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La primera vez. Otras vendrán

La derrota del PP en Andalucía, evidente derrota por mucho que se haya convertido en primera fuerza política, es el resultado del temor de la ciudadanía a la hoja de ruta oculta del nuevo Gobierno central. A pesar de los múltiples escándalos, de las irregularidades, del despilfarro en la gestión socialista andaluza, los ciudadanos han optado por lanzar un mensaje diferente al que quería escuchar el PP. El resurgimiento de IU, que pasa de 6 a 12 diputado, es una apuesta clara y evidente de los electores.

 

Salir de la crisis, superar la situación. Todos estamos de acuerdo. Incluso, todos estamos de acuerdo en la necesidad de recortes, de una política de austeridad y ahorro, de optimizar al máximo los recursos públicos, de reducir gastos y fijar prioridades. La idea de una ley de transparencia es positiva, la intención de exigir responsabilidades a los gestores públicos es buena. En lo que no estamos de acuerdo es en que para salir de la crisis hay que sacrificar todo lo conseguido en materia social. Y los que se tienen que sacrificar son, por supuesto, los mismos de siempre.

No es lógico que para salir de las crisis haya que ir, prácticamente, al despido libre, pero que no se piense para nada en gravar los capitales ni la especulación financiera. Es difícil que el ciudadano pueda sentirse así identificado con un Estado que a la primera de cambio arremete contra ellos, mientras que deja a otros sin exigirles responsabilidades.      

Los ciudadanos quieren un gobierno capaz de actuar con firmeza y contundencia. Pero firmeza y contundencia no se pueden confundir con prepotencia, con la aplicación del rodillo, y sin que se vea intención alguna de acceder a un diálogo por mínimo que sea. Llámese reforma laboral o llámese prospecciones petrolíferas, el PP está perdiendo una excelente ocasión para demostrar su homologación con la derecha europea civilizada.

Ser civilizados también implica, de alguno forma, no menospreciar ni tratar de rebajar o de ridiculizar a aquel que no comparte tus opiniones o decisiones. Las referencias del Sr. Soria a batucadas y bocadillos  como aliciente para manifestarse contra las prospecciones petrolíferas, están más que fuera de lugar y resultan francamente decepcionantes.

El PP ganó legítimamente las pasadas Elecciones Generales del 20-N, las ganó también por tener ante si a un PSOE acobardado y desnortado que, en lugar de enfrentarse a la crisis a tiempo con medidas claras y contundentes, se entregó a los dictados de los mercados financieros, inventándose hoy una y mañana otra sin que ninguna lograra convencer a nadie. Pero eso sí, en algunas pueden estar seguros del agradecimiento infinito del PP, por haberle  hecho el trabajo desagradable. La entrega de las Cajas de Ahorro a la banca privada, por ejemplo, no pasará seguramente a la historia como una de las grandes contribuciones del PSOE a la pluralidad y diversidad del mercado financiero. Y ya no hablemos de las ventajas para el ciudadano-cliente. 

El PP tiene ahora dos opciones. Por una parte, puede emprender unas políticas de austeridad  y ahorro sin que ello suponga aniquilar derechos básicos, sin desmantelar los instrumentos de protección social, ni consolidando la precariedad laboral y social como situación normal,  y sin exponer al país a una tensión y crispación social permanentes. Por otra, puede seguir por la senda del despropósito, jugársela a todas, confiando en que para las próximas elecciones los ciudadanos se habrán olvidado y acostumbrado a este nuevo (viejo) estilo de hacer política.

 (*) Damián Peña es portavoz de Opción por Lanzarote

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