¡Las canchas para quiénes las usen!
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Posiblemente no suene tan revolucionario como aquel grito de libertad decimonónico que invitaba a medianeros, jornaleros y empleados varios del campo a desposeer de la tierra a los señores feudales. ¡La tierra para quiénes la trabajan!, decían. Pero tiene su cosa, no crean. Sinceramente, da pena ir por los distintos pueblos por la tarde y ver cómo las canchas municipales y de los colegios duermen el sueño de los justos mientras, por otro lado, ves a los chicos y chicas apalancados y apalancadas en cualquier esquina ataviados y ataviadas con el móvil, fumando o liándose un porro. Puede parecer exagerado, pero las canchas están protegidas frente a quienes tienen que usarlas de forma libre y, en cambio, los adolescentes están desprotegidos, alejados de estos recintos. En verano, sin escuelas deportivas y sin colegio, todavía es más llamativo y preocupante.
Puede sonar obsceno, pero es así. Los políticos y políticas de los distintos ayuntamientos, y en esto no hay diferencia, parece que están más preocupados por preservar las canchas que por proporcionar salud y felicidad a sus retoños más tiernos. Causa dolor ver canchas ociosas mientras los niños se pervierten en ocios no recomendados por falta de alternativas. Que tenga que echar de menos los años de mi infancia precaria, donde las canchas eran los propios caminos sin asfaltar, las eras de trillar o lo patios de recreos sin acabar, me llena de tristeza. Pero, en aquellos años, salíamos a la calle con una pelota bajo el brazo y, al rato, estábamos cinco o seis jugando al fútbol con dos piedras de límites de la portería y con sandalias de andar por casa como únicas botas posibles. Pero muchos aprendimos a jugar así, y soñamos que un día nuestros hijos jugarían en canchas de verdad a cualquiera hora del día. Y nos equivocamos. ¡A quiénes pusimos a gobernarnos! ¿Dónde estaban esos cuando nosotros cosíamos los balones de cuero, cuando quitábamos las piedras del llano y poníamos dos grandes de poste? ¡Qué pena!
El pasado jueves, el Magec Tías convocó un acto en Conecta Tías para reivindicar la apertura de las canchas, para no limitar su uso a los clubes federados, previa organización de la Concejalía de Deportes. Que estén abiertas, como espacios públicos que son, para que los vecinos que quieran, con absoluta responsabilidad, puedan disfrutar de las mismas. Quizás haga falta más personal para el cuidado y vigilancia de las canchas, pero es imprescindible que la experiencia de la gente se enriquezca en su espacio vital más cercano con contribuciones de este tipo. No puede ser que dos jóvenes se encuentren en la calle y no tengan ningún sitio adónde ir, al margen de sentarse en un bar a beber o debajo de una pared o una casa abandonada a hacer no sé qué. El acto del Magec, bajo la coordinación de su vicepresidente Daniel Reyes, contó con una importante participación de gente y consiguió que las autoridades locales aceptaran la propuesta. Seguro que no tuvo nada que ver que estemos en periodo electoral. Pero, sinceramente, ¿durante cuatro años, o veinte, como llevan algunos en el Ayuntamiento, en ningún momento se les pasó por la cabeza que estas cosas son necesarias? ¿Hace falta que un club, lleno de gente sin afán de lucro, le diga a toda una corporación, liberados todos, con hipotéticos técnicos encargados de departamentos de deportes, una cosa tan sencilla y tan primitiva y lo reciban como si fuera un gran descubrimiento?
¡Abran las canchas de una vez, por favor!
Y dejen que los niños y mayores se acerquen a ellas. Y esto vale para Tías, pero también para Arrecife, Teguise, Haría, San Bartolomé, Tinajo y Yaiza. ¡Pero ya y para siempre!