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La movilidad, el gran reto

 

Desde que el turismo se instaló en nuestras costas con incuestionable éxito (que es tanto como decir siempre  porque las primeras corporaciones locales democráticas llegaron en 1979), los políticos insulares, alcaldes y presidentes del Cabildo, han utilizado los resultados del sector como algo propio cuando muy poco tenía que ver con ellos y su actividad política.

El impacto social del trasiego de parcelas, apartamentos, hoteles y turistas, con una demanda inabordable de trabajadores locales, se vendía por los políticos como un éxito personal, cuando ellos apenas participaban en autorizar lo que los popes del sector le pedían. Así era antes. Y así es ahora. Cambia la parafernalia del marketing, pero siguen al carro de lo que pasa de forma casual para ellos, para seguir medrando sin hacer nada. Las notas de prensa últimas apuntándose los éxitos económicos, de empleo y de llegada de turistas, son un claro ejemplo de la desvergonzada exhibición de la política mentirosa. En este mismo mandado, o sea, hace nada, desde el Cabildo apuntaban como solución la llegada a la isla de turistas rusos. Efectivamente, esos mismos rusos multimillonarios que ahora son denostados y embargados en medio mundo. ¡Que Dios les conserve el sueldo porque está claro con el sentido común lo perdieron hace tiempo!

El sector público, lo que podríamos llamar el grupo dirigente de Lanzarote, tiene una oportunidad de revertir esa forma de hacer política, de cambiar esa realidad en la que ellos son simples medianeros en nuestra propia tierra. Y ese reto puede ser la movilidad: por el impacto que tendría en la calidad de vida de la gran mayoría de los insulares y muy especialmente en los menos pudientes y por sus beneficios en la consecución de los objetivos de la descarbonización marcados por Europa ante el Cambio Climático. Y no es complejo. Como no se ha hecho nada en estos cincuenta años en ese sentido, más bien se ha insistido en todo lo contrario, está todo por hacer. En Lanzarote, el mayor nivel de contaminación proviene del sector automovilístico, de la empresa del automóvil en su doble versión de coches particulares y casas de coches de alquiler. En ambas, vamos más que sobrados.

Hemos apostado en el coche como esencia de nuestra movilidad. En Lanzarote, si quieres ser persona, tienes que tener un coche. Hay quien tiene dos o más, pero esas personas ya reflejan otras cosas, al margen de la imperiosa necesidad de un vehículo en una isla acogotada por un ineficiente transporte público, por unas deficientes vías y por unas normativas impropias para los objetivos trazados para este siglo. Cada día hay más coches, más atascos, más accidentes, más quejas por la carestía del transporte en vehículo propio (sube gasolina, suben intereses, suben precios, seguros, ITV, etc.), más demanda de carriles bicis, mejores paseos peatonales, más guaguas. Pero no se afronta nada. Les vale todavía con la nota de prensa de las subidas de turistas y bajadas de paro en los flujos y reflujos del sector turístico.

Basta con suspender el planeamiento insular y dotar a la isla con el planeamiento y normativa adecuados para que todas nuestras vías, especialmente las que unen los pueblos, tengan, necesariamente, que desarrollarse, incluyendo carril bici y peatonal. Ni un centímetro más de carreteras solo para coches. Ni uno.  Paralelamente, hay que armar un contrato programa de transporte público colectivo que sea una verdadera alternativa de movilidad para los lanzaroteños. Que se pueda ir a trabajar, a pasear o a comprar a cualquiera de las zonas turísticas y a la capital de la isla, desde cualquier pueblo, en guagua, sabiendo que el número de frecuencias está adaptado a esas necesidades. Que llegues al aeropuerto y sepas que puedes volver a tu pueblo, el que sea, en guagua, haciendo un cómodo transbordo en la capital o en cualquier zona turística si eres del interior. Un plan de transporte público hecho para atender la demanda de los ciudadanos y no exclusivamente para satisfacer las aspiraciones de quienes lo gestionan. Un contrato programa que busque el mejor servicio para los lanzaroteños y lanzaroteñas, que garantice a las personas mayores jubiladas y a los menores de edad su derecho a la movilidad, sin comprometer a familiares y amigos. Eso sí es libertad, no tener un coche en la puerta de la casa a cambio de un crédito, un seguro, unos gastos en combustible, ITV que te impide acceder a la compra de una vivienda, por ejemplo, porque es imposible a ahorrar mientras se atienden estos pagos. El objetivo es que haya un buen servicio, da igual que la empresa sea de la cochinchina si garantiza el servicio. Mejor si es de Lanzarote, pero solo si se garantiza el mejor servicio. El objetivo debe ser el servicio no mantener otras cosas.

No podemos seguir hablando de sostenibilidad mientras la movilidad en esta isla esté limitada al coche, el que más contamina por persona de los actores de la movilidad, y secuestrada por intereses bastardos. O se dota a la isla de las infraestructuras, normativa y equipamientos necesarios, o nos quedamos irremediablemente atrás. El solo saber que podríamos estar moviéndonos por la isla gratuitamente, contaminando mucho menos y viviendo mucho mejor, y que no lo hacemos porque a nadie se le ocurrió apostar por el transporte público ya es para  rebelarse con todas sus consecuencias.

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