La película de cada cuatro años
- MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Nos esperan batallas electorales reñidas (XXX)
Pudo haber sido un largometraje. La sesión plenaria de constitución de la corporación y proclamación del nuevo presidente del Cabildo duró 105 minutos. Quizás le sobraban tantas presentaciones, desde Vox, pasando por Nueva Canarias, PP, PSOE y CC, Pero solo hubo un nudo, el que se le formó en la garganta a la mitad del público cuando oyó el discurso de 13 minutos de duración de la expresidenta del Cabildo en el que colocó en el centro de su personalísima diana al de siempre. A su “Enfant terrible” y el de todo su séquito. Sin nombrarlo, pero alegrándose de que ya no estuviera en el plenario la persona que llevó la “violencia” a su seno. Pedro San Ginés oía, incrédulo y suspicaz en las mismas porciones, desde la tercera fila del público, detrás de los alcaldes socialistas Pepe Juan Cruz e Isidro Pérez, que, a su vez, estaban detrás de los uniformes llenos de medallas y condecoraciones de los jefes insulares de los tres ejércitos. Entre estos, estaban el senador Manuel Fajardo y el teniente de alcalde de Arrecife Echedey Eugenio, a los que les encanta estar en medio de la guerra y la paz a partes iguales. Nadie entendió el exabrupto de María Dolores ni a qué venía. Pero las paranoias son así. Aunque vengan escritas por el mismo que las oye leer apoyado en una de las columnas del edificio, sabiendo que lo que dice aquella lo escribió él hace un rato. Conozco ese nerviosillo que da el oírse a sí mismo, cuando es otro/a el que lee. Carlos Espino siguió la lectura de su jefa, con la mano en la barbilla, y con Jorge Peñas al lado, que ya no es consejero y parece más cerca del PSOE que del Podemos que le hizo consejero y asesor en Tías en el mismo mandato, ya extinguido.
No sabía que Miguel Ángel Jiménez fuera el mayor de todos los consejeros pero sí que Jesusito Machín sería el más joven, aunque solo fuera por no perderse este sarao desde el estrado principal. Encima, Marciano Acuña fue el tercer consejero en tomar posesión, después de los dos de la mesa edad. Parecía que solo había consejeros nacionalistas, cuando todos sabíamos que habían ganado por 69 votos de diferencia y que tenían los mismos 8 consejeros de 23 que el PSOE de la contrariada María Dolores, que se presentó vestida de rojo chichón, para que se supiera bien lo que era y cómo se sentía incluso en los peores momentos. En cambio, Ariagona, su segunda, fue de blanco, con pequeños lunares negros, porque ni era boda, ni bautizo, ni la primera vez.
Es cansino e impropio de cualquier guion. El ver desfilar a 23 personas, 14 hombres y 9 mujeres, para leer las mismas palabras de promesas a cumplir la constitución y el estatuto de autonomía es claramente inapropiado. Parecería más lógico y, sobre todo, más ágil, que se leyera una vez por alguien y que solo se le preguntara sí o no a cada uno. Pero, claro, nos perderíamos el paseíto nervioso de ellos y de ellas, con el botón de la chaqueta a punto de reventar por parte de Samuel y Óscar Noda y las gafas mal colocadas de Óscar Pérez. ¿Y qué me dicen ustedes del beso que le soltó el viejo de Miguel Ángel en las manos a la lideresa socialista al ponerle su medallón de consejera? En fin, el suspense siempre puede aparecer. Todos leen lo mismo, todos prometen lo mismo, ¿por qué nos extraña entonces que todos hagan lo mismo? En realidad, lo que ya no nos sorprende es que no hagan nada.
La consejera Revelo, Cinthia Aroa, fue la única que estuvo a punto de leer algo distinto. Tan distinto que no estaba ni escrito en el texto que le dieron. Aunque todos coincidimos que tendría que haber estado ya al lado de Lanzarote, como presumen en campaña los políticos pero se olvidan a la hora de reclamarlo oficialmente, como prometió que hará el presidente en su largo discurso de 34 minutos, donde menos a sus queridas palomas, saludó a toda su familia, sin olvidar a papá, mamá, hermanos, hija, y demás seres queridos. Revelo en lugar de leer “Cabildo de Lanzarote” hizo amago de decir “Cabildo de La Graciosa”, provocando la reacción del público, entre risa y exigencia. A veces acierta uno cuando se equivoca, Cinthia Aroa. Ya ve, gracias a ese lapsus tan oportuno está citada aquí. Y muchos le dieron la razón, que yo les oí.
El discurso del presidente, que cerraba el acto, no fue el mejor de su vida. Pero desgranó, a veces de forma repetida, sus proyectos y compromisos, siendo excesivamente generoso a la hora de ponerse carga. No sabemos si podrá con todo, pero dicho está. Como desenlace, fue muy previsible. Pero es lo que tienen estas cosas oficiales. Aunque veamos cada cuatro años la película, no deja de ser la película de cada cuatro años. Esperemos que en los cuatro años de gestión sí se note la diferencia. No lo sé. Pero me gustaría. Mucho más que la ausencia en el plenario de Pedro San Ginés, Marcos Bergaz, o Jorge Peñas, o los restantes. Con estos que puso el pueblo, habrá que trabajar y desear que lo hagan bien. Yo apuesto por ello. No hay otro.