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Una década, dos trincheras

Eso es lo que hay (Elecciones locales) (XXXIX)

Diez años, una década, dos lustros, de cualquier forma que se diga, suena a mucho tiempo. Para cualquier cosa. Diez años de amor es una década gloriosa; diez años de maltrato, un infierno; diez años de oposición, una eternidad; diez años de gobierno, una oportunidad historia. Pero diez años no son más que otros diez años, no son más que otra década, o que otros dos lustros. En esas secuencias temporales parecidas, debe fundamentarse diferencias y semejanzas, ventajas y desventajas, aciertos y fracasos.

Y, claro, la comparación también cabe entre lo que fue y lo que pudo ser esa década. Pero sin utopías, con datos y extrapolando los personajes tan reales como los que escribieron la historia de ese tiempo, de ese ciclo de gobierno, porque, sí, les hablo del periodo de gobierno de Pedro San Ginés Gutiérrez (1968) que mañana se extingue. No es fácil valorarlo sin apasionamientos, sin caer en las filias y las fobias de cada uno, sin  recordar aquella “putadita” de la que fuimos víctimas o de aquella prebenda de la que también fuimos beneficiarios. En esta isla, pequeña, ruidosa, y excepcionalmente bella y diversa en lo natural y en lo humano, todos formamos parte de la solución y del problema, aunque no todos a partes iguales.

La valoración de los dos mandatos y medio de Pedro San Ginés al frente de la Presidencia del Cabildo de Lanzarote ha estado marcada por el frentismo acérrimo, a veces rozando el fanatismo más intransigente por un lado y por el otro. Unos se dedicaron a contar exclusivamente sus errores, en su afán de desprestigiarle cuanto antes para precipitar su caída. Otros, en cambio, obviaron la cita a cualquier error, edulcorando las partes críticas y exaltando los éxitos. Fue tan descarado y patente el atrincheramiento, tan perverso como interesado, que no nos sirve para encontrar la verdad la simple contrastación de ambos planteamientos comunicativos. Se escapa, entre medios, lo que hubiera sido un análisis sosegado y ajustado al propio devenir político de la isla, sus recursos humanos y la proyección de sus planes e intenciones. ¿Pero quién estaba por la labor de contar la verdad o ayudar a entender lo que pasaba? Queda claro que la mayoría, los que más capacidad de influencia tenían y tienen, apostó por deshojar la margarita de si me viene bien a mí y mis intereses la permanencia del personaje en ese puesto. Dependiendo de si la cosa acabara en sí o no, se planteaba la batalla y se contaba todo lo bueno, de forma exagerada, o todo lo malo, de forma hiperbólica, en caso contrario.

La cuestión es tan sencilla de entender que encontraría su parangón en la valoración de una empresa privada. Imaginase que un medio nos habla nada más que de los crecientes ingresos de la misma, de cómo crece la facturación y cosas parecidas, sin hacer mención nunca a los costes, a los gastos. En cambio, otro medio nos habla permanente, exclusivamente, de cómo crecen los gastos, los elevados costes sin hacer mención a los ingresos en ningún momento, siempre, además, de forma exagerada y pretendiendo crear una imagen negativa intencionadamente. No hay forma de saber cómo va esa empresa. No podemos decir si se está gestionado bien o mal. Que crezcan los ingresos no es un dato determinante, si quiera, para que una empresa sea rentable, tampoco se va irremediablemente a la ruina porque sus costes empiecen a subir. Necesitamos la cuenta de resultados. Necesitamos una senda de contrastación contable realista que marque la senda de la optimización de los recursos y la maximización de los beneficios. Y eso no se ha hecho de la Presidencia de San Ginés. Creo que de la de nadie, pero menos de la Pedro. Donde el atrincheramiento ha sido tan brutal que en las elecciones en las que pierde su continuidad diez años después, por menos de 200 votos, se planteó en clave de dos bandos radicalizados, uno con Pedro y otro con María Dolores Corujo, donde, paradójicamente, y a pesar de que él perdió la presidencia, elección directa frente a la socialista, su bando ganó. Sí, ganó en las elecciones la propuesta que garantizaba que Pedro San Ginés, con un descabalgamiento de días, seguiría siendo presidente. Y esto es así porque el centro derecha que teóricamente apostaba por la continuidad, frente al gobierno de izquierdas, sacó más votos y más consejeros. Los 12 de la suma de CC  (8) más PP (4) son más que la suma de los PSOE (9) y Podemos (2). Pero, como hay vida fuera de las elecciones, y mucha rabia contenida en el PP, el pacto del bloque fuerte (PSOE) de la izquierda y el bloque débil del centro derecha (PP) ha dado en el traste con las esperanzas de Pedro de volver a corto plazo. Aunque nunca se sabe.

Los diez años de gobierno de Pedro San Ginés (CC), compartido unas veces con el PP, otras con el PSOE, y otras sobreviviendo en tiempos de tormenta con situaciones traumáticas con sus socios o ex socios son, claramente, mejorables. Pero caer en la ruin comparación con la década 1999-2009 para decir que fue mejor, es una simple maldad, aparte de una grotesca exposición, fruto del desánimo intelectual que produce estar alineado en el bando perdedor.

 La primera década del siglo XXI fue tan mala como la última del siglo XX, llena de inestabilidad política, despilfarro y agudización de los principales problemas de la isla, Aunque es cierto que la bonanza económica reinante, tanto dentro como fuera de Lanzarote, que no dejó de crecer en esos veinte años en construcción, PIB, y población, inmersa en un desarrollismo incontrolado que la parte político vivió sumándose al festín con comportamientos corruptos y demás. Quienes fundamentan sus críticas a San Ginés en esos años, lo que añoran no es una buena gobernanza pública. Eso está claro. El Cabildo de la década anterior fue más inestable, afrontó menos problemas reales y se cargó con más gastos que la década timoneada por San Ginés. Eso es evidente. Tanto como que Pedro San Ginés se vio torpedeado desde el principio por un amplio sector de su propio partido ( que tuvo casi que refundar para colocarlo de su lado mayoritariamente) y de los poderes fácticos controlados por aquellos, al margen del acoso atroz del PSOE que no le ha perdonado nunca que los descabalgara del poder con una moción de censura en el Cabildo que abrió la puerta a la mayor derrota del PSOE en 2011, que significó la desaparición del Cabildo de la presidente Manuela Armas y su escudero Carlos Espino, que también perdió en el lance la secretaría general del PSOE en Lanzarote y fue llevado a los tribunales con imputación de varios presuntos delitos, encuadrados en la banda ancha destinada a la corrupción en el Código Penal.

No se puede negar, salvo en clara alineación política con sus detractores, que Pedro San Ginés ha sabido afrontar grandes problemas que se agudizaban metidos en una espiral peligrosísima. Les cito los CACT, el centro de residuos Zonzamas, INALSA, como temas más evidentes, de que, al margen del enorme despliegue de propaganda política que ha llevado a cabo, con un gabinete de prensa que supera en recursos humanos a cualquiera de los medios insulares, tenía una visión global de la isla y un plan para solucionarlos.

Tampoco se puede negar que el Pedro San Ginés, piropeado en tantas ocasiones por su buena planta y su atractivo físico, desmereciera mucho su imagen de gestor y hombre público con sus andanadas verbales, más propias de un hooligans que de un hacedor político de alto nivel. San Ginés tardó en darse cuenta que sus interpretaciones plenarias y mediáticas al más puro estilo del peor Fernando Fernán Gómez más que sumarle adeptos lo que estaba era dañando su imagen en muchos sectores sociales, de forma más significativa en la partes más formadas e ideologizadas. Y ese fue el hilo que aprovecharon sus detractores para ponerlo en solfa y concluir que a Pedro había que echarlo por ser “un salvaje”, por ser “un déspota”, por ser “un malcriado”, por no tener autocontrol, por ser “un maltratador” de todo el que le lleva la contraria. Abierta esa vía, nunca más volvió a cerrarse, a pesar de que el presidente comenzara a hacer sus ejercicios para amansar la fiera que llevaba dentro desde su infancia un hijo de gente humilde de Titerroy que tuvo que encararse al mundo hostil de la pobreza para, agarrado a una exigua beca, traerse su diploma en Empresariales, imprescindible para entender también su afán por cuadrar los número e intentar ver la cuenta de resultados. Ya no hubo vuelta a traer, con francotiradores apostados en el pleno, en el público, y en los medios para provocarle con actuaciones que habrían puesto en un brete al propio Job (al de la biblia, no al famoso creado informático).

San Ginés cometió muchos errores, eligió mal a algunos de sus hombres y no supo ver que lo que necesita esta isla es un líder no un jefe rudo que nos obligue hacer lo que necesitamos. Quizás esa forma de ser también esté presente en esa relación amor/ odio que ha mantenido con Astrid Pérez (PP), que llevó a esta, primero, a abandonar el Cabildo y recalar en el Ayuntamiento de Arrecife para convivir con los pactos con CC sin tener que encontrarse con él en la rutina diaria, y, después, a su total abandono y dejarse caer en los cálidos brazos del PSOE insular personificados por Loli Corujo.

Está claro que se pudo hacer muchas cosas más en estos diez años. Y que las pudo hacer el propio San Ginés. Pero si hacemos una prospección y trazamos una serie en los últimos treinta años de gobierno en el Cabildo, dudo que se hubiese estado mucho mejor ahora con otro gobierno. Conociendo a los políticos que han estado estos diez años y las posibles alternativas de gobierno, dudo mucho que se hubiese superado la gestión de Pedro San Ginés. Sinceramente, lo dudo. Y lo digo con honestidad, con miles y millones de razones menos que otros para decirlo, pero con menos heridas también que otros para ocultarlo. Quizás, hubiésemos tenido una década menos polarizada, más tranquila, con más estómagos agradecidos, que también los ha habido en esta y de qué manera, pero no creo que fuera una mejor gestión pública. Este Cabildo ha dado pasos de gigante en estos diez años, aunque es verdad que ha habido muchas exigencias exteriores, estatales, que han obligado a transformar todas las instituciones públicas, pero quien reduce todo lo positivo a eso, simplemente permanece en su trinchera en los momentos actuales, en el tiempo del armisticio para llevar a cabo el relevo de gobierno el próximo martes, 25 de junio.

Sé que no es una jugada inteligente reconocer, a las puertas del cambio, los méritos del perdedor. Pero tampoco es el momento de meterse en una de las dos trincheras, en este caso en la ganadora, que he estado evitando estos diez años. Dicho queda.

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