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Ya no habrá próximo mes, ni paseo en velero

No sé cuándo conocí a Pedro de Armas Sanginés personalmente.

Sé que tuve conocimiento de su existencia cuando se vinculó al proyecto político de Dimas Martín y sus amigos, los alcaldes de derecha de principios de los noventa. Él tenía 43 años y ya había hecho fortuna en el sector turístico, donde empezó gestionando un complejo de apartamentos de unos británicos y acabó siendo el propietario. Su aparición en la política de la mano de Dimas Martín y su explosiva forma de comunicar le granjeó la antipatía de los socialistas, que gobernaban en Tías y conocían su andar en sector turístico. Incluso algunos amigos míos trabajaron con él y me contaron mucho de su proceder.

Pedro de Armas  era un hombre de un carácter fuerte, un hombre decidido, emprendedor, que lo mismo te ofrecía un puñetazo que te daba un abrazo, o te contaba un chiste con la misma emoción que un niño. Y era, además, muy riguroso en su comportamiento profesional, no le gustaba dejar cabos sueltos, quizás por eso, pudo salir indemne a la cacería que se le sometió en la última parte de su vida política, después de las operaciones Unión y Jable, que se llevaron por delante a funcionarios de alto nivel y políticos amigos y compañeros de él como el alcalde de Yaiza, José Francisco Reyes.

Fue un defensor a ultranza de Dimas Martín en los inicios del PIL. Fue precisamente la figura del líder la que le llevó al insularismo y la que le permitió acabar de director de los Centros Turísticos cuando Dimas Martín fue presidente del Cabildo de Lanzarote. Ahí lloró como un niño pequeño, en antena, cuando Agustín Acosta le entrevistó minutos después de la muerte del artista universal de Lanzarote, en 1992. La ruptura del PIL, apenas dos años después de su creación, con un Honorio García Bravo que desplazaba a Dimas poniéndose al frente de  Sebastiana Perera, que era la nueva presidenta del Cabildo, le llevó a radicalizar más su posición de defensa de Dimas y se lanzó a las elecciones en 1995, en el segundo puesto de la lista que encabezaba Juan Carlos Becerra, y que fue la más votada. Pero Dimas volvió a moverse y al año de estar gobernando el Cabildo en un pacto con CC, que tenía al frente a Juan Ramírez y de segundo a Mario Pérez, se enfrentó a Becerra y se volvió a aliar con el PSOE para volver hacer a Enrique Pérez Parrilla presidente. El PIL se dividió en dos y los fieles a Dimas y los consejeros socialistas presentaron una moción de censura para desbancar a Becerra, que reaccionó dimitiendo y dejando de presidente a Pedro de Armas Sanginés. Que se mantuvo durante seis meses de presidente. En esta época conocí más y mejor a Pedro. Tuve cierto contacto con él y me habló de que tenía de asesor a Mario Alberto Perdomo para rellenar sus lagunas políticas.

Tuve una anécdota en aquella época,  finales de 1996, donde yo me mantenía en La Voz con un claro enfrentamiento con la propiedad del diario que ayudé a fundar y del que me responsabilicé durante años desde 1992, cuando lo pusimos en marcha. El periódico apostaba por la caída de Pedro de Armas y diariamente se denunciaba su situación irregular. Hasta el punto de que Pedro de Armas le dijo al consejero socialista Segundo Rodríguez que como se tropezara en la calle con Agustín Domingo Acosta, que figuraba como director del periódico del que yo era director adjunto, le iba a partir la cara. Tardo más Pedro de Armas en decirlo que Segundo en venir a la redacción a decírnoslo. Debo reconocer que mía fue la idea de ir a presentar una denuncia en la Policía Nacional, para evitar que eso se llevara a cabo. Lo hablamos y coincidimos que había que hacerlo. Así que los dos nos fuimos en la moto que tenía Agustín Domingo en ese momento a la Comisaria y presentamos la denuncia. Segundo Rodríguez se comprometió a ir de testigo cuando llegara el momento de dar la cara ante el juez. Realmente fue así, pero Pedro fue el más sorprendido. Reconoció que lo dijo, pero que no tenía la intención de hacerlo. Pidió disculpas y la cosa quedó ahí. Pero fue un ejemplo de dónde estaba el medio y dónde estaba el presidente. Porque yo estaba ya en la picota, porque Dimas, a través de Matías, había hecho llegar que para hacer las paces yo no podía seguir en el medio. Aunque me mantuve hasta enero de 1998, casi un año más que Pedro en la Presidencia del Cabildo, desde la que pudo inaugurar la primera fase del nuevo edificio del Cabildo, el actual.

El enfrentamiento con Dimas ya era irreversible. Y alcanzó su momento álgido en esa época al celebrarse un juicio contra Dimas Martín por haber comprado un concejal del PP para hacer alcalde a su candidato al Ayuntamiento de Arrecife, Cándido Armas. Los Becerra, y los De Armas y Armas se tomaron como una revancha especial aquel juicio del que Dimas volvió a salir condenado, línea en la que ellos empujaron a pesar de ser el principal beneficiario de la jugada el alcalde Cándido  y estar todos ellos en el Comité del PIL en el que se decidían esas cosas.

La noche del viernes de la semana en la que se acabó el juicio, donde todo apuntaba que Dimas sería condenado, me topé con los tres beneficiarios de Dimas que se habían convertido en damnificados. Estaba en la barra de un bar de copas de la calle José Antonio y ellos vinieron y se pusieron a mi lado sin darse cuenta que era yo. Pero, al girarse, Pedro me vio y me dijo que estaría contento con el juicio, que al final Dimas Martín volvería a pagar por sus fechorías. Todos, los tres, rieron. Y me quedé mirando para ellos.

_ ¿Contento yo? ¿Por qué? Ustedes eran tan responsables como él en este juego para quedarse con la Alcaldía de Arrecife. ¿O me van a decir que Dimas hizo alcalde a Cándido en contra de su voluntad y sin saber qué se había hecho?

Los tres se miraron, se callaron, cogieron sus copas y se fueron a otro lado del local. Yo seguí allí, solo, tomándome un “ron cola”. Y un poco más cabreado que antes.

Aunque parezca paradójico, mi mejor relación con Pedro de Armas fue en los últimos años. Cuando él abandonó la política después de 25 años danzando por esos mundos con desigual suerte.  Estaba en la lista de difusión de Elperiodicodelanzarote.com y frecuentemente leía el artículo o la noticia y me la comentaba. Unas veces hacía un comentario sarcástico, otras criticaba al protagonista y muchas veces aportaba información complementaria del suceso en cuestión. A veces, llevado por su intención jocosa, le contestaba y entablábamos una conversación sobre el tema. Se mostraba muy natural, muy humano y divertido. Y quiero quedarme con esa imagen. Lo demás, les corresponde a otros.

La última vez que le vi, se bajaba de su jaguar rojo. Me saludó y le dije que todavía no me había llevado a dar la vuelta que me prometió en su velero hace meses. Me dijo que el próximo mes me llamaba e íbamos con otros amigos comunes. Le contesté que a ese paso se iba a morir y no me iba a llevar nunca. Se echó a reír y me dijo que no, que el próximo mes íbamos. Pero ya no hay próximo mes, ni próximo año. A los 75 años todo lo que dejas para mañana puede ser tarde.

¡Que tengas un buen viaje hacía donde te toque ir, Pedro Manuel de Armas Sanginés!   

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