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La oportunidad de Clavijo

Conozco poco al actual presidente del Gobierno de Canarias, que ya fue presidente también de 2015 a 2019. Quiero decir que no somos amigos, que no mantenemos un contacto directo y cercano, que no quedamos para tomarnos un vino ni un café. En realidad, mi relación con él ha sido la mera profesional, con los habituales previos y post de entrevistas, tertulias o encuentros mediáticos. Pero reconozco, abierta y públicamente, que tengo cierta confianza en él. No me parece un cachanchán político al nivel de Oswaldo, para entendernos. Me parece que conoce bien el archipiélago y que quiere buscar las soluciones correctas, a pesar de estar sentado en un avispero donde las tramas e intereses de gente cercana a la organización política que lidera, puede poner en riesgo su proyecto y su propia continuidad. No hablo por hablar, ya le ha pasado a otros. Y estas cosas suelen repetirse con cierta frecuencia y al menor movimiento de cambio.

Fernando Clavijo Batlle, que así se llama él, me parece mucho más inteligente que la media de los nacionalistas y “nacionalistos” que pululan por Coalición Canaria desde que se creó hace más de treinta años. Es un hombre pragmático, enredado en los tejemanejes que han mantenido estas islas entre la riqueza de algunos y la pobreza de muchos, que quiere evitar el desastre que se avecina de no ponerse freno a la brecha, cada vez mayor, que se está abriendo en la sociedad canaria. Él es economista, sabe interpretar los indicadores y conoce la fuerza de la historia y de los modelos económicos que han llevado al archipiélago, de sobresalto en sobresalto, hasta la magua generalizada.

Quiero creer que sus movimientos últimos para afrontar los retos demográficos, económicos y medioambientales de Canarias no responden al marketing maquiavélico al que nos tienen acostumbrados los políticos “del tres al cuarto” que nos ha tocado primero votar y después sufrir en estas islitas nuestras. Tiene la capacidad intelectual, la formación, el temple y el cargo para enseñarnos a confiar en la política.

Me pareció acertada su convocatoria de la Conferencia de presidentes, su voluntad de comprometer a los representantes de las islas, de cada isla, en la solución de los problemas estratégicos del archipiélago. El ver el todo sin olvidar las partes. Ya no me gustó su énfasis en decirnos, una y otra vez, que hay en Canarias 46 municipios con menos de 10.000 habitantes, como si el problema que tiene el archipiélago fuera de despoblación y no de saturación poblacional, de crecimiento en residentes con tasas brutales, de impacto medioambiental excesivo, de pérdida de calidad de vida brutal y concentración de la riqueza. El objetivo no es que todos esos municipios suban de 10.000 habitantes, habrá algunos que subirán y punto, sino evitar ponernos en más de 3 millones de habitantes de la noche a la mañana en Canarias, condicionando todo a un crecimiento que no tiene nada que ver con desarrollo y mucho menos con sostenibilidad.

Por supuesto que cada isla es distinta, faltaría más. Y lo son por las condiciones físicas, meteorológicas, históricas y económicas. Pero sin la visión global, no seriamos una comunidad autónoma sino un montón de islas cometiendo los mismos errores y reclamando el derecho a seguir cometiéndolos, porque nosotros también tenemos derecho a cargarnos nuestra isla como lo han hecho las que viven del turismo de masas. Ese sería el principal error de estos encuentros. El pensar que está al mismo nivel el objetivo común que las aspiraciones legítimas o no de cada cacique en cada isla. La cosa no va por ahí.

La cuestión, y a él le vendría bien también como nacionalista, es que se empezara a ver Canarias como una, aunque sea la suma de ocho singularidades. Que el canario se moviera en Canarias, que cogiera el barco y los aviones como cogen los venecianos los “vaporetos” en Venecia o los turcos los barcos en el Bósforo para moverse de Asia a Europa sin salirse de Estambul. Que el herreño, el palmero o gomero pudiera vivir en sus islas con la promoción del turismo interior (¡que somos más de dos millones de canarios!) y explotando sus especificidades y que los canarios en general se acostumbraran a buscarse la vida en el Archipiélago, en cualquier isla que le ofrezca la oportunidad. Única manera de acabar con las tasas de paro estructurales que tiene el archipiélago. Hablen de que los canarios sean bilingües, que las formaciones vayan en línea con las demandas de trabajadores,  de potenciar la movilidad y de evitar rigideces en la economía canaria por la fragmentación del territorio. Potencien el uso de la tecnología para evitar que el lanzaroteño que se cree que está a un paso de Madrid, Londres o de Nueva YorK  deje de creer que El Hierro está en el culo del mundo.

Yo sé que Fernando Clavijo sabe todas estas cosas. Y, por eso, lo único que le pido es que aproveche esta oportunidad histórica para que todo no quede en nada, como siempre. Pongo a Canarias por testigo que solo pido que se ponga él manos a la obra con honestidad. Capacidad, le sobra.

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