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Políticos al 100%

Entre los políticos, hay algunos especímenes que venden como un plus personal el hecho de que no tengan familia, que vivan al margen de los compromisos y obligaciones personales que tienen la mayoría de los mortales.

Se venden como personas que han puesto la política por delante de todo, incluida la familia. Que su entusiasmo y fervor político les ha llevado a  vivir intramuros, y casi castos, en la administración que les ha tocado gobernar y en la que quieren permanecer eternamente. Incluso, después de muertos, glosando en vida una hagiografía que pretenden que perdure más allá de su existencia. Para ello, no dudan en contratar asesores, hacer millonarias inversiones publicitarias (siempre a cargo de la institución, claro) y de aspirar a nombrar incluso a un pariente cercano cronista oficial del reino para que dé fe de su importancia en el lugar más allá de los confines de su propia experiencia vital.

El principal problema que presentan estos señores y señoras que dicen no a fundar una familia, a tener hijos y pasar sus vacaciones  y ratos libres en convivencia familiar es que esa entrega, de la que presumen, solo revierte en su propio interés, para ganar ventaja frente a rivales más humanizados y mimetizados entre la gente que representan. Pero no se ven resultados concretos sociales que avalen ese falso misticismo e inmersión en el cargo público que desempeñan. Más bien todo lo contrario. Suelen ser personas ariscas a lo cotidiano de la gente que le rodea. A las prisas por llegar a casa para dar de comer a los chicos, a los madrugones para ir a buscarlos a las verbenas, los anhelos por no gastar en bares y restaurantes los ahorros necesarios para pagar estudios y clases particulares.  El estrés del estar sin dormir porque le salen los dientes a los hijos y lloran, y lloran y vuelven a llorar, los debates y negociaciones permanentes para si vamos al cine, al campo, o a la playa. Viven ajenos a ese mundo que es el más real. Que es el que perpetúa a la especie, mejora a las nuevas generaciones y despierta los miedos por un futuro que se muestra incierto para los suyos.

Esa gente, que presume de no tener que volver a casa a una hora determinada, que se invita a todas las fiestas, que es el primero en llegar y el último en irse de cualquier lado, que toma decisiones bajo el prisma del que quiere permanecer donde está, el único sitio que conoce y en el que vive con el miedo de que lo echen del nido público, donde recibe, con generosidad, todo lo que necesita y otras veces se apropia de lo que no le corresponde, son como marcianos entre los suyos. Oyen hablar de que la gente pasa necesidades, que los hijos aumentan la presión sobre los padres, que los hijos pasan de ser un torbellino a convertirse en rebeldes sin causa, pero todo eso no va con ellos. Siguen siendo los eternos inmaduros, sin ataduras que les desvíen del objetivo de brillar y acaparar.  Siguen pensando en clave ajena a esa realidad, en megalómanos proyectos y formas de mejorar repetidas encuestas de intención de votos y valoración personal. Han hecho de su cargo su vida, y no quieren irse porque sería perderla, aunque su permanencia signifique un infierno para los suyos.

Abiertamente, me declaro contrario a esos sujetos. Quiero políticos que sean personas normales, equilibradas, integradas en la sociedad, con una vida propia, familiar, que sepa lo que son las distintas etapas del ser humano, y no viejos que se creen niños, que viven como permanentes adolescentes y que gastan y abusan de su poder como si estuvieran en monopolis vivientes o en intrigas palaciegas de otras etapas pretéritas. Quiero de políticos a personas 100% personas, que no haya que explicarles qué pasa en una familia cuando no llega el dinero, o que pasa con unos niños cuando el parque infantil está lleno de caca de perro y con sus juegos completamente rotos. Que sepan lo necesario  que es que funcione la educación, la sanidad, los servicios sociales... Pero no porque hay que mejorar las estadísticas, sino porque de ello depende la calidad de vida de esas personas que ellos ya han colocado un peldaño más abajo por el simple hecho de haberlos elegidos.

No, no, no, no quiero políticos que vengan a venderme la moto de que dedican toda su vida a su cargo porque primero acaban equivocándose, después siguen sin reconocer la realidad y finalmente luchan exclusivamente por no perder lo que consideran que es su vida: su cargo. Y en eso, no hay nada de política, de compromiso social, de gestión pública. Se trata exclusivamente, totalmente, al 100%, de cultivar un egocentrismo que le impide hacer cualquier cosa que no vaya en su beneficio propio.

   

 

 

Comentarios

#1 Tirano 23-08-2019 06:23
Un político que está por encima de la verdad, y no deja actuar a los demás. El Sr Búho .

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