Gracias no es suficiente
- Isabel Fernández. Sevilla
Nunca sabes lo que te puede deparar el destino, ni tampoco imaginas que la vida te pueda cambiar en un segundo, pero eso fue exactamente lo que nos pasó a Juan, mi marido, y a mí este verano. Nuestros cuatro días de vacaciones en Lanzarote se convirtieron en dos meses, y las toallas en la playa, en una cama de hospital.
Al día siguiente de llegar a la isla, mi marido ingresó en urgencias del Hospital Doctor José Molina Orosa, y aunque no viene aquí a cuento por qué, sí he de decir que su situación era muy complicada, temíamos por su vida. Pero por paradójico que parezca, tuvimos suerte, Juan acabó en manos del mejor equipo de profesionales que he conocido jamás: los doctores, enfermeros, auxiliares y celadores de la Unidad de Reanimación Postquirúrgica (REA). Podría nombrarlos, pero correría el riesgo de olvidar a alguien y no sería justo. Gracias a todos, a todos y cada uno de ellos, a su trabajo, dedicación, esfuerzo, profesionalidad, empatía… mi marido salvó el match ball de su vida, y a mí, sin saberlo, me devolvieron la mía.
Poco a poco (siempre poco a poco), Juan fue recuperándose y abandonó la REA para pasar a la planta de Cirugía y, una vez más, decir gracias no es suficiente, pero debo hacerlo. Gracias a todos por cuidarlo, ayudarlo a avanzar, apoyarlo incluso emocionalmente en una situación tan difícil.
Y gracias también por el respaldo, la comprensión y el ánimo a su madre, Berta, y mí. Desde que llegué a urgencias con Juan, sentí en primera persona el trato humano, cercano, cariñoso. Desde el personal de admisiones a la informadora que me acompañó a la sala de espera mientras mi marido entraba en quirófano, gracias por lograr que, en esos dos primeros días, no me sintiera sola.
Ahora, ya de vuelta en Sevilla, hay un comentario que se repite mucho: ‘¡No tendréis ganas de volver a Lanzarote en la vida!’. Pero sí, claro que las hay. En Lanzarote, mi marido volvió a nacer, la vida nos dio una segunda oportunidad y, sobre todo, dejamos buenos amigos, de los que te llegan al corazón y sabes que ya nunca podrás sacar de ahí.
Isabel Fernández
Sevilla