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El día del “NO”

He oído y leído en algunos foros que algunos consideran a estos canarios de Lanzarote y Fuerteventura seres extraños y raros porque, teniendo una inmensa bolsa de petróleo en el fondo del mar, en forma de tesoro, se niegan a explotarla. Remarcan, con el énfasis propio de quien no conoce el negocio o se va a beneficiar muy bien del mismo, que a los precios que está la gasolina y los majoreros y conejeros, majos todos, se plantan con estas reticencias al oro negro. Que a qué vienen esos aires de autocomplacencia de estos necios que, por no tener, tienen hasta menos trabajo que otros territorios. Pero que se creen, argumentan, estos apenas 250.000 habitantes refugiados en dos islas secas e históricamente pobres de solemnidad, ¿Acaso pretenden que España renuncie a mejorar su independencia energética por miedo de ignorantes?

Algo de razón tienen quienes piensan así. Es verdad que los canarios de estas islas somos raritos de redondeces masculinizadas. Pero de qué otra forma podríamos ser cuando hace apenas cuarenta años nos moríamos de sed  y reutilizábamos la escasa agua hasta el absurdo. Con la misma agua que nos bañábamos en una palangana o barreño, regábamos las plantas. Estábamos esperando semanas para que nos trajeran una cuba de agua, 20 pipas, para llenar nuestras aljibes vacías, único depósito familiar de cuya administración dependíamos para saciar nuestras necesidades, las de los semilleros y animales domésticos. Algo raro sí debemos ser porque bebemos agua de mar, no destilada ni proveniente de manantiales formados por agua de lluvia o del deshielo.

 Pero es que, además, de ese mar que sacamos el agua también hemos extraído buena parte de las proteínas que enriquecen nuestra dieta con aporte de la fauna marina. Y con la pesca en el mar, complementamos una agricultura de subsistencia con dos o tres productos de exportación. ¡Que raros somos! Porque apostamos por el turismo, dando un salto cualitativo importante para pasar del sector primario al terciario, al de los servicios, dejando que miles de foráneos se asentarán en estas tierras secas y sedientas para compartir con ellos la riqueza que nos proporciona el disfrute de nuestras singularidades por parte de los turistas. En apenas tres décadas se ha multiplica por casi tres veces la población, a pesar de que las madres lanzaroteñas y majoreras paren cada vez menos.

Hemos sido tierra de emigrantes que han abierto las puertas de par en par para compartir con todos nuestras riquezas. Inmigrantes del resto del territorio estatal, de Europa, de Africa, del mundo entero se han asentado en estas dos islas para labrarse un futuro con su esfuerzo pero también con nuestro respeto y consideración. Y somos tan raros, que ponemos esas preciosas playas, de arenas blancas y aguas cristalinas al servicio de nuestro sector turístico. Y la gran mayoría de nosotros vivimos de trabajar, directa o indirectamente, en proporcionar servicios de calidad a esos europeos a los que les encanta tirarse en ese jable y disfrutar de esas limpias y relajantes aguas del atlántico. A pesar de que sufrimos un momento de crisis, global pero mucho más acentuada por nuestras singulares condiciones de isla pequeña ultraperiférica con doble insularidad, somos tan raros que defendemos el mar por encima de todas las cosas. Y lo hacemos como verdaderos ignorantes a ojos de aquellos que desconocen nuestra realidad o que la obvian por interés.

Somos nosotros los raros que defendemos lo que nos da de comer y de beber y renunciamos al cofre que está en el fondo del mar. Somos raros, raros de bola doble, por no agradecerle a papá estado y hermano mayor Soria que nos traiga la llave que abre el cofre que está en el fondo del mar. Somos raros y más raros porque no entendemos que los intereses de España están por encima de nuestro derecho a tener comida y agua. A tener un trabajo digno y limpio. Somos raros de verdad por querer esforzarnos para adentrarnos en el futuro y nos negamos a hundirnos en el pasado. Pero que raros somos que apostamos por una energía renovable, para la que tenemos una potencialidad marina, eólica y solar incalculable y cuya producción utilizaríamos directamente nosotros sin apenas contaminación y nos negamos a explotar un yacimiento fósil, de energía altamente contaminante, de la que no nos vamos a beneficiar ni por su uso directo ni por participar en el reparto del suculento negocio que se reserva la multinacional española Repsol con entrega de una pequeña parte al estado español que le da entrada en su caja única para disfrute de todo el inmenso país ibérico.

Este escenario que nos pintan las prospecciones petrolíferas es realmente desolador para esta población tan rara. Que no entiende por qué se tiene que abrir su cofre sin contar con ella ni tener en cuenta en qué querría utilizar esa riqueza. Que se haga sin la más mínima transparencia y con unos modos tan rudos y prepotentes. Que nos ponga en nuestra balanza los riesgos de la explotación y los resultados se los lleve para equilibrar la suya.

 Estos raros canarios de Lanzarote y Fuerteventura se han levantado hoy con la pierna izquierda. Miran a su alrededor y ven un día hermoso, sin viento, sin ruidos, con el océano azul en el horizonte, con familias que pasean tranquilas, con turistas en bañador que pisan la arena y buscan el chapuzón y se preguntan qué necesidad tienen de poner esto en riesgo porque haya un tesoro en el fondo del mar que algunos se quieren llevar a lo largo de veinte años de plataformas, y miedos de vertidos que laminan nuestra tranquilidad y la de quienes nos visitan. Y estos canarios harán una vida relajada y a las siete de tarde darán un paseo por su capital, de forma animosa y solidaria, entre el Cabildo Viejo y Nuevo, por la avenida marítima, y dirán “NO”. “NO” a las prospecciones, “NO” a las plataformas, “NO” a los riesgos de vertidos, “NO” a los abusos, “NO” a las imposiciones, “NO”. Dirán “NO”. “NO”, “NO”, “NO”. Y  regresarán a sus casas convencidos de que su voz se ha oído. Porque hay cosas que no, porque “NO”.

 

 

 

      

 

 

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