Ya no habrá próximo mes, ni paseo en velero
No sé cuándo conocí a Pedro de Armas Sanginés personalmente.
- Escrito por MANUEL GARCÍA DÉNIZ
No sé cuándo conocí a Pedro de Armas Sanginés personalmente.
Que desde un gabinete institucional, como es el Gabinete de Prensa del Cabildo de Lanzarote, se aplaudan en notas de prensa oficiales las triquiñuelas del tránsfuga de libro Juan Manuel Sosa para retrasar el pronunciamiento de los tribunales sobre su expulsión, no puede considerarse sino una auténtica vergüenza y anomalía democrática que atenta directamente contra la dignidad de la institución de la que tanto presume Dolores Corujo, pero que tanto desprestigia con sus acciones.
Queda demostrado, una vez más, que la altura de miras, la responsabilidad y el diálogo en política siempre dan sus frutos.
Quiero destacar que las fiestas de San Juan eran todo un gran acontecimiento, donde la gente empezaba a llegar al Golfo desde la víspera e incluso se improvisaban hogueras, en la montaña que da al charco los Clicos, así se podía ver desde el pequeñito pueblo de aquel entonces. Como solemos decir los nostálgicos que quedamos de esa época: cuando El Golfo era El Golfo. Estoy recordando en mi corta edad allá por 1953.
La sanidad pública de Lanzarote se han convertido en los últimos años en un auténtico desastre en cuanto a la gestión. La culpa no la tienen los profesionales sanitarios, que están desbordados, sino la horrorosa organización y gestión del servicio público. Un servicio público que pagamos todos con nuestros impuestos y que nos decepciona constantemente.
Miré de reojo esa vieja construcción rústica que se mantiene en pie cuando este fin de semana caminaba hacia el punto de encuentro de las fiestas populares del pequeño pueblo costero de El Golfo, y ¡pumba!, caí de inmediato en decenas de magníficos recuerdos.
Los primeros 15 años de mi vida, los viví casi sin salir del municipio de Tías.
Paseaba por un mercado de Helsinki, mirando los productos, buscando un quiosquito donde poder probar el salmón a la plancha.
Nunca sabes lo que te puede deparar el destino, ni tampoco imaginas que la vida te pueda cambiar en un segundo, pero eso fue exactamente lo que nos pasó a Juan, mi marido, y a mí este verano. Nuestros cuatro días de vacaciones en Lanzarote se convirtieron en dos meses, y las toallas en la playa, en una cama de hospital.