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Cegados por la estupidez

Parece tan simple como decir “gracias”, lo que nos enseñaron de pequeños en casa como respuesta inmediata de respeto y estimación por el beneficio o servicio ofrecido por otra persona como el sencillo hecho de recibir un vaso con agua. Ahora, hasta el simple “gracias”, cuesta. 

Recuerdo que padres y abuelos remitían a niños y jóvenes ‘maleducados’ a leer el libro de urbanidad, civismo y buenas costumbres de Manuel Carreño (1812 - 1874),  toda una autoridad latinoamericana en la materia.  Urbanidad, y no confundir con urbanismo, lo digo por los políticos ignorantes que luego van a los medios de comunicación y sueltan las barbaridades de su diario quehacer o no hacer. Y los hay hasta asesores de cultura de instituciones públicas que en su vida han ido a funciones artísticas y de gestión cultural saben 0,0.

Después de 170 años de su primera edición, el libro del autor, músico, pedagogo y traductor venezolano sigue siendo un referente para la población de más edad, que no solo extraña su estudio en las aulas, sino que sobre todo echa en falta los buenos modales y el buen comportamiento en sociedad.

Y me acordé esta semana del libro de Carreño viendo la polémica insulsa por el regreso de la obligatoriedad del uso de mascarillas en los centros de atención primaria y hospitales españoles provocada por la alta incidencia que están teniendo la gripe y el covid en la práctica totalidad del territorio nacional, una decisión también politizada y llena de cruces de acusaciones entre partidos, para que vean cuánto importa de verdad la salud pública a buena parte de nuestros politicuchos.

Con todo lo que vivimos y el reguero de muertes en la época más dura del covid, como homo sapiens – sapiens y miembros de una sociedad civilizada, que se supone íbamos a cambiar el chip egocéntrico a raíz del encierro y las restricciones con esas consecuencias sociales y económicas planetarias sin precedentes, no deberíamos esperar ni órdenes ministeriales ni resoluciones de “debates” de políticos charlatanes, para ponernos una simple mascarilla antes de entrar a un centro sanitario o residencia de mayores y hasta para viajar en cualquier medio de transporte público masivo, por nosotros mismos y por los demás.

Es un mero acto de responsabilidad individual, un gesto de inteligencia social atendiendo nuestra capacidad de entendernos con otras personas desde una postura empática y asertiva. O no nos damos cuenta que si miramos en nuestra familia o cerca de ella hay alguna persona enferma de gripe o con problemas respiratorios.

Desde antes del covid, para quienes tuvimos o tenemos familiares o amigos enfermos de cáncer o que padecen de neutropenia y en consecuencia tienen defensas bajas por la disminución de glóbulos blancos, que aumenta el riesgo de contraer infecciones, y perdón a la ciencia por esta explicación tan escueta, el uso de mascarilla en centros sanitarios y lugares concurridos era ya un acto normalizado, sin embargo, todavía tenemos que seguir soportando negacionistas y sectores políticos conservadores cegados por su campante estupidez.

Hay gestos elementales que ayudan a prevenir y concienciar. El decanato de Ciencias de la Información y Documentación de la Universidad Complutense de Madrid, donde estudia mi hijo, remitió una comunicación al alumnado avisando de la distribución gratuita de mascarillas en las aulas, a disposición de estudiantes y profesores que deseen hacer uso de las mismas durante todo el mes de enero, como medida preventiva, higiénica y de carácter voluntario ante el incremento de contagios entre la población por gripe o covid.

Son conductas simples de convivencia que dependen de nosotros mismos. No está en nuestras manos parar el genocidio de Israel a Palestina que deja ya 10.000 menores muertos en cien días, ni parar el ataque militar de esta semana de Estados Unidos y Reino Unido a Yemen, ni siquiera atajar la incontinencia verbal de políticos que están convencidos de que cada vez que abren su jeta dictan cátedra, pero sí poner algo de sensatez en la convivencia sin  tener que estudiar los consejos de Carreño sobre cómo debemos comportarnos en lugares públicos y privados, aunque a algunos les vendría bien un repaso del manual viendo su conducta en el “comercio” de la vida.

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