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Que trabajen los ricos

En Lanzarote, cada día es más evidente que ser una persona honrada y trabajadora no te permite vivir con dignidad. Con políticos entretenidos en su propia salvación (ellos tienen la potestad de ponerse los sueldos a su gusto) y con empresarios volcados en hacerse cada vez más ricos, la mayoría de los vecinos/trabajadores que se escapan del enchufismo predominante y de ocupar un puesto de trabajo en la administración pública, acaban abocados a la depresión personal y familiar.

En la misma isla que no paran de entrar turistas, más de tres millones el año recién finiquitado, y es una fuente inagotable de riqueza, trabajadores esenciales de la actividad turística malviven asumiendo unos costes de manutención que en nada van parejos con su renta. Paradójicamente, esos sufridos y sufridas trabajadores/ trabajadoras están realizando los mismos trabajos básicos que los lanzaroteños de los años 70 y 80 y 90 del siglo pasado aprovecharon para transformar sus experiencias vitales y adquirir coche nuevo, solar, casa y mandar a estudiar a sus hijos a la universidad. Tampoco nuestros padres y vecinos tenían más conocimiento que su interés en progresar y su disposición al trabajo. Y en aquellos años fue suficiente.

La población de Lanzarote no deja de crecer. Vienen de todos lados y de todas las formas. Hay miles de españoles de procedencia peninsular, miles de europeos no españoles, miles de latinoamericanos con colombianos, argentinos y cubanos a la cabeza, miles de africanos con los marroquíes de abanderados y también los asiáticos empiezan a enseñar la cabecita más allá de los que venían a poner un comercio. El crecimiento sin control del turismo es la llamada. Se abre un hotel de más de 1000 camas y hay que traer a todo el personal directamente de fuera de la isla. Además, se abren restaurantes, tiendas, centros comerciales. Pero es que lo hacen, por desgracia, ofreciendo sueldos que no garantizan la subsistencia en una zona turística con una inflación un par de puntos por encima de la media nacional. A una isla donde no hay viviendas suficientes, el transporte público es de risa, los precios de la comida son altísimos y el sector público en general solo funciona para dar subvenciones para el entretenimiento y mantenerle los vicios sociales de casi la mitad de la población en edad de votar, que son los que participan electoralmente y mantienen el sistema político-empresarial, condenado por corrupto en varias ocasiones, que impera en la isla.

 El problema es inmenso y no se ve solución a corto plazo. Los políticos locales, aunque son hijos de esta tierra y han sufrido las mismas deficiencias en sus carnes, entienden que mantener el actual “status quo” es el precio que tienen que pagar para sostener la vidorra que se pegan a costa de lo público. La connivencia entre políticos y empresarios es tan evidente que es fácil de seguir la huella del enriquecimiento que han experimentado muchos de ellos. Muchas veces encareciendo la vida de los más desfavorecidos, como la negativa de emprender un desarrollo serio del transporte público que libere a los trabajadores del elevado coste de la movilidad insular, apoyada casi exclusivamente en el vehículo privado y en el consumo de energía contaminante. También fue un ejemplo evidente cómo bloquearon la entrada de grandes superficies de la alimentación, para mantenerle el quiosco a empresas locales que subieron a lo más alto del ranking de millonarios de la isla, a pesar de que mantenían los precios de los alimentos más altos que en ningún otro lado en Canarias. Cosas parecidas pasan con el cartel del asfalto u obras públicas, donde tres o cuatro empresas locales se han enriquecido de muy mala manera. ¿Y cómo son los sueldos y trato de los trabajadores en estas empresas locales? En muchos casos, peor que en las empresas venidas de fuera.

Da pena cómo en este emporio de riqueza se apuesta, con la connivencia de la política insular, por instalar la pobreza en la isla mientras se intenta conseguir un turismo de ricos. Es una clara intención de transformar el paraíso lanzaroteño en otra república caribeña donde trabajadores cada vez más pobres ofrecen sus servicios a turistas cada vez más ricos a través de empresarios cada vez más explotadores e insensibles.

Me imagino a ese trabajador, en su coche a punto de quemarse de viejo, llegar a las construcciones abandonadas que okupa completamente deslomado sin más alternativa  futura que echarse un porro o una botella de alcohol para soñar otra cosa. No quiero imaginarme, en cambio, qué pasaría si se diera cuenta que aquí podría tener un transporte público eficaz, una casa adecuada a su nivel de renta y mejores servicios públicos que amortiguaran sus necesidades vitales. Precisamente, el presidente del Cabildo Oswaldo Betancort, cuando era candidato, no dejaba de decir una frase que podría reconocer como mía: “Yo no puedo subirles el sueldo pero sí puedo conseguir que puedan hacer más cosas con él”. Se refería a que si él les ponía un transporte público eficaz, se ahorrarían los gastos de movilidad; si afrontaba con éxito el ciclo del agua, las energías alternativas y la reordenación del turismo, los “input” domésticos bajarían de precio y eso desahogaría a los ciudadanos que tendrían una mayor capacidad de ahorro sin aumentar la renta. El problema es que Oswaldo no estaba construyendo una solución para todos sino engatusándonos para solucionarse su vida y la de sus amigos y amigas.  Cuatro años tiene para demostrarnos lo contrario. Por el momento, ya ha perdido seis meses sin dar señales a favor de sus promesas y  sí a favor de sus intereses compartidos con su círculo más estrecho. Normalmente, las revueltas empiezan así.

Comentarios  

#1 anon 20-01-2024 05:44
Una tasa turística usada íntegramente para pagar ayudas al alquiler. Cuanta más demanda, más sube la tasa. Así se pone freno a la masificación y a la gentrificación al mismo tiempo que se incentiva a que los empresarios paguen sueldos acorde al coste de vida en Lanzarote.Si no se puede, en vez de tasa turística reducir las horas de operación del aeropuerto acorde a la demanda de ayudas al alquiler.
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