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Tenerife, el premio al trabajo bien hecho

 

Me habían avisado de la calidad técnica que tenía la selección cadete de Tenerife. Y también de que La Palma, posiblemente, fuera el único equipo que le pudiera hacer frente y cuestionar su superioridad en esta categoría.

Los tinerfeños visitaban Lanzarote, para disputar el Trofeo Alfredo Martín “El Palmero”, de selecciones cadetes, organizado por la Federación de Lucha Canaria, como los campeones de la anterior edición. Pero yo tenía un problema: el pasado fin de semana no iba a estar en la isla, con lo que seguir el torneo me iba a ser imposible. Aunque, a veces, las casualidades ayudan a sobrellevar las obligaciones sin desatender las pasiones. Mi vuelo salía por la tarde, así que el único encuentro que podría disfrutar en directo sería el primero, el que se celebraba el viernes, 24 de febrero, a las 10 de la mañana. Y tuve suerte, mucha suerte. El primer encuentro enfrentaba, ¡Oh Dios!, a las selecciones de La Palma y Tenerife, como si fuera un adelanto intencionado de la final para que yo pudiera disfrutarla. Y lo hice. ¡Y de qué manera! Aparqué todas mis obligaciones de mañana de viernes y me planté en las gradas del terrero “Feluco Paz”, de San Bartolomé, a las diez de la mañana en punto para ver a chicos, con edades entre los 14 y 16 años, luchando. Y me dio mucha pena que aquellas gradas no estuvieran llenas de jóvenes de sus mismas edades, alumnos de los institutos circundantes, en un propósito claro de acercarlos, en hora de clase, a nuestros valores naturales, culturales y tradicionales. Pero la pena se me fue desde que comenzaron a luchar aquellos jóvenes valientes, decididos, instruidos con esmero y calidad.

 Hacía mucho tiempo que no desayunaba tan bien. Un desayuno variado, con agarradas equilibradas, rociadas con técnicas exquisitas, ejecutadas con valentía por los luchadores de ambos bandos. Además, en el combinado de Tenerife, no solo mostraban calidad técnica sino que, a simple vista, se veía que era también un ejemplo de integración de jóvenes que llegan del continente cercano. Seguidores de la escuela virtual abierta por Mamadou Camara que encuentran en nuestra lucha canaria la calidez y arrope de nuestro pueblo.

Disfruté de lo lindo. Y vi también disfrutar a los que estaban cerca de mí en la grada. Alabé a aquellos chicos, pero supuse que aquello no era fruto de la casualidad. A luchar se aprende y aprender lleva tiempo. Y sin la ayuda sabía de otros expertos luchadores, se tarda una eternidad, salvo raras y mágicas excepciones. Y el secreto se desveló rápido desde que me dijeron quiénes formaban el cuerpo técnico de la selección cadete de Tenerife. En la de La Palma también reconocí rápido a su mandador y recordé sus espectaculares caderas de los años 80. Pero no quiero perder el hilo, quiero centrarme en Tenerife, sin desmerecer a La Palma, que a punto estuvo en la final, igualada y reñida, de llevarse el título. Tanto es así, que en la última agarrada de la final, todavía tenía posibilidades de vencer, aunque finalmente, cayera su luchador y quedara el resultado 16-18 a favor de Tenerife. Los luchadores tinerfeños, además del trabajo que hacen en sus respectivos clubes, tienen a su lado la sapiencia de grandes de la lucha canaria como Berto de la Rosa, a Honorio Ramos y Txenery García. Gente que sabe, gente que quiere enseñar, gente que siente la lucha canaria.

Llevo algo así como cuarenta años rogando para que no se derrame ni una gota de nuestra sapiencia luchística en balde. Pidiendo que se canalice ese conocimiento tan valioso como disperso de forma inteligente y se instrumentalice para que llegue de la forma más certera y eficaz a nuestros jóvenes y no perdamos la identidad de nuestro deporte. No podemos perder las formas de luchar de Camurria, el Pollo de Uga, el Palmero, los hermanos de la Rosa, Loreto IV y de tantos otros luchadores. Esas experiencias vitales son parte de nuestro patrimonio cultural, no se pueden ir con los luchadores cuando se retiran o son llamados para su merecido descanso eterno. Tenemos que ser capaces de contar con todos esos genios de nuestro deporte, que hoy ya no pueden saltar al terrero por su avanzada edad, para que transmitan esos valores y conocimientos a nuestros chinijos. Lo que ellos aprendieron en años de práctica puede ser transmitido, bien codificado, a los niños y niñas para que maestros como Berto, Jorge Pulido y otros tantos entrenadores y mandadores puedan utilizarlos como apoyo a sus enseñanzas.

Tenemos jóvenes muy capaces, inquietos, deportivamente activos, hambrientos de éxitos y con ganas de aprender. Pongamos a su alcance todo el repertorio de nuestra lucha canaria para conquistar, terrero a terrero, el corazón de nuestra gente canaria. Una comunidad de más de dos millones de habitantes se puede perder el lujo de tener un deporte nacional propio, cargado de razones para triunfar pero también de belleza y espectacularidad suficiente para sentirnos orgullosos y concretarnos nuestras citas de fines de semana en un terrero. Con lo que le vi hacer a esos chicos tinerfeños, también a los palmeros, estoy seguro que se puede. Y seguro que en Gran Canaria, Fuerteventura, El Hierro y Lanzarote también están los mismos mimbres para hacer este cesto que tanto me emociona. ¡Dejémonos de tonterías y démosle la oportunidad a estos pollos de hacer algo grande en su/nuestra tierra!

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