Carta a los políticos de un ciudadano que está cansado de que se le insulte
- Ismael Lozano Latorre
En mi país está bien visto insultarme, a mí y a toda mi familia, y lo hacen los cantantes, los actores y periodistas aparentando ser modernos y progresistas en los periódicos y televisión, también me falta al respecto la mujer que está hablando en el supermercado, el cartero, los políticos (de la izquierda y de la derecha) y el Ministerio de Igualdad. Existe una campaña mediática, sin precedentes, en la que todos se han unido para decidir que hundir mi honor es moderno y feminista y todos se quieren subir al carro y cuanto más atacan y se indignan, más buenas personas creen que son. Me ofenden todos, sin anestesia, sin remordimiento, me faltan al respeto y nos llaman maltratadores a mi marido y a mí.
A mi hija, aunque sea una menor, tampoco la respetan, insisten en dar discursos, en los que dicen, que va a vivir traumatizada toda la vida, porque su creación, según ellos, está marcada por episodios traumáticos, cuando en realidad, es fruto del amor y su único trauma será aguantar qué en España mientan sobre su origen. ¿Y por qué sé que mienten y lo puedo afirmar tan categóricamente? Porque yo, a diferencia de ellos, he formado parte de un proceso de gestación subrrogada y sé, en primera persona, que por lo menos, en el país donde yo la he llevado a cabo, EEUU, está perfectamente regulado desde los años 80 y no se producen situaciones abusivas. Las mujeres americanas son libres de decidir y la que quiere ser generosa y ayudar a los demás, no tiene un Ministerio de Igualdad que la censura y le dice que no puede ser caritativo y ayudar al prójimo.
Al principio me dolía. Me entristecía cuando escuchaba debates y las cosas tan feas que decían sobre nosotros, no entendía porque atacaban y mentían, pero al final mi esposo, que siempre consigue que frene y reflexione, me dio la explicación “¿Por qué te duele tanto que te ataquen? “me preguntó “¿Es que acaso no has sido gay en los años noventa?” Y tenía razón. Tras hablar con él medité y me di cuenta de que no es la primera vez que este país me odia, cuando en mi adolescencia descubrí que era gay, escuchaba chistes que ridiculizaban a los mariquitas en la tele, sermones de los curas en los que decían que representábamos el mal y además tuve que asumir que éramos los responsables del SIDA. El odio hacia mi persona y mi colectivo es recurrente. En los pactos de los Ayuntamientos, los partidos políticos, con su ansia de gobernar, aceptan capar nuestros derechos por contentar a una minoría y captar su voto. Quitan de los colegios libros que hablan de familias como la mía como si fuese una vergüenza. Tengo que escuchar que determinados sectores piensan que mi matrimonio no es equiparable a uno heterosexual, como si importara su opinión o tuviera que pedirles derecho a ellos para amar o legitimarlo. No hace mucho también nos responsabilizaron de la viruela del mono. Miles de bulos para señalar a una minoría que siempre se ha caracterizado por algo que los asusta, unirse para defender sus derechos. Nos atacan porque nos tienen miedo.
Mi país me odia pero afortunadamente con los años yo he desarrollado herramientas con las que he aprendido que si yo estoy haciendo las cosas bien no tengo porque ofenderme, yo soy gay, amo a mi marido y tengo una niña preciosa, he llevado a cabo un proceso de gestación subrrogada y mi relación con mi gestante ha sido maravillosa. ¿Por qué escribo esta carta entonces? Pues simplemente porque ahora soy padre, responsable de una menor que cuando crezca va a tener que escuchar las mismas sandeces que yo. En casa lo trabajaremos con ella, y mi pequeña podrá hablarlo con su gestante porque mantenemos la relación, pero… ¿Es justo que tenga que oírlo? ¿Dónde queda la defensa del menor? ¿Acaso a mi hija no le aplica? El debate que deberían estar haciendo en este momento es este ¿Quién defiende a los niños por gestación subrrogada de los intereses de los políticos que buscan ganarse el voto feminista creando amenazas que en realidad no existen?
Queridos políticos, si en estas elecciones quieren ganar su cuota de poder, ruego, encarecidamente que no lo hagan a costa de quitarles derechos y símbolos al colectivo LGTBI+ y tampoco estigmatizando a niños con discursos de odio carentes de fundamento. Existen muchas familias formadas por gestación subrrogada en España, heterosexuales y homosexuales, y estas familias están cansadas de ser utilizados como instrumentos políticos para que determinadas personas se cuelguen medallas que no les corresponden. Legislen, es lo que tienen que hacer. Regulen. Ese es el camino, esa es la solución. Aunque os parezca una locura, gobernar un país consiste en eso, en buscar herramientas para conciliar, proteger y evolucionar pensando en el bien común, no es buscar cabezas de turco para distraer la atención y evitar, que mientras, se hable de vuestros errores.