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La sanidad de Lanzarote, un auténtico desastre

 

La sanidad pública de Lanzarote se han convertido en los últimos años en un auténtico desastre en cuanto a la gestión. La culpa no la tienen los profesionales sanitarios, que están desbordados, sino la horrorosa organización y gestión del servicio público. Un servicio público que pagamos todos con nuestros impuestos y que nos decepciona constantemente.

Las listas de espera quirúrgicas y para algunas especialidades son desesperantes. Es tal el desastre organizativo por parte quien corresponda, que se llegan a dar casos curiosos como el que a algunos especialistas les lleguen pruebas diagnósticas caducadas. Incluso se llegan a dar casos de citas que se pierden. Por supuesto que no hay que olvidar las seis horas largas que se puede tirar uno en urgencias del hospital.

El Molina Orosa se va a ampliar. Es posible que dicha ampliación termine en vísperas de las elecciones venideras. ¿Pero de qué nos sirve una ampliación si no hay personal ni recursos tecnológicos propios? Es deplorable que la sanidad pública tenga que depender de las donaciones de D.Amancio Ortega, al que muestro mi mayor agradecimiento y admiración, y de conciertos privados para una resonancia magnética, por ejemplo. ¿Qué necesidad hay de esto? ¿Qué pasa con la gestión del dinero público? ¿Adónde va el dinero de los impuestos que nos asfixian?

¿Por qué se congestionan las urgencias del hospital? Sin ser uno experto en estas cuestiones, sino un humilde usuario, una de las respuestas es que se ha de reforzar la Atención Primaria, servicio injustamente olvidado. Los pocos profesionales de que disponen los consultorios dedican mucho tiempo a tareas burocráticas, que se podrían simplificar aprovechando las nuevas tecnologías. Se nos viene a la cabeza el tema de las bajas por ejemplo.

Hay que invertir más recursos en la Atención Primaria, que ha de considerarse la base de la sanidad, y mejorar la coordinación, ya que algunas veces parece que cada uno va a su aire y, cuando se produce esto, el sistema de salud se viene abajo.

Para salir del desastre, hace falta la profesionalización de los servicios públicos y su despolitización urgente, entre otros aspectos. Uno de los pilares de un estado de bienestar es la sanidad.

 

                                            

                                       

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