ayudar a vivir al prójimo dentro de sus posibilidades. Y lo hacen con naturalidad, sin buscar recompensa ni mérito para ser reconocidos con la medallita del pueblo o con la palmadita en la espalda del mandamás de turno. Y lo voy hacer, además, porque quiero demostrarte que las hay y que se puede ser, sin necesidad de tener más de lo que ya tiene cualquier persona en este momento. Y, además, me voy a comprometer a que sean personas que siguen vivas, para que no me digas que de los muertos todo el mundo habla bien.

La chica me miró entre sorprendida e incrédula, me dio un beso en la mejilla y me dejó a mí aquí con esta vaina. Lo que no haga uno por un hijo o una hija no lo hace por nadie. Y eso, como ya dije, puede tener que ver algo con intentar ser un buen padre pero nada con ser buena persona.

Comenzamos y que Dios nos coja confesados. Mañana la primera tanda.

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