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Un pleno de "Yo, egos y superegos"

 

Sinceramente, pensaba que los plenos del Cabildo ganarían en agilidad y transparencia en este mandato, con respecto al pasado. Tenía mis razones para pensarlo: por una parte, se ha pasado de un plenario conformado por ocho partidos a otro de cuatro, se cambió de presidente, después de una década, preside quien criticaba al anterior por prepotente y dictatorial, hay dos partidos en el gobierno, con lo que  de cuatro se pasa a tres mensajes diferentes y los partidos representados cuentan con acreditada experiencia. Todo eso es cierto. Pero se me escaparon otras variables, precisamente las que dominan el debate: el cinismo, la sinrazón, la falta absoluta de proyecto de gobierno y el “teledirigidismo” político.

Ayer, en apenas unas horas, se desvaneció mi esperanza de encontrar otra cosa distinta y mejor. Me pareció demasiado igual a lo que denunciaban los que ahora gobiernan y mucho peor en cuanto a la escenografía que raya la “obscenografía”. En un pleno largo, que comenzó con agilidad, después de un minuto de silencio en recuerdo de la última víctima por violencia machista, tuve constancia del aporte positivo que era la incorporación del podemita Jorge Miguel Peñas. Al lado de su compañera Myriam Elisabeth Barros Grosso, que pone mucho interés pero está muy por debajo en oratoria y argumentación,  Jorge Miguel mete mesura y sentido común, sin perder carga ideología,  donde Carlos Meca sólo incorporaba ruido y agitación el pasado mandato. Reconoció que estaba hasta nervioso, ante la emoción de participar en ese plenario insular, y marcó sus límites y los de su partido en varias intervenciones bien trenzadas, intencionadamente volcadas del lado de la ley, el sentido común y el compromiso democrático, dejando de lado “el compadreo cómplice” con un PSOE que se tira a los brazos de la derecha para tocar poder pero que cree que la izquierda le tiene que bailar a su ritmo porque si no queda retratada al lado de los “malos malísimos” de CC y su líder Pedro San Ginés.

Sólo los inteligentes y honestos saben cumplir con su función sin caer en mediocres tentaciones ni en abismos ideológicos. Ni con CC ni con el PP, los socios preferidos del PSOE en el Cabildo, extinguido el PIL, pero tampoco con un PSOE que secuestra libros, censura obras de artes, se rodea de imputados y pone en los CACT  de “cobrador del frac” a la pareja de la dueña de la empresa que es la máxima deudora  y morosa de los mismos. Dudo que Jorge pueda aguantar cuatro años con esa pose de hombre serio, de izquierdas, alejado de las tentaciones del PSOE y de las presiones de las cloacas de la “derecha que se esconde en envoltorio de izquierdas”. Por eso me apresuro a reconocerle estos méritos antes de que se apaguen, antes de que se esfumen, como ha pasado con otros en esta misma mesa cabildicía.

Reconozco que, entre los 23 políticos sentados en el pleno, le tengo una enorme consideración a los portavoces del PSOE y del PP, a Marcos Bergaz y a Jacobo Medina, dos jóvenes talentosos, apasionados con la política, abogados ambos, que están llamados, cada uno con su ideología y su partido,  a hacer grandes cosas en la política insular en un futuro cercano. Por el momento, ambos se dedican a hacer un papelón impropio de su formación, alejados de sus expectativas y solo explicable por sus miedos a perder el favor de sus líderes actuales. De ese egoísmo personal, de ese miedo a perder en casa, se aprovecha, y de qué manera, la presidenta y su lugarteniente (¿o el caudillo y su marioneta?) para atarlos en corto y ponerlos a ladrar a su favor como portavoces de los dos partidos que apoyan el gobierno, de los trece consejeros de veintitrés, que convierten, por mor de la mayoría que atesoran, en verdad la peor de las mentiras, hasta el punto de aprovechar el axioma democrático para cuestionar la propia democracia.

La provocación de Marcos Bergaz a Jorge Peñas, al que quiso colocar en la trinchera de CC al defender que los libros estuvieran en las bibliotecas, como él había dicho en los medios de comunicación, ganándose el reconocimiento general, no tiene un pase. Bergaz no sólo se alejaba de la verdad y el sentido ético y estético, con ese planteamiento tan propio del sectarismo casposo de Carlos Espino, sino también de sí mismo. Es verdad que Dolores Corujo recibió su falta como si hubiese sido un regalo, ya le daría después alguna golosina a modo de agradecimiento canino. Pero quienes le ven como un experto profesor de música y esforzado abogado, con una vocación política a prueba de bomba, descubren que ha desafinado con muy mal gusto y se ha salido del sumario para incorporarse a la realidad virtual, que diseña el jefe de gabinete para una presidenta que está convencida que para ver a dios tiene que mirar para abajo.

Tampoco Jacobo está hilando fino, por muy meritorio que sea su afán de trabajo y la robustez de su forma de hablar. Elementos importantísimos en un político pero que carecen de valor alguno si no sirven para transmitir algo más que palabras huecas con un discurso complaciente con un socio de gobierno que no sólo está en las antípodas ideológicas sino que también se está saliendo del tiesto con sus frecuentes provocaciones, que ellos ni comparten ni entienden y que solo admiten porque así se los pide la presidente del partido, Astrid Pérez, obnubilada con su amiga socialista que no fue a su boda, meses antes de pactar con ella, porque  le parecía una vergüenza estar con ella y su marido ( amigo también) en zona pública. Es verdad que ahora arman juntas un sarao en cualquier restaurante de la isla, cualquier día de la semana, pero ahora, Carlos Espino se lo recomienda por el bien del partido y “todos nuestros intereses”.

Ahí, en ese juego de roles, está atrapado el bueno de Jacobo Medina, con su sonrisa limpia, sus ojos azules y sus maneras educadas. Amaga pero no da. Sabemos que el libro de Castro Borrego vuelve a las librerías porque él se puso en su sitio, pero en el pleno juega a pasar desapercibido, en lugar de hacer un alegato profundo, coherente con su exigencia. Si cree que así está favoreciendo el pacto, se equivoca. Así solo favorece que lo sigan tratando como “el chico de los recados” de Astrid en el Cabildo, que es vigilado de cerca por su escudero Ángel Vázquez ( ya saben, ese que nunca se sabe si sube o baja pero que no para de viajar). Y que este “club de amigos” con envoltorio de socialistas sigan balanceándose con total impunidad sin hacer nada por Lanzarote y su gente.

En este pleno están ellos, Jacobo, Jorge, Marcos, pero los que marcan la sesión son los enfrentamientos de la presidenta Dolores Corujo (PSOE) y del expresidente Pedro San Ginés (CC). Todos sabemos que Pedro es un gallo pero también que Dolores no es una gallina. Así, los dos convierten el pleno en una suerte de gallera donde predominan los espolones, la sangre, y la ira, renunciando a toda inteligencia que no vaya dirigida a lastimar al otro. Dolores se dirige a Pedro como si ella tuviera más mérito que el que tenía él cuando se dirigía de la misma forma a cualquier consejero en el pasado mandato. Ella cree, entusiasmada en su papel de redentora, que a quien echó de la sesión del pleno fue al presidente del Cabildo siendo ella una mera portavoz del PSOE. Que el chico tumbó al grande, cuando se saltó todo requerimiento para acabar echando del pleno al portavoz del segundo partido más votado, en una escena que muestra más chulería y soberbia por su parte que por el ínclito San Ginés. Vive en ese pasado en el que Pedro era presidente de tal forma que se ha arrogado todos sus defectos. Parece que cree que ocupar el sillón que ocupó antes San Ginés exige repetir todas, una a una, las equivocaciones de su predecesor.

Dolores está condicionada por la propia historia de Pedro San Ginés, una década de presidente, y por la animadversión que siente por él quien la monitoriza en el pleno, con consejos previos y textos que lee como si se tratara de la biblia, que busca revancha ante el hombre que le quitó todo su poder a partir de 2009 y le llevó a los juzgados, donde sigue imputadísimo hasta las orejas.  No se puede convertir permanentemente el plenario donde descansa la representación popular en un continuo toma y daca que no busca resolver problemas sino entretener egos enfermos.

Es verdad que Dolores apenas ha llegado al Cabildo. Que en estos momentos desconoce casi todo y que su nula formación en derecho y en economía y su absoluta dependencia política en Carlos Espino ralentizará su aterrizaje efectiva en el Cabildo. También es cierto, en cambio, que Pedro San Ginés no necesita ser “un hacha” para conocer mejor que la presidenta los temas que ha estado trabajando durante una década. Pero nadie le pide a la presidenta que conozca más y mejor que San Ginés los temas. Lo que se pide es que se ponga a solucionarlos y a dar respuesta a las necesidades de la isla. Porque para eso tenemos un cabildo. Todo lo demás, corresponde a la esfera personal y política de los actores (y actrices) y esos “yo”, “egos” y “superegos” deberían dejarlos en la escalinata del Cabildo, lejos de donde se decide el futuro de una isla con sus más de ciento cincuenta mil habitantes. Y, aunque no lo crean, se merecen un respeto. Aunque solo sea por  haberles votado unos y haberles parido otras.

Comentarios

#1 caballitodemar 08-10-2019 09:44
Gran pena por Marcos Bergaz que la persona llamada relevar a Dolores Corujo y a poner un poco de orden dentro del sectarismo de Carlos Espino que se ha impuesto en el partido socialista. Ellos lo saben y lo intenteran hacer chiquitito. Suerte Marcos y aléjate de ahí.

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