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Señora presidenta del Parlamento de Canarias

 

Nos esperan batallas electorales reñidas (XXXI)

La lanzaroteña y popular hasta las trancas Astrid María Pérez  Batista (1969) sonreía feliz ayer, martes, día 27 de junio, convertida en la protagonista de la primera sesión de la undécima legislatura del Parlamento de Canarias. Ella, que nació políticamente 20 años antes, con apenas 33 octubres, en un terreno poco fértil para el PP como era Lanzarote en los tiempos del PIL, aglutinador de las derechas, insularismos y populismos a partes iguales, de consejera de Hacienda del presidente del Cabildo Dimas Martín en un pacto a tres bandas, estaba haciendo historia. Nadie hubiera podido imaginarse esta elección en aquellos tiempos de un PP lanzaroteño residual pero tampoco ahora, donde los puestos de mayor relevancia de la Comunidad de Canarias parecen estar reservados para los popes de las islas más pobladas del Archipiélago.

No sabemos cómo han tenido que alinearse los astros políticos canarios para que 38 parlamentarios escribieran el nombre de Astrid en el papelito que les pasaron a los 70 que componen la cámara para después meterlos en una urna que estaba vigilada por dos mujeres también lanzaroteñas, aunque socialistas en este caso, que ocupaban la mesa de edad. Por una parte, la menor de los hijos de  Nieves y Enrique, la única en común, Alicia Pérez Hernández, la parlamentaria más joven sacaba los papelitos de la urna y, por otra, Olga Tejera, la mayor del hemiciclo, iba cantando qué había en cada papelito. En 38 ocasiones dijo el nombre de Astrid, intercalado entre 27 blancos, un nulo y 4 Nicasio Galván, de Vox, que, viendo que todos dicen que no los quieren, juegan consigo mismo. La Mesa del Parlamento la completan Ana Oramas (CC), vicepresidenta primera; y Gustavo Matos (PSOE), vicepresidente segundo. Por su parte, las secretarías estarán a cargo de Mario Cabrera (CC), secretario primero; y Patricia Hernández (PSOE), secretaria segunda.

Estrechez parlamentaria

Elegidos todos ellos por el mismo sistema del papelito con sus nombres, peregrinación a la urna de cada parlamentario, apertura  y lectura de los nombres y resultados. Cada vez que pienso que pueden hacerlo perfectamente e igual de secreto y seguro de forma electrónica en menos de un minuto me cabreo. Y no es para menos. Que busquen relevancia histórica y protocolaria toda la que quieran pero que no quieran darle pompas milenarias a un Parlamento que apenas tiene 40 años de existencia. ¿No sería mejor que se nos conociera por ser uno de los más modernos y no precisamente por una puesta en escena impostada y ajena a nuestros tiempos? Además, el edificio construido por el insigne arquitecto Manuel Oraá cien años antes de que fuera convertido en Parlamento, me agobia sobremanera. No es solo porque se construyera en 1883, se convirtiera en sede parlamentaria en 1983 y Astrid fuera presidenta también en un año acabado en tres, sino porque veo apretados a los 70 parlamentarios, que son muchos para una comunidad como la nuestra y también para un plenario como aquel. Tampoco permite verlos a todos desde la zona de prensa, que tampoco tiene el espacio ni la adecuación para ello, y de la zona reservada para familiares e invitados a actos como el de ayer mejor no hablar. De acuerdo, no digo nada. Solo añado que me agobia tanto su estrechez interna como externa, enclaustrado en unas callejuelas demasiado estrechas, peor todavía cuando algún grupo decide manifestarse aprovechando el evento, como ayer. La única ventaja que le veo es que sales y quedas enganchado a cualquiera de los muchos bares de la zona. Y eso lo agradecen, seguro, esos parlamentarios venidos del resto de las islas a Tenerife con las gargantas secas y con tanto tiempo para parlamentar dentro y fuera de la obra arquitectónica de Oraá.

Astrid, mujer y política

No quise perderme el acto. No solo por lo que significa para Lanzarote que, poco a poco, va ganando protagonismo en la política regional y nuestros políticos crezcan ya sin complejos. Sino también por Astrid, primera persona de Lanzarote en ocupar este cargo y segunda mujer de Canarias. Aunque estamos situados en las antípodas de todo, reconozco que le tengo aprecio, que se ha ganado ella sabiendo cultivar algo parecido a una amistad desde la diferencia. Empezó llamándome socialista en sus inicios y ha acabado tildándome de nacionalista, aunque haya sido ella la que ha pactado con unos y con otros para ser alcaldesa de Arrecife durante cuatro años. Pero lo más que me asusta es que, al paso que va, puede acabar diciéndome que soy de ella, o sea del PP. Y por ahí sí que no paso, dicho sin acritud.

Sé que se tomará en serio el cargo, que intentará que su apasionamiento derechoso no le juegue una mala pasada en un puesto donde se valora la frialdad para moderar con discreción y acierto el debate parlamentario de sus señorías, venidas de los confines de estas tierras sedientas de buena política, de buena gestión y de mejores resultados. Ha tenido que abandonar la Alcaldía de Arrecife para estar ahí, pero es un cargo que también le garantiza  cuatro años estables, ya que no se le puede censurar ni muchas veces ni toser. Tiene, obviamente, más autoridad y relevancia social que ser alcaldesa de la tercera capital de Canarias pero pierde contacto con la calle, con la isla y con su electorado. Y a ella le gusta también ese contacto directo y soy testigo de que también lo gestiona muy bien.

Me alegró verla contenta, al lado de su hija, de su hijo, de su marido, de su hermana. Con Yonathan de León, que será alcalde de Arrecife como carambola del acto de ayer,  y Jacobo Medina, que vuelve a ser vicepresidente del Cabildo gracias a estar al lado de ella en momentos como este y en otros menos festivos. Vi como la saludaban parlamentarios de uno y otro bando. La felicitación sincera de Pedro San Ginés, que tomaba posesión por primera vez como parlamentario, el abrazo intenso con Manuel Domínguez, el hacedor del acuerdo que la lleva al puesto y su presidente regional, y con Fernando Clavijo. También estuvieron muy afectuosas con ella las socialistas lanzaroteñas que coordinaron el acto desde la mesa de edad, Olga y Alicia. Y me imagino que también lo serían su amiga María Dolores Corujo, que tiene la cabeza más en el Congreso de los Diputados y las elecciones generales que aquí, Marcos Hernández y Yoné Caraballo y David Toledo, a los que no llegué a ver cerca de la flamante presidenta del Parlamento de Canarias.

Astrid Pérez inicia la undécima legislatura del Parlamento de Canarias, que es la cuarta suya como parlamentaria por Lanzarote, a lo grande. Lleva veinte años contados viviendo con cargos públicos, aunque ejerció la abogacía durante 15 años, de 1996 a 2011 en los juzgados de Arrecife. Ha sido consejera del Cabildo de Lanzarote, en el gobierno y en la oposición, concejala del Ayuntamiento de Arrecife, en la oposición durante cuatro años y como alcaldesa otros tantos y parlamentaria durante 12 años. Tiene 53 años. Una edad en la que muchos empiezan en esto de la política, sin necesidad de mentar al octogenario presidente de los Estados Unidos de América. No sabemos si este será su primer paso a la nada, a un cambio de ciclo del PP lanzaroteño, que ella preside desde 2008 con mano férrea, puesto que conquistó con la total oposición de José Manuel Soria, cuando este lo era todo en PP de Canarias, que apostó por otra candidata, hoy tan desaparecida del PP como el propio expresidente regional. O puede ser también que se instale durante unos cuantos años más en esa élite popular regional que sobrevive a olas, mareas y crisis. Todo eso está por ver. Lo que sí vimos ayer fue a Astrid agradecer a los parlamentarios canarios que la eligieran para ser su presidenta. Y en eso estará estos cuatro años.

 

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