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EDITORIAL del domingo ¿Dimite Espino?

El secretario general del PSC-PSOE de Lanzarote, Carlos Espino, tendrá que ir a declarar en calidad de imputado, en diciembre, al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción nº1 de Arrecife. Hasta allí le lleva una querella presentada por el Consejo de Administración del EPEL de los Centros Turísticos por presuntas irregularidades cometidas a lo largo de los más de dos años que Espino Angulo fue consejero delegado de ese ente público del Cabildo de Lanzarote. El hecho de que se le haya imputado en la presunta comisión de delitos como prevaricación, cohecho, malversación de fondos y fraude en el desempeño de un cargo público ha provocado una lógica reacción social.

Carlos Espino llegó a la política a principios de la pasada década de la mano del que fue su secretario general y del partido, Manuel Fajardo, y los dos bajo la protección de Miguel Angel Leal, el hombre fuerte de PSOE en Lanzarote hasta que la Ejecutiva Regional y sus queridos compañeros decidieron, por la fuerza de la jerarquía, dejarle en la estacada. Aunque ni Manuel ni Carlos habían tenido biografía de izquierda, quisieron hacer un gesto de imagen del cambio a una política lanzaroteña llena de aristas. En ese escenario, Espino Angulo alabó la democracia interna del partido, defendió la necesidad de oxigenar la vida política insular, se erigió como luchador contra las malas praxis en la administración y apostó por separar al imputado judicial del cargo, sobre todo si eran delitos relacionados con el enriquecimiento ilícito del sujeto o de terceros favorecidos por el mismo. Sin duda, una cartilla intachable de difícil superación en el ámbito político insular marcado por el analfabetismo ético, estético y normativo. Era la declaración de intenciones de un hombre bueno. Buenísimo.

 

Carlos Espino, lejos de apostar por oxigenar la vida política, apostó por la continuidad. Con los defectos y virtudes que ya estaban instalados en la política de Lanzarote. Su primer paso no fue oxigenar la política sino oxigenar la continuidad en el poder. Por ello se abrazó al PIL, cuyo líder estaba en la cárcel por delitos parecidos a los que ahora se le imputan. Por ello no tuvo problemas en hablar con Dimas Martín por teléfono y en reuniones mientras, sin saberlo, la UCO estaba siguiendo los pasos de su compañero de fatigas políticas. Por eso, defendió el Plan de Viabilidad de Inalsa que ahora dicen que era un suicidio para la empresa pública. Carlos Espino tuvo la oportunidad de apostar por oxigenar la vida política y apostó porque todo siguiera igual para tener poder. Primer encontronazo consigo mismo.

 

Espino Angulo quiso ser secretario general al dejarle el camino expedito su jefe Manuel Fajardo. Pero encuentra una oposición bestial de un sector crítico del partido que tenía los apoyos necesarios para impedirlo. Espino olvidó la democracia interna del partido y los derechos de los afiliados, dejando a la mitad de los mismos sin representación en el Congreso Insular en el que se erigió en secretario insular. Espino ya es secretario general pero acabó con el precepto de un partido democrático. Segundo encontronazo consigo mismo.

 

La Operación Unión le estalla en las manos a Carlos Espino y ve como se desmorona su castillo de naipes de poder. Entonces se erige como el gran luchador contra la corrupción hasta el punto de negar hasta por tres veces que conociera, hablara y se reuniera con Dimas Martín. Al juez Romero Pamparacuatro, en cambio, le dijo que no se acordaba cuántas veces se había reunido con Dimas. La película empezaba a ser distinta de cómo la contaba. Convencido de que había que ser más correcto que recto, pide que dimitan todos los imputados por la gravedad de los presuntos delitos manifestando, con acierto, que la administración no puede estar bajo sospecha. Así el PSOE que él comanda expulsó a afiliados incómodos. Una medida ejemplarizante. Ejemplar. Ahora, el secretario general de los socialistas ha sido imputado por delitos propios de corrupción. ¿Qué debe hacer el secretario general del partido ejemplarizante?

 

Carlos Espino ha conseguido lo que muy poco políticos. En apenas dos años ha demostrado, con pruebas de absoluta solvencia, que es exactamente lo contrario de lo que había dicho que era. Es la mayor muestra de transparencia de un político en toda la historia de Lanzarote. Merece premio, sinceramente. Además, Carlos no va a dimitir, lo que será su tercer y definitivo encontronazo consigo mismo. No va a dimitir, entre otras cosas, porque, aunque el cuerpo se lo pida para inflar su exhibicionismo, eso sería irse a la vez de su privilegiado púlpito político y del cargo público que le financia.

 

Carlos llegará a las elecciones como secretario general y aspirando a cargo público. Y eso nos dirá si los electores en general, y los votantes socialistas en particular, están por la labor de castigarle a él y a sus compañeros  de batallas por lo que han hecho con el partido. ¿Dejaría Espino el partido, aún teniendo unos malos resultados electorales? Ya no caben más encontronazos ni consigo, ni con la militancia, ni con sus contrarios internos.

 

  

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