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EL EDITORIAL del domingo El principal problema

La  esencia política, funcionarial  y empresarial de la isla está bajo sospecha desde hace más de un año tras dos operaciones judiciales con amplio despliegue policial. Políticos, funcionarios, empresarios y amigos de unos y otros que pasaban por allí se encuentran imputados por delitos muy propios de la corruptela. Alcaldes, consejeros, concejales, técnicos, líder, presidente y secretario general de partidos se encuentran entre los implicados en esta vendetta.

Además, Lanzarote sufre la crisis económica como nadie. El desmoronamiento de la construcción y la caída del turismo han hecho que la alegría de los lanzaroteños se torne en tristeza. La tierra donde todos tenían trabajo, donde todos los días llegaba alguien para instalarse aquí, que se quedaba prendado de las bellezas de la isla y del especial encanto: había trabajo para todos, bien pagado y con derecho a vacaciones de seis meses a cargo del Instituto Canario de Empleo. Se salía del mercado laboral de forma voluntaria porque se sabía que se volvía a entrar sin dificultad desde que se quisiese. Eso se acabó. Las salidas en estos dos años han sido sin retorno. Cerca de uno de cada tres lanzaroteños está echado a la bartola. Algunos ya han agotado hasta sus derechos de prestaciones por desempleo. Los peores llegan a casa y ven como su mujer e hijos tampoco trabajan. En Lanzarote, las cosas van mal. Muy mal.

 Tanto por las maneras arbitrarias, frívolas e irresponsables de gestionar lo público como por la situación económica producida por nuestra gran dependencia exterior, la crisis mundial y la indescriptible capacidad para no crear, las administraciones viven también con la soga dejando marca en el cuello. Un suicidio inconciente que se ha construido como la estafa del Forum Filatélico, pensando que las aportaciones futuras iban a dar cobijo a las deudas presentes. No ha sido así. Las cuentas están en el aire, la capacidad de pago por los suelos y las expectativas tanto públicas como privadas en plena depresión. Nubarrones y más nubarrones en el destino de sol y playa.

 Esos son los problemas que vivimos con paro, administraciones paralizadas y bastante tristeza. ¿Pero el debate público de políticos y periodistas es ese? ¿Se masca ese ambiente?¿Se exigen soluciones? ¿Se busca al político para solucionar o para ver cómo se soluciona? Que va. En el debate mediático, esos problemas son sólo un condicionante para sus apetencias de grupo privilegiado. Es realmente penoso que una persona que se ha quedado sin trabajo o un autónomo o pequeño empresario que ha tenido que cerrar se encuentre con que sus programas informativos preferidos se concentren en denunciar si le han dado la licencia o no de apertura a ese medio de comunicación, o si le contratan servicios extraordinarios, tan extraordinarios que a veces ni se llegan a hacer pero sí a cobrar de forma generosa. Que se insulte al presidente del Cabildo no porque no sepa sacar a la isla del problema que tiene sino porque no contrata publicidad en la cantidad que ellos quieren o que necesitan para seguir en un tren de vida que no quieren parar en medio de esta crisis.

Los mismos que critican a los políticos por su forma de gestionar, los mismos que gritan que se acabó la fiesta, al poner la sintonía se desgañitan para exigir lo suyo. Que es lo de todos.

 Un medio de comunicación, como casi todo ser, nace con las ilusiones de sus promotores, crece si atiende las ilusiones de la sociedad y muere si pierde el interés de sus promotores o de sus seguidores. No hay trauma en ello, aunque es lógico que tenga duras consecuencias. Pero si se desvirtúa, se convertirá en un monstruo que refleja sólo los defectos de sus promotores, se aleja de quienes tenían que ser sus seguidores y se dedica a intimidar voluntades ajenas para mantenerse vivo. Todos los días, se puede comprobar que lo que buscan muchos medios y muchos políticos no es que Lanzarote vaya mejor. Y ya lo tienen tan claro que se atreven a sacrificar las audiencias y lectores para reivindicar con demagogias lo suyo en detrimento de lo de todos. Cuando las arcas daban para todos, esta crispación era menor, pero las intenciones eras las mismas. Aquí no preocupa el paro, no preocupa la debilidad de la estructura económica, no preocupa la corrupción, ni la incapacidad.

 Aquí, parece ser, el principal problema es qué abogado se contrata.

    

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