Mi casa era una escuela
Durante los años 70 de siglo pasado, en ese ambiente rural que tan bien recuerdo de Tías, donde podías ver al mediodía, al sol, debajo de la pared de su casa, a cualquier vecino, sentado sobre la albarda del burro fumándose una cachimba, la enseñanza era una necesidad imperiosa. Los padres, muchos de ellos apenas sabían leer y escribir, o poco más, se afanaban en que sus hijos no quedaran también estigmatizados por el don de la ignorancia iletrada. Pero era difícil encontrar complementos a unas aulas oficiales deficientes, donde solo progresaban los que realmente tenían interés y se quedaban atrás, muchas veces de forma definitiva, aquellos que se entretenían en absurdos juegos o no contaban con la estimulación y apoyo familiar necesarios. Mis hermanas, por los menos tres de las ocho que tenía, se sumergieron en esa necesidad y se lo tomaron con una seriedad y compromiso impropios para su edad y sus antecedentes formativos.
- Escrito por MANUEL GARCÍA DÉNIZ