La década de San Ginés
- Manuel García Déniz
¿Pero qué pasa en el Cabildo, muchacho? (X)
Los que sabemos un poco de comunicación política e institucional, no vamos a las ruedas de prensa a estar pegados a un bolígrafo o ipad, escribiendo durante toda la comparecencia, mientras se ejecuta un acto previamente diseñado, por muy periodística que quede la imagen para los recursos televisivos de los cámaras.
Sabemos que lo que dice el presidente y sus acompañantes es más una representación ensayada con sus asesores que una declaración que tiene que ser inmediatamente anotada porque se esfumará en unos minutos. Todo lo contrario. Lo que dicen está perfectamente recogido en el dossier de prensa, que es la base de la intervención por la que se guía el propio protagonista, y, además, te lo hacen llegar, poquito después, a la redacción en formato de nota de prensa, o noticia enlatada, por unos profesionales de comunicación realmente solventes.
Y yo, qué quieren que les diga, si se trata de hacer llegar la opinión y declaraciones del presidente lo más fielmente posible, incluida su intención, me fio más de ellos que de mí mismo. Otra cosa es situar las declaraciones del presidente en el contexto de la realidad pública, donde caben más actores y la de él no es más que una declaración de parte. Importante, trascendente, necesaria, pero de parte. Él es el sujeto de la actividad que valora y eso ya distorsiona la percepción. Sirve para saber qué piensa el presidente de su propia gestión, para recabar datos de una fuente de primera mano, pero sus valoraciones, si no corresponden a estudios finos y objetivos, y aún así llevará los favorables y se olvidará de los desfavorables, tienen poco valor. Por todo eso, digo que a mí me gusta más analizar la escenografía del momento, la puesta en escena, e interpretar lo que quiere decir que lo que realmente dice, que ya está en este mismo periódico en el apartado de noticias de Lanzarote.
Y a eso voy. En primer lugar, apareciendo allí, entre una multitud previamente invitada por él mismo, donde quería que estuviera representada la sociedad civil de Lanzarote, asociaciones culturales, deportivas, recreativas, empresariales y demás, sus propios compañeros de partido y su equipo donde incluye consejeros, asesores, directores generales y plantilla del Cabildo, el primer mensaje que lanza es que no está sólo ni mucho menos. Que, a pesar de esa "realidad mediática mediatizada", él sí tiene hilo directo con los agentes sociales y económicos de la isla, le guste o no le guste a la mayoría de los partidos con representación en el Cabildo de Lanzarote y a sus viscerales rivales políticos. Y reúne a toda esta tropa, junto con la prensa para que lo haga llegar a todos los rincones de esta asirocada isla, acompañado por dos lugartenientes de lujo. Sólo para que Juan Manuel Sosa (NC) y Manuel Cabrera (PIL) dijeran lo que dijeron de él y de sus años de gobierno ya estaba más que justificada la exhibición gubernamental.
Sin obras, sin aspavientos, sin relato de los ocho años de presidente, sólo con aquella imagen, Pedro San Ginés ya dejó claro que el acto aquel no era la conmemoración de los años de gobierno del primer presidente del Cabildo de Lanzarote, en el periodo democrático, que está 8 años consecutivos en el cargo. No, señores, era el anuncio, evidentísimo, de que estará una década al frente del Cabildo, si no se le cruzan los cables y se descontrola en algún momento hasta el punto de sacar de sus casillas a Manuel Cabrera. En caso contrario, depende, de sí mismo y de su gobierno, sin estar pendiente de mesas, consultas y conspiraciones internas para llegar en el machito al mayo de 2019, que no será el del 68 del siglo pasado pero que a él le sabrá a gloria.
La pregunta ya no es si hay o no moción de censura, la pregunta es ya si seguirá queriendo navegar en minoría hasta allí o, aprovechando la situación de estabilidad que le da la declaración de los dos socios y las incompatibilidades suscitadas en sus queridos "protocensurantes", negocia a la baja, pero cediendo algo, con el PP, para que este año y medio no esté controlado por las ocurrencias de la oposición. En ese sentido, no dice nada. No venía en el guión. Entre otras cosas porque abrir ese melón es abrir también la puerta a que vuelva a concurrir a las elecciones con el convencimiento de que podría ser el más votado, aunque con menos diferencia sobre Podemos o el PSOE, y gobernar con el PP y el PIL, que podrían coger algo de aire desde el gobierno si su glotonería se lo permite. Me sigue pareciendo más necesario ese pacto para Pedro si quiere seguir que para llegar al 2019. Además, con el PP en la saca, con la mayoría absoluta en el pleno, podría corregir algunos de los déficit reconocidos por él mismo, aprobar inicialmente el PIOL, el plan de La Geria y dar una imagen de apertura a terceros, a la vez que pone freno a las exigencias de la oposición que dejarían de tener mayoría para su aprobación.
Que no dude, ni por un momento, que si el trío de Astrid se queda fuera del gobierno, en este año y medio que queda, Angel Vázquez va a dar rienda suelta a todas sus frustraciones de hombre de derechas y se va aliar, sin complejos, con socialistas, podemitas y Somos para acribillar al presidente. Para presentar una moción de censura, no; pero para fastidiar a Pedro, sí. Esas son las hojas de ruta disponibles. Se puede elegir, pero no hacerse el sorprendido luego.
Esta década de Pedro, que podría venderse como un periodo de estabilidad por la larga, la más larga, etapa con el mismo presidente en una institución presidencialista, que ha vivido en este siglo cambios de presidentes casi cada año, ha tenido periodos muy inestables. Peligrosamente inestables, que han hecho que el presidente estuviera más preocupado por su cabeza, a lo "Yo, Claudio", que a seguir con su naturaleza inversora e inquieta.
Paradójicamente, su periodo más estable fueron los casi dos años primeros en los que accedió a la Presidencia al presentar una moción de censura a la socialista Manuel Armas, después de que los que estaban por delante de él en la lista de CC se rajaran, para el Gobierno de Canarias, en el caso de Inés Rojas, o de Manuel Fajardo Feo, que no quería saber nada de aquella operación contra sus amigos y los de su querido compañero Pepe Torres, los socialistas. Con los consejeros del PIL, del PP, y del PNL remó sus primeros tramos en la Presidencia, con decisión y complicidad, a pesar de tener ya sus tiranteces. Pero se convenció pronto, especialmente, ocho meses después de ser el más votado en las elecciones de 2011, que el socio útil para hacer cosas importantes en Lanzarote, sin escándalos, era el PSOE. Además, su consejero Sergio Machín, hombre experimentado en las visitas a trincheras rivales a pactar y a pastar, le recomendaba también alejarse del PP porque comían votos en la misma pesebrera y eso era un riesgo. Así cayó en los brazos del PSOE y acogió a los cuatro "mariachitos" a lo que se había reducido el grupo socialista en el Cabildo por las gracias de su entonces secretario general Carlos Espino.
Cuando parecía que todo iba viento en popa, le empezaron a doler a sus propios compañeros los apretones y desaires que les hacía Pedro San Ginés. Primero se fue Carmen Steiner, por cuestiones personales, y luego apareció el enfrentamiento con Sergio Machín, que se vuelve a a la escuela, renunciando al sueldo y al cargo pero no al acta, antes que ceder a la actitud del presidente y también el conflicto con Mónica Álvarez que le dejó con dos de sus consejeros fuera de control. Ahí fue importante la empatía que tuvo con los cuatro consejeros del PSOE, que le hacían más caso a él que al secretario de Organización del PSOE, José Juan Cruz, que ponía por delante de la gestión sus próximos intereses electorales.
El PSOE criticó pero hizo lo que quiso Pedro, a excepción del PIOL y el Plan de La Geria, que el partido consideró que no se podían aprobar por el enorme coste electoral que tendría para ellos, y al revés para su principal rival político en las próximas elecciones. Posiblemente, si en lugar de estar con el PSOE hubiese estado gobernando con el PP hubiese aprobado el PIOL, pero hubiese sido un desgaste tremendo por la criminalización que hubiese hecho el PSOE y sus satélites del documento.
El PSOE volvió a ser la apuesta en este mandato y peor no hubiese podido ser. Primero firman el pacto pero no entran a gobernar y luego entran a gobernar pero se marchan al año convencidos de que tenían la clave para derrocar al presidente. Compañeros leales no se puede decir que hayan sido. Y tampoco Pedro ha hecho el menor sacrificio por mantenerlos allí si no era, precisamente, para ejecutar sus propuestas. No ha sido un periodo estable, a los hechos me remito. Pero sí ha sido un periodo inestable provechoso. Y también hay muchas pruebas a las que remitirse.
Han sido ocho años ( van a ser diez) de grandes y numerosas inversiones. Eso es cierto. Se han afrontado problemas seculares como el agua, residuos sólidos, energías renovables e infraestructuras con decisión y éxito. Y se ha ganado capacidad de presión y negociación ante el Gobierno de Canarias a través del nuevo organigrama interno de CC. Son hechos objetivables. Y se equivoca la oposición, sobre todo la izquierda, de pivotar su crítica sobre esos factores. Si es atacable la gestión de San Ginés es precisamente por la parte humana, por el contacto y la empatía con las gentes de esta isla. Por los temas más sociales, al margen de hacer infraestructuras también en estos sectores sociales. Pero los déficit relacionales del presidente no mejoran en su personal de confianza, conocidos por sus trabajadores e intermediarios, como los estirados. Dicen que más que paridos igual que ellos parece que fueron depositados por una mano celestial en el lecho de su madre marcados por el símbolo de la autenticidad y la excelencia. El problema es que se rasca un poco en sus currículos y no dejan de ser igual de vulgares que el resto de los mortales que pululan por esos despachos de la Administración. Eso vale lo mismo para José Juan Lorenzo que para Héctor Fernández o, peor todavía, para Ignacio Calatayud y similares. Evidentemente, hablarles de pobreza, integración, respeto, políticas de igualdad y similares les parecen una vulgaridad impropia de los lugares en los que ellos habitan.
Sinceramente, creo que Pedro era la mejor opción para encarar los problemas que hemos tenido en estos años. La mejor opción entre lo que había, a pesar de sus muchos errores. A pesar de que no comulgo con Maquiavelo y su "el fin justifica los medios", hay que reconocerle que ha resuelto problemas reales, aunque haya creado otros ficticios y haya puesto en riesgo hasta su propia integridad para hacer lo que creía.
La sospecha es una cuestión que tiene estar permanentemente en la supervisión de la cosa pública. Pero considerar que una personas es culpable porque cabría la posibilidad de que lo hiciera de forma torticera, sin aportar ninguna prueba que apunte hacia esa vía, me parece demasiado arriesgado para la sostenibilidad del propio sistema y de la vida pública. Pretendo evitar esa forma de analizar las cosas. Quiero ser todo lo contundente que pueda contra lo que sé que se hecho mal, a la vez que indago más cuando solamente sospecho que las cosas pueden ser de aquella manera. Si no reconocemos lo que hacen bien por fobia al personaje no nos debería extrañar que los lectores o los electores no nos creyeran cuando criticamos lo que fehacientemente denunciamos porque lo hacen mal.
Hace tiempo que decidí no militar en mayor organización que en mi propia forma de percibir las cosas y contarlas con la mayor honestidad de acuerdo con esa percepción. Puedo estar equivocado, muy equivocado, pero intentaré no estar nunca armando un mensaje con el único propósito de engañar a quienes me leen y podrían creer en mí. No le veo otro sentido a esta profesión, a lo que hago, y al esfuerzo que lleva. Y mira que hay veces que me dan ganas de mandarles un viaje a algunos machangos que entiendo que son unos impresentables desclasados que sólo aspiran a llenarse los bolsillos con el sufrimiento ajeno. Pero hasta que no se tengan pruebas, ni el convencimiento objetivo, sólo queda reconocerles lo que hacen, si hacen algo bien.
No es este el caso de Pedro, aclaro. Pero sí tiene a muchos a sus alrededor que si los pusiera en su casa posiblemente gane votos y haga más felices a muchos lanzaroteños. Porque de eso se trata, no tienen sentidos las obras, los servicios, el trabajo duro y las ensoñaciones políticas si todo eso no acaba haciendo más felices a los ciudadanos. Y quizás esa debería ser la primera pregunta que se deberían hacer los políticos cuando quieran acceder a un cargo. ¿Cómo hago yo más felices a la gente de mi circunscripción electoral? Y olvidarse de aquella otra que sí se hacen frecuentemente: ¿Qué hago yo para tener contentos a esta pandilla de aduladores que me cayó encima desde que estoy aquí?
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