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Un Cabildo para gobernar, un pleno para discutir (1)

Más emocionado que nunca, Pedro San Ginés levantó la sesión plenaria  en la que se convirtió, por tercera vez en seis años, en presidente del Cabildo. Tuvo referencias emocionadas para su familia, desde su padre, ya fallecido, a su pareja Macu, que estaba en primera fila tan guapa como siempre,  junto a los San Ginés  Gutiérrez, que recibían, también emocionados, los halagos y agradecimientos del hijo/hermano/cuñado presidente.

 Pedro se aventuró a decir, en ese momento en el que se volcó en los  suyos, que sufren también sus excesos y las exigencias del cargo,  que probablemente sería su última toma de posesión en ese salón de actos. Fue el momento final, que tuvo de colofón un aplauso casi generalizado en la sala, si exceptuamos a los seguidores de Podemos, que sólo se aplauden a sí mismos.  Ni tan siquiera sus consejeros, que sí fueron aplaudidos por el plenario al prometer, aunque fuera por imperativo legal, y con mensaje complementario adjunto, como si fuera poco ya que después dedicaran casi el doble tiempo permitido a arremeter contra el presidente pero sin encontrar ocasión para decirnos qué quieren hacer o qué harían.

El salón de plenos del Cabildo está hecho como casi todo en el poder:  mirándose el ombligo los políticos. No se explica la majestuosidad y largura que se les concede a los 23 consejeros en un espacio en el que después apenas caben los familiares de ellos mismos. Está claro que más que un salón es una vitrina donde se exponen y se exhiben sus excelentísimos y el pueblo debe quedarse en la puerta o en la sala de al lado y seguir por pantalla gigante el transcurso del pleno, sin poder interactuar con los actores y actrices de esta película llamada política insular. Ya no les vale ni aquello de que la política es teatro, especialmente porque se oye cada vez más ruido en el patio de butacas, y apuestan por el cine, por la distancia catódica donde el pueblo es mero receptor.  Dentro, sólo para familiares, con la excepción de la murga de los desahuciados ( los de verdad, no la del carnaval), que estaba arrinconadita y rodeada de hombres de Seguridad, que con disfraz verde y proclamas Podemos intentaban ponerle color a un acto con demasiado calor.

La fauna cabildicia se ha renovado tanto, 19 de los 23 consejeros son nuevos ( que no jóvenes, aunque también) que al entrar en el salón el secretario y la interventora, tan elegantes y animosamente hablando, algunos, los menos experimentados, se preguntaron de qué partidos eran. Pero la duda quedó resuelta al sentarse los 23 consejeros de forma un tanto caprichosa, por mucho que estuviera prevista. Yo no entiendo un arco parlamentario en el que Somos Lanzarote se encuentra en frente de Podemos y al lado del PP, que a Matilde Corujo (PP) casi le da un soponcio cuando a su lado, Tomás López ( Somos) desgranaba su discurso a toda prisa pero sin dejar títere con cabeza en la política del PP. Más sentido parece que tiene que Podemos estuviera pegado al PSOE, aunque después con quien tiene pacto de gobierno es con CC, que se sitúa al otro lado de la mesa, al lado del PP.  Manuel Cabrera (PIL)  servía de barrera natural entre Carlos Meca,  y Benjamín Perdomo  (Ciudadanos) que son iguales de emergentes y polemistas. Tanto es así que Meca le tiene más miedo a Benjamín ( que además de llamarse así es el más joven del plenario) que a Pedro San Ginés y seguro que desde ahí le viene más de un golpe directo a sus intervenciones más propias de Leo Bassi que de un político. De ayuda, tiene el hijo del Pollo de Tías a Juan Manuel Sosa (NC) , el consejero de mayor edad , que se sentó entre él y el benjamín.

Aunque parezca por la posición que este Cabildo es pura anarquía, nada más lejos de la realidad. Los garbanzos ya están repartidos: el poder y la gobernanza está en manos del CC, PSOE y PIL, que se sumará al gobierno desde el inicio, porque el acuerdo ya está hecho para dar estabilidad a San Bartolomé y Arrecife y sumar un consejero más al lado de los gobernantes.  Serán trece consejeros en el gobierno y diez en la Oposición. Y aunque haya mucho ruido y mucha discusión, nada justificará que no se tomen las decisiones adecuadas para que Lanzarote tenga cuatro años  de gestión y bienestar.

Tendrán días de plenos y discusiones.  Y la vitrina se convertirá en un juego de egos donde todos, los ocho portavoces de los ocho partidos buscarán las mayores ocurrencias para tener un minuto de gloria, pero el éxito o fracaso estará en que quienes tienen la mayoría sepan usarla para conquistar mayores cotas de bienestar para esta isla. Y no caben excusas. Ni el ruido, ni la lluvia, ni el circo. Ninguna. Que les pagamos a todos, a los que montan la carpa, a los payasos  y a los que tienen que tirar del carro. Así que cada uno a lo suyo, y todos a los nuestro.

 

 

 

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