Urruchurtos conejeros
- Alex Salebe Rodríguez
En mi niñez descubrí un personaje pintoresco que merodeaba el edificio de la Alcaldía de Barranquilla, la Gobernación del Atlántico y otras administraciones públicas. De poca estatura, siempre vestido de traje, a pesar del cipote calor de más de 30 grados y el altísimo porcentaje de humedad del Caribe colombiano, a veces trajeado con colores vivos que rozaban la extravagancia, con corbata o corbatín, pajarita que llaman en España, y de zapatos de punta fina. Y pregunta obligada a mis viejos: ¿quién es? Con respuesta inmediata: Claudio Urruchurto, fue concejal de Barranquilla.
Seguí viendo a Urruchurto durante la adolescencia con sus gafas tipo Ray-Ban aviador cada vez que iba a hacer un mandado al centro de la ciudad. El pequeño Urru parlaba con tinterillos callejeros que redactaban en un santiamén, sentados en un pequeño banco de madera, con otro banco igual que hacía las veces de escritorio, cualquier tipo de oficio o instancia pública, un servicio a precio razonable que sacaba de apuros.
Bajar al centro no suponía el martirio despiadado por el tráfico y la polución incontrolable de hoy, además, tomar el pulso a la calle en el Caribe era una gozada, por lo que empezaba a escuchar desde el mismo autobús, por las ocurrencias de la gente, por la idiosincrasia de la colectividad y por otras muchas razones difíciles de explicar que al final son escuela de vida.
Urruchurtos habrá en muchos lugares del mundo, los hay en Lanzarote, políticos y empresarios, al menos con características similares, aunque sin la verborrea que dicen tenía el auténtico como buen orador.
Los anales de prensa exponen que Urru se dedicaba a fundar barrios invadiendo terrenos ajenos, públicos o privados, sin instalaciones de servicios públicos, llevando allí como tabla de salvación a familias que vivían a las orillas del río Magdalena damnificadas por las crecidas de su enorme caudal.
Urru empezó entonces a ganar popularidad como una especie de Robin Hood por su “generosidad” y el impulso mediático que le ofreció el conocido radio periodista Marcos Pérez Caicedo, líder absoluto de audiencia. Lo que decía Marcos Pérez iba a misa. Pérez Caicedo, en burla a la clase política tradicional, alentó al pueblo a apoyar a Urru que así se convirtió en concejal de una de las ciudades más importantes de Colombia.
Ya en Lanzarote, que los ha tenido, vuelven a aparecer por elecciones personajes vanidosos, pintorescos, de dudosa preparación y absoluta falta de interés en formarse, porque la verdad es que nadie nace ‘enseñao’, que contrario al sentido común ofrecen su “capacidad” para servir al pueblo. Fábulas conejeras como las de Urru y personajes tenemos de sobra, Tegoyito o El Mascarilla son dos de los que se apuntan al relato de encantos.