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¿Líderes? ¡Mueh! (1)

Recorrido electoral  (8)

Las cosas son como son, nos gusten o no. Si las aceptamos, somos pragmáticos; si las intentamos cambiar, revolucionarios; y si intentamos que sean de una manera imposible somos utópicos. De eso va, en cierta medida, la política y los partidos políticos. Los hay conservadores, los hay revolucionarios y también utópicos.  Estos últimos prefieren atender más los sueños de los ciudadanos que sus necesidades, aspiran a ilusionar, y sacarles el voto, tejiendo una red de imposibles que emociona al receptor y lo despega del pragmatismo para dejar que sueñe, que se escape de la realidad asfixiante para que se evada e intente vivir lo imposible. Tiene casi los mismos efectos que la droga, pero ses mucho más dañino: una vez que uno cree que lo imposible es posible todo lo posible se pone imposible. Y así no hay formar de atender las obligaciones, las necesidades ni reclamar los derechos. En cambio, los conservadores están convencidos que las cosas son como son, y que son así por designación divina por mucho que un mono, dos monos, tres monos hablen de la evolución y que nada es lo que es y que todo está en permanente cambio. Las cosas son como son, repiten hasta ahogarse en la rutina que tan bien les sonríe a ellos mientras una mayoría sin poderes pasa necesidades en ese único mundo posible.

Pero como toda tesis tiene su antítesis  y así surge el revolucionario que quiere cambiar el mundo porque es malo, porque es injusto, porque es desigual, porque no es el ideal, porque no es el nuestro. Sabe todo lo que no es este mundo pero ignora lo que quiere hacer cuando se lo haya cargado. Promete acabar con lo presente pero no nos asegura el futuro. Nos anima a luchar contra lo que nos esclaviza pero no nos asegura la libertad. De movimientos revolucionarios está el siglo veinte lleno, también de fosas comunes y de ideales impregnados en sangre y fuego. Pero después de la batalla, en el momento de la victoria, unos pocos se olvidan de los objetivos de unos muchos, se instalan en el poder y se hacen conservadores. Entonces ya sólo queda la utopía, el sueño de que los sueños serán posibles por sí mismos, no por la dialéctica marxista.

En esas películas de política y transformación social, de sueños y realidades colectivas, están siempre los hombres y mujeres que son capaces de inocular entusiasmo en los demás. Hombres y mujeres con retórica populista, gestos grandilocuentes y generosos comportamientos. Están convencidos de que son  el Mesías, de que pueden cambiar las cosas. Y sean o no capaces de hacerlo, sí son capaces de convencer a los demás de ello. Captan como nadie lo que quieren oír los demás; no crean un mensaje nuevo, se apropian del de la sociedad y se los proyectan cargados de promesas, de respuestas, de guiños y de terapia rejuvenecedora y activa. Convierten a los niños en hombres, a los hombres y mujeres en guerreros y guerreras y a ellos mismo en megalómanos peligrosísimos. Sus palabras son palabra de dios y como tal están por encima de la ley y acaban siendo arrastrados a las cárceles a medida que sus promesas se convierten en decepciones, sus seguidores en acreedores y sus compañeros en traidores.

Los líderes son tan necesarios como peligrosos. Son peligrosos, pero necesarios. Hace falta gente que ilusione, que conecte con la ciudadanía, que sea capaz de arrastrar a los hombres y mujeres fuera de sus casas para luchar por algo que es necesario.

Quizás el último líder natural que ha tenido Lanzarote ya lleve tiempo en la cárcel. Quizás desde que Dimas Martín se puso al frente de la población de Lanzarote de aquellos años ochenta y la mayoría de los 60.000 habitantes de la isla vieron al Mesías que fue capaz de concentrar más del 70% de los sufragios y de abrir el camino a la modernidad de una isla que lloraba con cebolla y reía con los exabruptos de su líder.

Dimas era un líder, un líder pernicioso que se dejó arrastrar por su ego y sus ambiciones, pero un líder que despertaba emociones en su electorado, capaz de convencer a los débiles de lo fuerte que eran, aunque no cobraran después ni la cebolla, ni las uvas ni la leche. Porque Dimas era la leche, la cebolla, las uvas y el pan de cada día de un Lanzarote que sufría el ataque de la pala mecánica en sus costas pero sus habitantes todavía seguían agarrados al pasado con el sacho y la cabrita, con el millo y el cilantro en el huerto. Y allí estaba Dimas, con su lengua fácil y su chequera ídem despertando admiración, cultivando empatía, haciendo obras y amasando una fortuna. Todo era uno,  pero fue un líder. Y como tal acabó en la cárcel y allí seguirá por mucho tiempo y no por haber ayudado a los lanzaroteños a dar el cambio a la modernidad sino por no respetar la ley ni lo ajeno, o sea, lo de todos.

Después de Dimas, el liderazgo político en Lanzarote ha sido un erial donde no han faltado aulagas ni malas hierbas, pero no ha habido nadie con tirón, con vocación de servir a lo público, con suficiente confianza para exponerse a pecho descubierto, con la necesaria valentía para renunciar al sobrecito fácil y aspirar a liderar su pueblo. Han sido tiempos de repartos , de complicidades "politicofuncionariales" para trincar sin exponerse, para vivir sin trabajar y poco más. Cada uno a trincar con lo suyo, lo mismo da un despacho, unas cocinitas, una subvención o una plantación de aloe.  El Caso Unión, El Jable, El Montecarlo no nos hablan de líderes sino de mangantes y algo de cierto tiene que haber, aunque no están todos.

No han sido líderes los secretarios generales del PSOE con el gris Manuel Fajardo al frente o con el cuentacuentos de Carlos Espino. Tampoco CC con el superviviente Mario Pérez ni tan siquiera con el populista Jesús Machín que suena a pasado en una sociedad que mira y se  prepara para el futuro.  En el PIL  que dejó Dimas tampoco sonó la flauta del liderazgo y Juan Jesús González apenas tuvo tiempo y Barambio tuvo un poco más de tiempo pero un montón más de antilíder. El PP en esos años antes de Astrid era un partido menor de donde Rafael de León, Alejandro Díaz y Loli Luzardo intentaron tener un protagonismo pero sus propias huestes se los merendaron a tiempo para evitar mayores males. Los anteriores a los actuales, eran, digamos, simples entusiastas de sí mismos.

De esos fracasos de líderes y de políticas y corrupción, salieron los actuales, más jóvenes, más preparados, más entusiastas pero todavía les falta un hervor a todos para que den el salto de promesas a líderes, para abandonar sus yo henchidos de grandeza y conecten con la gente y sus necesidades y se conviertan en verdaderos líderes, con todos los riesgos que tiene eso, pero también con todas las ventajas que aporta que alguien sepa qué quiere hacer, que esté dispuesto a hacerlo y que cuente con el respaldo mayoritario para hacerlo.

Quizás, el que más se acerca a los valores sea  Pedro San Ginés pero también es el más que se aleja de la esencia del líder, la cercanía con los electores, su afabilidad, su fácil comprensión, su talento para ver las necesidades y atenderlas. San Ginés tiene voluntad y atrevimiento pero se pierde entre ese montón de voces que le resuenan en su cabeza y no le dejan abandonar sus caprichos impostados de niño bien  para sumergirse con naturalidad en la masa que está sedienta de que aparezca alguien con ilusión. Tiene fuerza y coraje, mucha fuerza y coraje, y ahora mucho poder, pero le falta la inteligencia emocional para conectar en una relación de complicidad con el electorado.  En cambio, el presidente de CC, David de la Hoz, sabe que su función no es ser un líder, sino asistirlo, facilitarle las cosas de palacio, darle alas, y como un buen jugador de equipo disfruta siendo del califa en lugar de califa. Su relación con Pedro está asegurada, no hay rivalidad, él cree en el equipo y el equipo le proporcionará las satisfacciones que él busca, entre ellas encabezar la candidatura al Parlamento.

En el PSOE, también el reto del liderazgo descansa ahora en una bicefalia, en una pareja, en un hombre y una mujer que sintonizan bien, pero que tienen detrás de sí las sombras alargadas de los predecesores, Fajardo Espino, que como almas en pena, no abandonan la sede ni el partido y dan la imagen negativa de que ellos son los que mueven los hilos de estos Chopito y Chaporro socialistas. Sé que no es así, que la secretaria general Loli Corujo  y el candidato socialista al Cabildo, José Juan Cruz,  quieren volar solos, con libertad, sin más ataduras que el programa y sin más convicción que el ideario socialista. Pero hay quien gana aparentando mandar, y quien gana desprestigiando al PSOE.  

José Juan Cruz tiene experiencia y cercanía con los electorales para ser un líder, pero le falta carácter, que en lugar de la risita a veces soltará un "carajo, no" porque el  líder enamora pero manda, al líder se quiere pero se respeta, el líder es el líder no el compañero de juego por muchas partidas que se hayan compartido jugando a los boliches. Le falta carácter/carácter y le sobra capacidad de trabajo y buenos sentimientos. De él y Pedro San Ginés juntos se podría sacar un gran líder o todo lo contrario.

En cambio, Loli es Loli, y no quiere ser muleta de nadie. Está con Pepe a partir un piñón, pero sin renunciar a nada. Juntos, para que uno sea presidente del Cabildo y la otra alcaldesa de San Bartolomé y parlamentaria. Se complementan bien, pero Loli es Loli. Atrevida, risueña, despierta y reflexiva. Cuando habla está diciendo lo que pensó ayer y mientras piensa lo que va a decir mañana. Habla y mira a la vez, mujer tenía que ser. Suelta por la boca pero capta por los ojos y controla con los gestos. Es una mujer inteligente, y lo de ser psicóloga ayuda un montón en su búsqueda de la empatía permanentemente. Pero también le falta algo, tampoco arrastra a las masas, que se resisten como migas engominadas a seguirla de forma clara. Está demasiado inmersa en recordarnos todo lo que sabe de socialismo, feminismo, igualdad  y su mensaje se queda atrapado en las interioridades ideológicas del partido y no reverdece en las plazas de los pueblos y los barrios. Necesita captar lo que la gente piensa y pensar como piensa la gente. Si es capaz de llegar a eso, puede doblar la esquina y darse de bruces con una verdadera líder: ella misma.

Y me cansé por hoy. Mañana analizamos a los aspirantes a líder que quedan. Con Astrid Pérez y Fabián Martín, como principales protagonistas. Agur.

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