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"La lucha canaria, mucho más que un deporte"

En primer lugar, quiero tener un recuerdo emotivo para todas aquellas personas que colaboraron conmigo para que pudiera llevar a cabo la investigación sobre la lucha canaria de Lanzarote a lo largo de todo el archipiélago y la posterior publicación del libro "Lanzarote, en el terrero", en el año 1995, hace ya 20 años. Fueron muchas las personas que me ayudaron y ya en el libro, en el apartado de agradecimientos y reconocimientos, les cito. Pero hoy quiero mencionar a esas personas que estuvieron a mi lado en la presentación aquella noche y que hoy, veinte años después, no han podido estar aquí como colofón a un planteamiento muy personal mío, de cerrar el compromiso con la divulgación de la lucha canaria y mi compromiso con ella treinta años después de iniciar la investigación y veinte después de su publicación como una forma de garantizar su permanencia entre las nuevas generaciones de un Lanzarote que ya no será igual al que vivimos nosotros y nuestros antepasado anclados en unas islas más cerradas, más rurales y más pobres.

A todas aquellas personas que estuvieron conmigo en el terrero Ulpiano Rodríguez Pérez, y que hoy no están,  que ya no están entre nosotros, mis padres, Agustín Acosta,  Antonio Beltrán, Andrés Luzardo "Pollo de Máguez", Cándido Matoso "Pollo Doramas",  Heraclio Niz "Pollo de Arrecife",  José Martín "Camurria", Toni Martín "Pollo del Puerto", Carmelo Guillén y Sixto Rodríguez, entre otros, quiero hacerles llegar mi más sincero agradecimiento por su apoyo aquel día  y a todos los luchadores los buenos ratos que me han hecho pasar disfrutando de su destreza, entrega y pundonor en los terrenos de nuestras islas.

También quiero recordar a los tres compañeros, comentaristas deportivos, que ha caído también en los últimos años y que prestaron un excelente servicio a lucha canaria. A Juan José Viera y Emilio Hernández, con los que compartí muchas luchadas y estudios y redacciones y al también vecino de este municipio, de Conil, Miguel Rodríguez "El Majorero".

 El único que sigue informando del deporte,  y que ya estaba en aquella época de los años 80 es el compañero Jesús Lasso, que ha sido constante y se ha entregado al deporte durante más de treinta años. Que tenga cuidado, que ya es pieza de museo, y que se le reconozca esa sapiencia deportiva que almacena y que regala todos los días desde los medios en los que trabaja.

 Gracias a todos, y gracias también a ustedes por estar hoy aquí, veinte años después, para acompañarme en esta charla conferencia en la que quiero llamar la atención sobre el riesgo que corre la lucha canaria de perder la trascendencia social y emocional que ha mantenido a lo largo de la historia.

Lanzarote, aunque muchas de las cosas que voy a decir podrían ser generalizadas a todo el archipiélago porque los males son los mismos y las terapias a utilizar también, tiene muy poco que ver con la isla que conocieron nuestros padres y nuestros abuelos, nuestros antepasados en general,  tanto es así que los abuelos de algunos de ustedes ni tan siquiera conocieron Lanzarote. Ni la lucha canaria, ni las folías, ni el gofio con huevo, ni  los días enteros cogiendo tomates o plantando cebollinos.

Lanzarote es hoy una suma de un montón de cosas y de gentes que comparten espacio, comparten el territorio y el presente pero lo viven completamente de forma distinta cuando no distante. Comparten el espacio pero no hay imaginario colectivo que les ancle a este suelo patrio.

Vivimos en una isla de apenas 800 kms cuadrados y somos más de 141.000 personas. hombres, mujeres, niños y niñas y ancianos y ancianas. A más de la mitad de ellos, nuestros abuelos y abuelas que eran capaces de identificar a un niño de Haría o Playa Blanca tirándole de la lengua y relacionando unos nombres con otros apellidos se volverían locos y locas en la actualidad si lo intentaran con las compañeras y compañeros de nuestros hijos en el colegio porque o son nacidos fuera de esta isla o sus padres son foráneos.

 Vivimos en una isla donde residen personas de 70 nacionalidades y de todas las comunidades de España. En Lanzarote viven hoy más de 40 mil extranjeros, más de 20.000 nacidas en otras comunidades autónomas españolas y cerca de 10.000 procedentes de Canarias pero que nacieron en otras  islas. Como ven, igualito, igualito al Hoyo del Agua, Los Lirios, Las Cuestas, y el Lugar de Abajo que conocimos nosotros en nuestra infancia, en Tías.

 En Lanzarote residen, y tienen los mismos derechos que nosotros, más de 6.000 británicos, cerca de 4.000 marroquíes, unos 3000 colombianos, cerca de 2.500 italianos, 1.500 chinos y más de 1000 rumanos, como principales comunidades.  Después hay más residentes de otros países, en menor cantidad, procedentes de más de 70 nacionalidades y de todos los continentes.

Esa es una realidad que no podemos perder de vista. Que tenemos que entender y conjugar para dar respuesta a las necesidades de la isla pero también para concebir un imaginario colectivo que impida que cada comunidad haga la guerra por su lado y no haya vinculación con esta isla y su historia sino que cada uno conserve vigente su vinculo de origen y ahí encadena a su descendencia.

 La cosa está en evitar que haya chinos nacidos en Canarias para que haya canarios con ascendencia china, o marroquí,  o colombiana, o inglesa, o peninsular, pero que se sumerjan en una serie de valores, tradiciones y singularidades que mantenemos los canarios de toda la vida, los vigilantes del territorio y sus costumbres, y que tenemos que ser capaces de generalizar a través de todos los instrumentos a nuestro alcance. Desde el colegio, a las convivencias familiares y vecinales, pasando por las asociaciones, clubes deportivos y actividades lúdicas.

Cada comunidad residente tiene el derecho de conservar sus raíces, pero la nuestra tiene la obligación de que los nuevos canarios no lo sean exclusivamente por haber nacido en el Hospital general  que financiamos con los impuestos que salen de nuestros salarios de canarios.

Les hago este recorrido por los aspectos sociales del Lanzarote actual porque me parece imprescindible que empecemos a darnos cuenta dónde estamos y que mientras no aceptemos esa realidad más estamos perdiendo la que queremos conservar. 

Y la lucha canaria va en ese paquete de cosas que se pueden perder o quedar relegadas, si no lo está ya, a una parte marginal de la población, y que no tiene transferencia real con la población mayoritaria de la isla. Lo que significa que cada vez será más gente la que cuestione por qué se subvenciona ese deporte con más dinero que al resto si no lo practica casi nadie y cada vez es menos gente la que la entienda y le guste.

Ese riesgo es real, como es ya una realidad que la lucha canaria ha pasado de ser un deporte mayoritario en los años ochenta, que movía más público que el futbol, aunque tenía menos practicantes.

En los años ochenta, la mayoría de la gente conocía las técnicas de la lucha canaria, la mayoría había ido a alguna lucha en su vida o la había practicado, aunque sólo fuera jugando con sus amigos, los luchadores eran más técnicos y tenían movimientos más largos que los actuales, donde el público percibía un deporte más rico con diferentes técnicas que se combinaban por el propio atacante o que eran repelidas por el atacado con igual riqueza técnica.

En los años ochenta los campeonatos de lucha, los luchadores y su triunfos eran reconocidos por la población y gente que no iba a la lucha se interesaba por la lucha. En los años ochenta, había una competición muy igualada, la inmensa mayoría de los luchadores eran del municipio en que estaba su equipo y las luchadas tenían una importante presencia mediática, tanto en la radio como en los semanarios de la época, los luchadores eran más técnicos y estilizados que los actuales y los puntales eran menos corpulentos y más ágiles.

La lucha canaria movía a unas dos o tres mil personas a su alrededor entre público y luchadores. Y los luchadores  apenas cobraban los puntales, cantidades moderadas que complementan con las gratificaciones que recogían del público.

 

 En los años ochenta, las luchadas televisadas las veían miles de personas, los políticos solían ir  frecuentemente a las luchadas y se construyeron de la nada las infraestructuras que todavía hoy permanecen con muy pocos arreglos.

En ese ambiente luchístico, comencé la investigación de lucha canaria siendo un muchacho de apenas veinte años y apasionado con el deporte vernáculo, yo era de los de tres luchadas semanales, y porque no había más, daba igual  ir el jueves a Tinajo, el viernes a Haría y el sábado a Tao. Nos gustaba la lucha e íbamos y discutíamos sobre las agarradas, los luchadores y todas esas cosas.

 En los años ochenta también se creó la federación de lucha Canaria, que independizaba a la lucha canaria de la Federación española de Luchas y permitía la creación de las federaciones insulares, una vieja reivindicación que ponía en manos de los canarios la organización absoluta de su deporte.     

 Eran los años 80, Lanzarote tenía 57.000 habitantes, casi la tercera parte de la actual, pero en esta década sufrió un crecimiento el turismo y la población se incrementó en veinte mil personas del año 1986 a 1995, llegando a las 78.358, fue el primer gran estiramiento poblacional no vegetativo, o sea, con la llegada de gente fuera, experimentado por la isla, con el desarrollismo turístico.

O sea, en los diez años que yo estuve haciendo la investigación hasta que publiqué el libro, Lanzarote aumentó su población en 20.000 personas. Y esa presión, de gente nuevo en la isla llevó a los lanzaroteños a los terrenos  como si les diera vértigo lo que estaba pasando en la isla y buscaran en los terreros esa paz que siempre da estar en un sitio que conocemos y controlamos.

¿Está en la actualidad la lucha mejor que en los años ochenta, treinta años después hay más luchadores, hay más público, tiene más trascendencia social, tiene más presencia mediática? La respuesta es sencilla, aunque decepcionante. NO, no, no, no, no, son las respuestas verdaderas a las preguntas planteadas.

Tenemos casi el triple de población, debería estar yendo a los terreros unas ocho o nueve mil personas. Me parece que no es así. Debería hablarse en los bares, en la guagua, en los colegios, en los trabajos de los luchadores, las luchadas y sus resultados, me parece que no es así. Debería tener páginas diarias en los periódicos y en televisiones con análisis y resultados, creo que no es esa la realidad.

En estos treinta años la lucha  ha perdido trascendencia social y no se ve como una referencia cultural mayoritariamente aceptada, el luchador no es un referente de físico deseado por la mayoría de los hombres ni de las mujeres, la mayoría de los niños no conocen el nombre de tres técnicas de lucha y no saben identificarlas.

 La lucha se está convirtiendo en una desconocida entre los habitante de su propia isla, mientras la isla está pidiendo a gritos referencias patrimoniales que cosa, que adhiera a toda esta multitud  a este territorio y los identifique y compartan.

La lucha canaria y las luchadas deben formar parte del sistema de creencias de nuestra comunidad, de nuestra cultura. Al conjunto de los mitos de una cultura se le denomina mitología y la mayoría de los lugares del mundo, las naciones y pueblos, tienen las suyas con más o menos acierto, que defienden y reconocen como parte de sus esencias.

La lucha canaria debería estar ahí, y los chinijos conocer las proezas del Pollo de Uga, del Pollo de Arrecife, sus vidas y la forma en que se entrenaban para ser grandes luchadores, vencedores de grandes desafíos. Hacen falta escritores, periodistas, narradores, que creen, incluso fantaseando, la mitología de los luchadores, rescatando su protagonismo y proyectando en la sociedad sus valores y la singularidad de las mañas de lucha, su vistosidad y superioridad con respecto a otras luchas del mundo.

La lucha canaria es un patrimonio de incalculable valor pero le falta quien le escriba, quien fantasee con ella y su historia.

Como intentó hacer con acierto el escritor costumbrista Issac Viera cuando cuenta que el grandullón de José Manuel Fajardo, a la luz de las hogueras, en la plaza de la iglesia de la Candelaria, derribó con facilidad a todos los luchadores de la vuelta de Arriba y cuando se creía vencedor se presentó en medio de la oscuridad una persona tal alta como él y de burra se lo llevó a la arena. Amargado llegó a su casa mientras su esposa sonría. Nada más decirle lo que le pasó la mujer le soltó que fue ella quien lo derribó para evitarse los tres días de borrachera que le esperaban de celebraciones por la victoria.

 Hace falta literatura de la lucha canaria que se cuele en los colegios y en la sociedad. Que empape de canariedad a ese montón de gente que se siente de ningún lado.

Pero también hace falta corregir el devenir de la lucha. Se ha instalado en la sociedad que la lucha canaria consiste en derribar al contrario, en llevarlo a la arena, en desequilibrarlo.

 No, la lucha es mucho más que eso. Es el aprendizaje y desarrollo de unas técnicas singulares, llamadas mañas o luchas, de forma genérica, cuya combinación enriquece la confrontación de los luchadores. En la luchada, el deportista actúa de acuerdo a un intenso aprendizaje que recoge más de veinte técnicas distintas que en ocasiones se combinan haciendo mucho más numeroso el arsenal táctico del luchador.

El luchador no inventa, reproduce técnicas aprendidas y repetidas que ejecuta con decisión en el momento que estima oportuno, que ejecuta de forma inmediata ante estímulos y circunstancias reconocibles.

El luchador, para ser bueno, debe tener capacidad para aprender las técnicas, destreza para ejecutarlas e inteligencia para detectar el mejor momento de echarlas.  No es, como dicen por un ahí, un gordo que tira al contrario a empujones. Y si es eso lo que están viendo eso no es lucha canaria, aunque vistan ropa de brega, agarren como luchadores y se citen en un terrero.

La lucha canaria es un deporte vivo, los dos luchadores se ponen en riesgo  y a la vez están al acecho. Buscan la ocasión para echar sus técnicas a la vez que escabullen los previsibles ataques del contrario.

Es esa situación la que hace de la lucha un espectáculo llamativo y comprensible en lo básico.  Dos hombres armados exclusivamente con su arsenal técnico, perfectamente aprendido y repetido, se enfrentan dentro de la mayor deportividad, para superar al otro.

Superar al rival no es sólo derribarlo, tumbarlo. Es evidenciar que te has anticipado a su propósito, que conoces las técnicas y sus defensas y contras y que las ejecutas de forma vistosa y limpia.

Esa es la lucha canaria, la única, en la que encuentran plasticidad gentes de todos los lugares sin haberla visto antes.  Ver una luchada de luchadores  instruidos en la técnica y que salen a luchar hasta derribar o ser derribado es impresionante.

Recuerdo a cientos de luchadores así, y los gritos del público y el sonido de los duros chocando en el suelo, ya que el luchador no daba abasto con sus manos a coger las gratificaciones del público.

Urge un centro de tecnificación que prepare a un cuerpo de entrenadores y mandadores que aprendan todas las técnicas y la forma de enseñarlas y de ver cuáles son los perfiles de luchadores y técnica, que garanticen la supervivencia cotidiana del mayor número de mañas, que favorezcan y premien las combinaciones y las respuestas de contras para evitar la pasividad que se sufre con la actitudes meramente defensivas y retrancas.

 No se puede permitir que en senior haya luchadores que no sepan luchar, al igual que sería intolerable que un abogado no conociera la normativa o un profesor lo que enseña, o un arquitecto los fundamentos de la estructura. No se puede poner en un terrero a alguien que no sabe hacer lo que el público espera que haga. Esas son las actuaciones que matan el deporte, acaban con los aficionados y empobrece su influencia social.

De la crisis de la lucha se sale con más lucha, con más técnicas, con garabatos, pardeleras, traspiés, agachadillas, toques por dentro o por fuera, burras o levantadas, tronchadas o medias caderas pero no con empujones por muchas horas de gimnasio que tengan o por muchos kilos que lleven encima.

Los luchadores deben saber luchar y tener los cuerpos adecuados para tener movilidad, destreza  y poder ejecutar sus mañas preferidas y contrear las del rival. Deben tener cuerpos en los que la sociedad moderna se sienta identificada, y admirada. La estética del deporte es fundamental para conectar con la chiquillería e instalarse en la sociedad.

Además, hay que llevar la lucha canaria a los colegios pero en su doble vertiente como deporte y como parte de la mitología canaria. Que los chicos tengan referencias de héroes en ropa de brega y que aprendan a reconocer las técnicas y saber sus desarrollos y dificultades.

No hace falta que la practiquen, lo que se necesita es público, masa crítica que demande lucha canaria, que disfrute viéndola y que sea capaz de valorarla. Si se amplía la base de gente entendida, la lucha se extenderá y siempre habrá quien la practique ante esa demanda.

Es una visión Keynesiana que también vale para la lucha, que también es un espectáculo, un producto con una demanda y una oferta.

Hay fórmulas para que la lucha no se reduzca a una mínima expresión social. Y estoy convencido que con una tecnificación que explore todas las técnicas, un esfuerzo en enseñar a los luchadores a luchar y ser conscientes de lo que significa eso, una penetración en los colegios buscando público no luchadores, y un refuerzo en el trabajo mitológico, la lucha será un buen instrumento para ver a canarios de todas las procedencias disfrutar viendo una luchada canaria.

La apuesta en marcha de las apuestas conocidas popularmente como las quinielas de lucha canaria puede ser también un instrumento muy válido para financiar la lucha y popularizarla a la vez. Los juegos del azar, la búsqueda de la realización de los sueños, puede hacer que mucha gente se interese por la lucha por el afán de ganar, de acertar en las apuestas.

Las apuestas no son nuevas en la lucha canaria, en las grandes luchadas de finales del siglo XIX y principios del XX en las luchadas se apostaba, como en las peleas de gallos, y otros deportes. Ahora, vuelven, de una forma moderna, y con más garantías. Eso es un ejemplo de adaptación a la realidad.

No debemos de tener miedo a introducir cambios en la lucha, porque yo espero que ninguno de ustedes piense que los guanches o los majos luchaban con la ropa de brega actuales y con la publicidad de Cabrera Medina o Cicar estampada en las camisas, o que tenían terreros como los actuales o eran por equipos o medían con el reloj solar la duración de las agarradas.

Nada de eso. la lucha canaria ha estado en una continua evolución desde sus orígenes y se han intentado adaptar a la realidad de cada época. Pasando de ser un deporte de entretenimiento popular, a uno competitivo, de tener distintas formas de agarre a unificarlas, de agarrar a lucha corrida a estandarizar el sistema de las dos mejores luchas de tres. Así, suma y sigue.

Lo importante es que se preserve el rico bagaje técnico de la lucha canaria, que se preserve sus técnicas, que se permita y se favorezca su ejecución y diversidad, esa es la riqueza de una de las luchas más vistosas y nobles del mundo. Y que se mantenga esa sensación de que la lucha canaria es la mejor, por muchas cuestiones, pero principalmente porque es la nuestra. Es la de Canarias, la de toda la gente que nace en estas tierras y quiere preservar su acervo cultural.

  Quiero, antes de acabar, reconocer el trabajo que han hecho las federaciones, clubes y luchadores por mantener este deporte.

Gracias a ellos sigue vivo.

Pero si queremos que la lucha canaria sea algo más que un deporte, mucho más que un deporte, la implicación tiene que ser a un mayor nivel, con mayores recursos e instrumentos más poderosos como la escuela pública, los divulgadores profesionales, la profesionalización de centros especializados en tecnificación, la quiniela de lucha y un sincero interés de la sociedad de creerse que la lucha canaria es parte de la mitología de este pueblo hecho con miles de personas  procedentes de cientos de lugares distintos.

Muchas Gracias, y perdonen el latazo. Muchas Gracias.

 

* Texto integro de la conferencia "La lucha canaria, mucho más que un deporte", impartida por el periodista Manuel García Deó Déniz el pasado jueves, 26 de marzo, en la Sala de Arte Ermita San Antonio con motivo del XX Aniversario de la publicación del primero libro de lucha canaria de la isla, "Lanzarote, en el terrero", del que es autor.

  

 

 

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