El campo pide campo
- Alex Salebe Rodríguez
Dedicarse a la agricultura o ganadería no solo es duro, sino constante, de lunes a domingo, eso sí, es una actividad tremendamente productiva y muy gratificante por las experiencias que cuentan personas del sector primario, jóvenes, adultos y mayores. Dista de la imagen idílica que muestran redes sociales o realities shows de televisión de gente de físico postureo con sombrero de paja, botas y vestido de faena; el hábito no hace al monje.
En el coloquio en streaming sobre la actualidad de la ganadería en Lanzarote y sus perspectivas de desarrollo, que moderé esta semana por invitación del Ayuntamiento de Yaiza, contaba uno de los cinco invitados, el profesor Teno Osorio, jefe del Departamento de Agrarias del Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) Teguise, donde se imparten tres ciclos de formación profesional (FP) en la materia con validez en la Unión Europea, que el primer contacto con su alumnado consistía en darle un toque de realidad, allí en la práctica, en el campo, acerca del camino que emprenden.
Ni los animales se ordeñan solos, así este de por medio la tecnificación, ni hay una varita mágica para arar la tierra. “Gran parte de su tiempo lo van a dedicar a escardar o sacar estiércol”. Y no se trata de asustarlos, al contrario, de dignificar un trabajo de mucha responsabilidad, y tanto, que es parte esencial de la cadena de producción alimentaria cuya calidad afecta nuestra salud.
Tratamos la formación por varios motivos: por la producción, calidad, rentabilidad y oportunidad de negocio. Es un momento complicado para todos los sectores productivos, hasta para el mismo turismo que hoy está bien pero sobre el que planea la incertidumbre, así que dando por descontado que los jóvenes que entran a formarse en el sector primario lo hacen por convicción, superando incluso la presión de familias que ven este trabajo como un hecho vergonzante, el objetivo es que chicos y chicas asuman que son más empresarios que agricultores o ganaderos.
La formación también les enseña a hacer números y buscar y explotar el valor añadido de los productos hechos en una isla como Lanzarote, con un agrosistema árido, que la hace muy singular, visitada por millones de turistas al año que buscan experiencias de viaje distintas o receptivos a la compra y consumo de productos como el queso de cabra lanzaroteño que combina elaboración artesanal con tecnificación. Son miles y miles de turistas que dan valor al campo; el cultivo de la uva y la producción de vino es otro buen ejemplo. Los quesos y vinos de Lanzarote son laureados en Europa por su calidad y gusto.
Por supuesto, son tan necesarias las ayudas estatales, autonómica e insulares para el sector primario y su abono en tiempo y forma, como la actualización de los planes de ordenación del territorio que determinan con claridad el suelo que puede emplearse con seguridad jurídica para la implantación de nuevas explotaciones agrícolas o ganaderas o la modernización de las existentes.
La investigación es otro de los estímulos, importante estímulo. Personas dedicadas al trabajo diario y a la academia reivindican que las universidades no solo investiguen más, sino que lo hagan de forma más cercana a la realidad, que el profesorado de FP pueda entrar a las empresas, que los estudiantes puedan practicar más y que demos el salto a escuelas de capacitación agraria como sí la tienen otras islas canarias.
A pesar de la dureza del trabajo y de las dudas de familias sobre la dedicación de su juventud al trabajo del campo, la realidad muestra que hay alumnado que no le interesa vincularse a la hostelería y que demanda formación en agricultura y ganadería. Es una oportunidad laboral y empresarial que si se sabe llevar bien ofrece margen de beneficio, lo dicen personas consagradas al campo que disfrutan de buena calidad de vida.
La pandemia desató el activismo por el consumo del producto local y con el regreso del boom turístico la producción está prácticamente vendida, y no ha sido fácil lidiar con la subida de precios del alimento de los animales, el combustible y la energía, así que el campo pide campo.
No quiero cerrar estas letras, sin dejar de agradecer a la organización y trabajadores de la Muestra de Ganado del pueblo de Uga y a todas las personas partícipes en el coloquio sobre la ganadería en Lanzarote, que con sus valiosas aportaciones nos ofrecen una idea mucho más real. Son ellas, Arminda García Pérez, veterinaria; Leandro de León Acuña, agricultor y ganadero que sigue trabajando la tierra tirando del burro; Francisco Mesa Lemes, ganadero y cuidador de camellos; Dalia Reyes Pérez, ganadera y empresaria de Quesería Rubicón y el profesor Teno Osorio Castañeda.