Enfadados (IV)
Con la acumulación de trabajo pendiente que llevo, se me pasan los días sin darles cuenta de esas anécdotas y no tan anécdotas que tiene, o sufre, uno con estos gajes de la profesión. A nadie le gusta que le critiquen, a nadie. Pero no todos gestionan igual sus emociones cuando se evidencian sus fallos, taras o desaciertos. Están los que intentan verlo como una oportunidad para mejorar, incluso te llaman para ver qué pueden hacer para evitar ese mal que no veían antes y que ahora observan con preocupación. Pero esos, claro, al no enfadarse, más bien todo lo contrario, pues no figurarán en esta serie, dedicada a los que no solo se equivocan, no solo lo hacen con los recursos públicos sino que, además, no aceptan que se les diga. Y te amenazan, y te recortan la publicidad, y llaman a tus jefes e, incluso, se “encochinan” en paranoias que acaban haciéndoles más daño que la primera crítica inocente. Pero el narcisismo convive muy a gusto entre el poder, la paga doble y los privilegios.