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Para el pueblo pero sin el pueblo

No hay que negarle las buenas intenciones de la presidenta del Cabildo a la hora de organizar un reconocimiento a la sociedad de Lanzarote por el sacrificio que significó afrontar la pandemia del SARS COV-2 y de los efectos de la COVID-19. No hay que hacerlo ni lo hacemos. En cambio, si es muy criticable la organización del acto desde el principio al final.

 En primer lugar, no entiendo qué les pasa a los miembros de esta administración presidida por María Dolores Corujo que, a la menor oportunidad, salen corriendo del Cabildo para meterse en Los Jameos del Agua. Parece que estuviéramos todavía en los tiempos de los piratas que asolaban la isla siglos atrás que, cuando eran avistados, la población de la isla corría hacía las cuevas naturales del norte de la isla a esconderse de los invasores. Los actos en Jameos se han convertido en lo ordinario, tanto que hasta el propio debate del Estado de la Isla se llevó a semejante “marco incomparable” (Francisco José navarro, dixit), tan cerca del dios Manrique como alejado del pueblo. Se viven estas correrías a Jameos del Agua como la voluntad de estos gobernantes de embadurnarse de un elitismo que ni les corresponde por ideología ni por procedencia social, pero que parece que buscan con tanto desatino como ningún disimulo.

Sorprende que los socialistas hayan preferido encerrarse en el auditorio de los Jameos con unos centenares de hombres y mujeres vestidos de gala, con una ristra de medallas los uniformados y con sonrisa de oreja a oreja los políticos que abrir el acto a celadores, enfermeras, cajeras, transportistas, agentes de la Guardia Civil, las policías locales y policías, miembros de ONGs, periodistas, protección civil, agricultores y ganaderos, entre otros. Sorprende que prefieran darles el “trofeo del bien” a los jefes de cada sector, en lugar de a la cajera, al transportista, a la enfermera o al agricultor que dejaba todos los días  a sus hijos solos en casa para afrontar su obligada tarea, cuando los demás estaban en casa esperando que pasara el chaparrón vírico. Me sorprende que en lugar de buscar el regocijo y la emoción de todas esas personas, miles de lanzaroteños y lanzaroteñas convertidas en héroes por exigencias del momento, se conformen con fotografiarse vestidas y pintadas para la ocasión con los popes de siempre que nadie vimos en la calle (sí en sus despachos) durante la pandemia, con la mitad del auditorio vacío. No pueden ser tan clasistas. ¿Pero no nos ha cambiado nada la pandemia?

No culpo de esto a la presidenta, aunque, obviamente, por alcance, es la responsable. Sino a todos esos asesores de patraña que no son capaces de empatizar con una realidad tan cruda y se conforman con organizar un acto al uso como si se tratara de la entrega de los trofeos de la liga de fútbol. No se trataba de una fiesta, no cabe una fiesta donde hubo muertos, dolor, miedo, trastornos psicológicos, pobreza galopante y enfermedad y más enfermedad. Si no entienden eso, no entienden nada.

Aquí se trataba de hacer un acto popular, de confraternización entre quienes arriesgaron su vida (sí su vida, no solo su puesto de trabajo y demás) y quienes se quedaron en su casa en contra de su voluntad para luchar contra el bicho. Una confraternización entre quienes eras luchadores activos y se exponían al virus, y quienes en la retaguardia vivían con miedo y preocupación el encierro domiciliario para evitar la propagación y aumentar el trabajo de los otros. Se trataba de un acto multitudinario, donde también caben, por supuesto, la ministra, el consejero de Sanidad, los de la ristra de medallas, y los de la sonrisa bobalicona que producen 14 pagas y un cargo en el ayuntamiento, cabildo, parlamento o similar.  Se trataba de que la gente se reconociera y compartiera experiencias la cajera, o el cajero (no el automático) con el agente de la UME, o el médico con el transportista, o el celador con la política, o el periodista con la enfermera, o el de protección civil con la gente que llevaban de un lado para otro. Eso tan sencillo y complejo a la vez, que consiste en que nos reconozcamos como sociedad. Que interioricemos que todos somos útiles, necesarios, que una sociedad se construye así con puñito del saber que tenemos todos y cada uno. Quizás con un acto así, no solo estemos celebrando el salir de dos años negros sino abriendo una puerta a la esperanza, al compromiso social de todos. Quizás así rentabilicemos una experiencia tan dura y empecemos a vernos los unos a los otros de otra manera. Como partes de un todo, como un puzzle donde todas las piezas son necesarias para brillar felices.

A lo mejor estoy equivocado y lo bonito es meterse en los Jameos con la élite de la isla. A exponernos y aplaudirnos los unos a los otros, con buenos modales y alejados del ruido incesante que hay donde el bullicio popular toma partido. Quizás sea así. Pero a mí me sigue emocionando más el trato afectuoso de la cajera del supermercado, al tiempo que veo que todavía tiene sus ojos humedecidos por tener que dejar a su hija en su casa, mientras ella reza para no infectarse. Estaré equivocado, pero no soy capaz de entender la política sin la gente, sin mi gente, sin todos ellos y ellas. No hay futuro sin el pueblo. Aquello de todo para el pueblo pero sin el pueblo, tan propio del periodo de la ilustración, hace muchos años que debió quedar atrás. 

Y no tengan miedo, quienes van por la calle no son piratas que vienen a arrebatarles sus cargos y privilegios. Son simplemente ciudadanos, el pueblo, donde se dice que radica la soberanía. Y quienes les eligen, aunque ya no organicen para ellos y con ellos ni mítines durante las campañas electorales.

Comentarios  

#2 Noemi 16-10-2022 23:53
Enhorabuena por el artículo, muy preciso, totalmente de acuerdo.
Contradictorio un partido socialista que por definición huye del capitalismo y debería estar más cerca dela clase obrera de codee tan poco con el pueblo y llegue a tener un comportamiento más próximo a la alta burguesía.
Sigo denunciando siempre el que todos estos señores y señoras, no pateen las calles, ni antes ni durante ni tras la pandemia, y que sean ellos los que ahora reparten los premios, a esas personas de los que ellos han estado tan lejos y en un sitio nada accesible al resto de los mortales, realmente triste, no se entiende y ofende
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#1 Federico 16-10-2022 10:16
Muy buen artículo D. Manuel, refleja el nivel de insolidaridad de estás supuestas elites con los que realmente estuvieron y están todos los días en primera línea, haciendo que esta sociedad funcione. Se aíslan y disfrutan de privilegios que si no fueran pagados con el dinero de todos, a título individual no tienen cartera para ello, es un abuso de su condición de dirigentes, que parece que los hemos elegido para que vivan a cuerpo de rey y no para que estén a ras de tierra resolviendo los problemas de la población. Son una decepción y confunden cuál es su papel en esta sociedad.
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