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LA LECCIÓN DE LOS TAXISTAS DE SAN BARTOLOMÉ A LOS DE ARRECIFE

Aunque no compartimos la tesis del gobierno del Cabildo, que prefiere darle prioridad al problema con los taxis sobre el problemón de las guaguas, que serían la verdadera solución a la movilidad sostenible, sí que sabemos que no funciona bien este servicio tampoco.  Pero dentro del caos hay distintas formas de actuar y distintas sensibilidades con los usuarios.

En ese sentido, hay una diferencia abismal entre el comportamiento de los taxistas de Arrecife, que tienen su gran negocio en el puerto y en los cruceros, y los de San Bartolomé, que tienen como gran negocio el aeropuerto y los turistas. Ambos tienen dos potosí pero actúan de manera muy distinta y eso también hay que dejarlo claro.

Los taxistas de San Bartolomé son muy conscientes de que la licencia se las ha dado el Ayuntamiento y que el poder de la gestión del servicio recae en el Ayuntamiento. Por eso intentan que los ciudadanos, los vecinos de San Bartolomé, que son los que votan a los políticos, estén contentos. O por lo menos tranquilos. Si los votantes no se quejan, el político no se mete en el asunto. Para ello, dan prioridad a las carreras dentro del municipio, especialmente en Playa Honda, principal núcleo urbano. En San Bartolomé se llama un taxi y te cogen inmediatamente el teléfono y en un par de minutos después ya te están recogiendo para llevarte al lugar. Nadie pierde un avión, o llega tarde a una cita médica o las viejitas tienen que volver cargadas con la compra a casa porque no hay taxis disponibles. En cambio, se les acumula el trabajo en el aeropuerto con colas de hasta media hora para coger un taxi. Pero en la vuelta a casa de los residentes o la llegada de los turistas, nadie ha dejado la leche al fuego. Hay ganas de llegar al hotel o a casa, pero nadie pierde un avión o algo parecido. No funciona bien pero son responsables.

En cambio, en Arrecife, los taxistas creen que ellos se gobiernan solos. Que la función del Ayuntamiento acaba cuando les dan la licencia y, a partir de ese momento, son autónomos libres de hacer y deshacer como les dé la gana. Viendo la cosa así, no sorprende que prefieran apalancarse en el puerto a la espera del crucerista en busca de una excursión que les solvente el día a dedicarse a atender a los vecinos de Arrecife. De esa manera, no es raro ver a personas mayores cargadas con bolsas que pretendían llevar en un taxi, turistas que se quejan de que no llegan a tiempo a coger el avión y un montón de usuarios que se quejan de que no les cogen el teléfono o no aparecen por la parada. La reacción debería ir en cadena: los vecinos se quejan, los políticos reaccionan y se mejora el servicio. Pero no se sabe muy bien por qué los políticos prefieren ceder ante un colectivo de un par de cientos de profesionales en detrimento de varios miles de usuarios.

 Aunque también puede pasar que en San Bartolomé los políticos se hacen respetar por los taxistas mientras que en Arrecife son los taxistas los que se "hacen respetar", con todas sus equivocaciones, por los políticos. Pero está clara cuál es la diferencia entre unos y otros.

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