¿Astrid o actriz?
Cualquiera de mis lectores habituales conoce dos cosas de mí.
- Escrito por MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Cualquiera de mis lectores habituales conoce dos cosas de mí.
Hacía mucho tiempo que no coincidía con Carlos Espino en un medio de comunicación en directo. Creo que la última vez fue en el 2008, en Radio Lanzarote, en el “Buenos Días, Lanzarote”, donde compartía comentarios con Techy Acosta, pocos días antes de que me hicieran elegir entre este programa y el “Café de Periodistas”, de Lancelot TV. Los enfrentamientos entre los dos principales grupos mediáticos de aquel entonces en la isla complicaban mucho que el director de un medio pequeño, por mucho vínculo de amistad que hubiera por medio, pudiera seguir manteniendo su participación en ambos con absoluta libertad. Además, en aquellos momentos empezaron a perfilarse las estrategias de confrontación que todavía hoy son el “santo y seña” de esos mismos medios.
Veo los helechos y veo a mi madre. Cuando pequeño, no sabía que había helechos silvestres, que hubiese verdaderos bosques de helechos. Mucho menos que los hubiera tan cerca, en las propias Islas Canarias. En las islas verdes, claro. Para mí, no tenía sentido que existieran. Pensaba que el universo del helecho colgaba de jardineras en los patios canarios como el de mi casa. Allí, mi madre se jugaba la vida, encima de una silla, con una regadera en una mano y la otra llena de los restos de palmera que me había mandado a buscar a la que se veía desde la puerta principal de casa. En la tierra que cultivaba Miguel Díaz. Había otra palmera, en la carretera de Conil, en el enarenado de Cándido Borges, pero aquella se veía desde la parte trasera y era más alta, demasiado alta para que yo pudiera arrancarle de sus entrañas esos esponjosos restos de palmera.
Los hechos, en ocasiones, coinciden en el tiempo como por arte de magia. Como si hubiera una mano invisible u otra negra que hiciera que se precipitasen los acontecimientos de forma fortuita como si estuviera organizado. Sin ir más lejos, el pasado sábado, en ElPERIODICODELANZAROTE.COM recogíamos información de dos actos independientes que parecen que nacen en la misma factoría. Por lo que se dice y por lo que no llega a decirse. En concreto, por el tufillo de hipocresía, provocación y cinismo que llevan implícitos. Y, sobre todo, porque ambos los hacen en actos que aspiran a ser solemnes, entre gente seria, y los convierten en escenarios más propios de actores y actrices de tercera división que de líderes sociales y políticos.
El pasado fin de semana mi familia y yo nos desplazamos a Teguise con motivo del Saborea Lanzarote, como cada año. En mi situación actual soy una persona con movilidad reducida (PMR) y como tal, tengo una tarjeta que lo acredita.
Hace unos días, como todos los años, el 20 de noviembre celebramos el Día Internacional de los Derechos de la Infancia, un día dedicado a recordar y reivindicar los derechos de todas las niñas, niños y adolescentes del planeta, sin exclusión.
A veces me despierto sobresaltado porque siento que me ahogo. Que la isla se encoge y se retuerce sobre sí misma para transformar sus llanos andares, de isla oriental de este archipiélago, en las formas montañosas que caracterizan las ínsulas orientales nuestras. Y la culpa la tienen los políticos. ¡Qué raro que los políticos tengan la culpa de algo! ¡Y también de esto, de mis agobios entre oníricos y reales! Pues sí, carajo, la tienen ellos. Y la tienen porque me acuesto cabreado de oírles decir que no hay suelo cada vez que se les pregunta por un colegio nuevo, por un centro de salud adecuado a las necesidades de los vecinos de cada población, o por un simple pabellón o un histórico palacio de congresos que lo es precisamente por no serlo. “No hay suelo, no hay suelo”, repiten los endemoniados beneficiarios del apoyo popular, como si en esa respuesta encontraran la mejor garantía de mantener nómina y prebendas varias.
Posiblemente, los lectores que me han seguido a largo de estos más de treinta años de artículos aquí, allí y más allá y siempre “a mi manera de ver” sepan ya de mi especial relación con la lucha canaria. Y, entonces, ya no les producirá ni sorpresa ni alboroto cuando diga que mis héroes de la infancia no fueron los pistoleros más rápidos del siempre presente lejano oeste, fueran de película o de novelas Estefanía, ni los muchos personajes de Comic que me tragué en horas y horas de lectura cada vez que mi padre llegaba de viaje con un saco lleno con más de un centenar de cuentos. Ni Jabato, ni Capitán Trueno, ni Tarzán, ni tan siquiera los hermanos Zipi y Zape o Mortadelo y Filemón, que leía con fruición en mi más tierna infancia, competían con mis héroes de carne y hueso (y muchísimo músculo y destreza).
Si el diccionario de la Real Academia Española, en su primera acepción, define Democracia como: Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos y, en la segunda, País cuya forma de gobierno es una democracia, ahora ha llegado el momento de formalizar un “Tratado de Unidad Nacional” (*).
Los resultados de las recientes elecciones generales nos han dejado un panorama que, pese a que presenta ciertos elementos de continuidad con respecto a las anteriores, aporta también algunos cambios significativos en el sistema de partidos del Estado español. No obstante, pocas dudas caben de que forman parte de un convulso ciclo político-electoral iniciado en 2015, en el que se han convocado nada menos que cuatro elecciones generales y que quizá pueda culminar en esta legislatura.
Cualquier persona que haya conocido a María Dolores Corujo, aunque ya fuera después de que dejara de ser Loli a secas, coincide en destacar que es una persona inteligente y con reconocibles capacidades. Por eso, no me extraña, cuando me dicen desde su círculo más cercano que empieza a mirar de reojo algunos comportamientos de su “amiguito del alma” convertido ahora, por su gracia, en jefe de gabinete de Presidencia del propio Cabildo de Lanzarote. Le nombró por su infinito agradecimiento por “lo que ha hecho con ella y por ella”, sin tener en cuenta que estaba imputado por presuntos delitos cometidos en un ente de ese mismo Cabildo, en la única oportunidad que había tenido para gobernar.