PUBLICIDAD

Dos décadas de Fundación

Veinte años después de su creación y casi de la muerte de su creador, que falleció en un accidente de tráfico seis meses después, la Fundación César Manrique celebra dos décadas de interacción cultural y social. Su pronta orfandad, fruto de la muerte de César y también de que tuvo poco tiempo para definir qué quería de ella y que a sus 73 años siguía tan implicado en sus creaciones como siempre. Hubo que hacer la Fundación y  ponerla a caminar sin la luz orientadora del genio. Y se hizo.

 

 Su hombre de confianza, el hijo de su gran amigo Pepín  Ramírez, presidente del Cabildo en los años sesenta del siglo pasado, que le abrió las puertas para que creara las maravillas que hoy tenemos en Lanzarote, fue la persona elegida. Como heredero universal y como responsable máximo de un proyecto con un potencial enorme pero también estaba huérfano de recursos inicialmente. Era un reto dificilísimo, como diría César, enamorado siempre de los superlativos “ísimos”. Pero el hijo del amigo, su persona de confianza, José Juan Ramírez, con su cara de hombre bueno, su formación de abogado, y sus indudables buenas relaciones con la parte más pudiente de la isla, a la que pertenece por familia y condición, hizo su trabajo bien. Aceptó desde muy pronto sus limitaciones y se dedicó a explotar sus fortalezas. Con el patronato fundacional hecho en vida de César y  su ejército de trabajadores, pequeño pero bien elegido y entrenado, formó un staff a su medida, donde la cabeza visible del filólogo y director Fundacional, Fernando Gómez Aguilera, ha marcado estilo y ritmo combativo. Hay gente muy valiosa en la Fundación. Tiene un buen equipo, un buen staff. Por lo menos eso pienso de las personas que conozco medianamente bien y están allí. A los que no conozco, también les creo capaces.

 Fundación, centro turístico

 La Fundación César Manrique ha jugado un papel importante en estas dos décadas. En primer lugar, nos ha suavizado la pérdida repentina del genio, faro de Lanzarote en el mundo entero, y sirve para que quienes nos visitan mitifiquen la isla en el recuerdo de César y su obra. Ese objetivo de centro turístico cualificado está más que conseguido. Además, les da una importante recaudación vía taquilla, que sumada a la venta de merchandising y otros les permite autofinanciarse y ganar en libertad.

 Oferta cultural

 La Fundación desarrolla paralelamente al trabajo de conservación y difusión de la obra y biografía de César también una oferta cultural de calidad, de enorme valor pero que en ocasiones se le ha criticado por entenderse elitista, no tanto por su contenido, de buen gusto  y bien elegido, sino por las personas a las que va dirigido. Las fotos de los asistentes a sus actos, dicen, se pueden intercambiar sin que se note excesivamente al estar presente en la gran mayoría las mismas personas. Se critica que tiene un círculo social que potencia con estos actos para que sirvan de anillo de salida de sus otras propuestas y sirvan de apoyo en distintos sectores. Vamos, que se ha convertido en un instrumento al servicio de su otra actividad como agitadora social. Al margen de esas posiciones, el diseño de catálogos, la publicación de libros, el protocolo de actos rezume calidad y buen gusto. Allí ya no queda nada, en esas cosas, de la anarquía argumental de César, de su voz  gritona, de su mensaje improvisado, de esa empatía directa y fluida con el pueblo que le entendía y le amaba. Pero es que no es César, es la Fundación. Y parece hasta lógico que se noten las diferencias que tienen las organizaciones frente al individualismo, siempre y cuando no se mate el objetivo, la razón de ser.

 Actividad agitadora

 La Fundación César Manrique ha puesto una enorme pasión en su tercera actividad, la reivindicativa, la de agitadora social. Y en este campo, los señores del protocolo de Fundación en sus actos internos, se desmelenan en la calle, donde han desarrollo una importante batalla por la conservación del territorio, sufragando incluso pleitos judiciales para ir en contra de los infractores, en ocasiones de la mano del Cabildo y en otras en su contra. Se le ha criticado también su alineamiento partidario en ocasiones y sus enfrentamientos con otros gobiernos más por afinidad que por conceptos o ideas. Que no han actuado como agentes ajenos, sin pretensiones espurias, y que han buscado convertirse en una especie de consejo consultivo en la sombra de las decisiones que se toman en la isla. Idea que chocaría enormemente con los criterios que defiende públicamente de transparencia de la administración y el principio de equidad como garante de la igualdad de todos los lanzaroteños. 

 El campo de la contestación social es el más complicado, donde chocan infinidad de intereses y se mezclan políticos, empresarios y lobbys mediáticos y sociales. La Fundación César Manrique es uno de ellos. Por definición, por intención, por historia de estos veinte años más los de vida de César Manrique y por voluntad propia. En este terreno no siempre se ha aliado ni ha asumido las estrategias que se espera de una organización con su nombre ni de sus buenas voluntades. Pero se le tiene que reconocer su trabajo también en este lado, con todos sus desaciertos en la estrategia, no en el objetivo.

 ¿Inmovilismo interno?

 La Fundación César Manrique, en sus veinte años de vida, no ha estado al margen de la isla. Y tampoco es sólo creadora. Es parte de esta sociedad y sus membranas sociales son permeables y, al igual que sus mensajes llegan a la sociedad, sus miembros se ven influenciados por la sociedad. Dos décadas, dan para mucho. Lanzarote ha duplicado la población, ha desarrollado Playa Blanca, ha hecho y se ha cargado un Plan Insular, se han cambiado partes de las ciudades con obras nuevas,  se han formado miles de lanzaroteños, se lleva a Inalsa a la quiebra, los Centros Turísticos con millones de visitas de turistas anuales tienen pérdidas  y todo lo que conocemos. Y aún así los políticos se han mantenido los mismos con pocas variaciones.

 Hay un inmovilismo político que también se refleja en el staff y en el patronato de la Fundación. Se critica habitualmente los males que crea la permanencia indefinida en los puestos de responsabilidad pero la Fundación, que no es una empresa privada, ni pública, sino que es un ente con unas características muy definidas para que al hecho de no tributar, como hace el resto de las personalidades jurídicas, se le suma un beneficio público, también se agarra al machito tan propio de la partitocracia de que “como yo soy quien hace la lista, el más listo soy yo”.  La sociedad de Lanzarote ya no es la de los años 90, tampoco para la Fundación. Por ahí, también podría venir parte de ese divorcio sociedad civil- Fundación que algunos comentan pero que queda solapado por la enorme influencia que tiene tanto en medios de comunicación insulares y no insulares como en diferentes partidos y administraciones. Lo que dificultaría más que se viera el problema como real y se planteara un enriquecimiento intelectual invitando a entrar a nuevas personas, a nuevos pensadores.

 Aportación enorme

 Veinte años son muchos días. Sobre todo, cuando se trabaja de cara al público y se tiene que defender la imagen de un personaje que invita más a la hagiografía que a la referencia biográfica. Más todavía, cuando se tiene que interactuar socialmente, en problemas espinosos y trabajar con mucha gente que ni se conoce en muchas ocasiones. El error es parte del proceso, salvo que el proceso sea el error. Desde esa perspectiva, valoro enormemente el trabajo de la Fundación César Manrique, el global, el de la suma de las tres funciones, pero lo hago de una forma crítica. Entre otras cosas, porque ya sé que le sobran quienes le hagan mejor que yo el canto de cuna que prefieren todos los que desempeñan un cargo o desarrollan una función social.

 

Felicidades por los veinte años. La lucha es libre.

 

 

 

 

 

 

    

Comments are now closed for this entry