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Policía y política locales

 

Dentro de las estructuras de poder, a pesar de que parezca la de menos importancia, el ayuntamiento, como administración local, juega un papel fundamental no solo en la vertebración territorial del Estado sino también en la calidad de vida de los ciudadanos.

En la proximidad, en el ámbito en el que transcurren la mayoría de las cosas importantes que le pasan en su vida, el ciudadano da y recibe servicios y teje cuidadas telarañas de relaciones humanas que le proporcionan amigos, compañeros, vecinos y también enemigos de mayor o menor grado. Por eso era necesario democratizar ese espacio público, permitir que los vecinos y vecinas eligieran a sus representantes, hecho que en España tuvo lugar a partir de 1979, cuando, atendiendo lo previsto en la Constitución de 1978, se celebraron las primeras elecciones locales de este periodo democrático.

Pero no valía con que votaran todos los españoles residenciados cuando el desarrollo turístico atrajo a millones de extranjeros a residir a España como unos vecinos más de la comunidad. Por eso, desde hace unos años, se les permite votar a las locales, elegir concejales, a los extranjeros que provienen de países que también les dan a los españoles residentes en sus naciones esa posibilidad. Ahora, la gran mayoría de los residentes tienen los mismos derechos. También para elegir a sus representantes. Parece muy lógico. Lo raro es que se tardara tanto en darse cuenta de que las mismas obligaciones conllevan los mismos derechos y que era algo absurdo prescindir de la importante aportación que pueden hacer esas personas por la comunidad, por el municipio, como unos vecinos más que son.

La importancia del  ámbito municipal queda también reflejado por ser, desde el principio, uno de los pocos estamentos que cuenta con su propia policía: la policía local. Un cuerpo que tiene entre sus funciones las de proteger a las autoridades de las Corporaciones locales, y vigilancia o custodia de sus edificios e instalaciones, ordenar, señalizar y dirigir el tráfico en el casco urbano, de acuerdo con lo establecido en las normas de circulación e Instruir atestados por accidentes de circulación dentro del casco urbano. Además ejerce de Policía administrativa, en lo relativo a las ordenanzas, bandos y demás disposiciones municipales dentro del ámbito de su competencia, participa en las funciones de policía judicial, vigilar los espacios públicos y colaborar con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y con la policía de las Comunidades Autónomas, la protección de las manifestaciones y el mantenimiento del orden en grandes concentraciones humanas cuando sean requeridos para ello y cooperar en la resolución de los conflictos privados cuando sean requeridos por ello, entre otras muchas.

La Policía Local es realmente la policía de los vecinos, la que conoce mejor a sus vecinos y su territorio, por su trabajo y, en la mayoría de las jurisdicciones, por su procedencia porque suelen ser también vecinos de lugar, muchos nacidos ahí y cuenta también con gran parte de su familia en ese municipio. Además, su conocimiento exhaustivo le viene dado también por el desempeño de sus funciones y por la dependencia del propio ayuntamiento y sus políticos, que son sus jefes y que también son del lugar y desarrollar su actividad exclusivamente en ese marco competencial municipal.

La policía local y la política municipal también han tenido una evolución pareja en estos años. De aquella guardia municipal con pocas competencias y muchas carencias se ha pasado a una policía local mejor pertrecha, con más funciones y mejor retribución. Antes, muy pocos querían ser policías, huían del insulto fácil, el tener que encararse a situaciones conflictivas entre vecinos, que también son los suyos, y a veces llevarse al calabozo al borrachito de turno, mientras los demás les calificaban de guindillas con el mayor de los desprecios. En aquellas épocas y posteriores, se buscaba al hombre fuerte y serio, sin mirar demasiado para sus calificaciones académicas, y así muchos luchadores, practicantes de lucha canaria, llegaron a la policía local, pasando después las correspondientes oposiciones y quedándose como funcionarios.

La honestidad de estos hombres y su trabajo incansable han hecho que en municipios turísticos como Tías, donde ni tan siquiera tienen Policía Nacional y la Guardia Civil siempre ha estado mal equipada e insuficientemente dotada de guardias, se gozara, casi milagrosamente, de unos niveles de seguridad y eficacia muy por encima de lo esperado atendiendo a los recursos disponibles. Está claro que ahí tuvo mucho que ver un jefe experimentado que, al margen de equivocaciones que no vienen al caso, supo superar sus propias limitaciones y organizar un equipo humano que le siguió desde el entusiasmo, la motivación y el interés en trabajar en pro de la comunidad. Pudo haber sido el ejército de Pancho Villa, no nos engañemos, pero, en cambio, fue una policía modélica, que se puso de ejemplo en Lanzarote durante muchos años.

También la política local ha evolucionado desde aquellas primeras elecciones en 1979. Aunque los casos de corrupción denunciados, la profesionalización de los políticos entendida como el derecho a recibir un sueldo sin dar cuenta exacta de lo que hace, y la inquietante presencia de concejales sin preparación, sin sensibilidad social alguna y que tienen como único interés el sueldo y las prebendas hablan de un empeoramiento de la política local, que queda reflejado en la valoración que hacen los vecinos de los políticos y que cada vez sea más alta la abstención electoral.

Para seguir con el ejemplo de Tías, en los primeros 20 años de este periodo democrático local, los que corresponden al siglo pasado, los políticos eran gente, por lo normal, con actividad social en el municipio; gente, además, muy visible en el municipio, que estaban en las asociaciones de vecinos, culturales, profesionales, deportivas, juveniles, o eran personas de un reconocido prestigio en los pueblos. Además, primaba la dedicación altruista. Para liberar a un concejal, más allá del alcalde, se hacían muchos debates internos en los partidos. Era más difícil que te liberaran que la Seguridad Social te declarara inútil, sin tener nada que ver una cosa con la otra, aclaro. En cambio, ahora, en los veinte años de este siglo, se liberan todos, incluso con torticeras interpretaciones de la norma que las limita, sin tener en cuenta las verdaderas necesidades de las funciones que se asignan, ni la formación específica, sino atendiendo a la voluntad del propio concejal, que quiere vivir de ello, y del alcalde, que quiere que los concejales estén contentos para que no le estén dando sustos innecesarios y le dejen vivir contento a él también.    

Mientras la policía local ha evolucionado con un mayor prestigio, mayores funciones y con la exigencia de superar unas oposiciones cada vez más difíciles y con más requerimientos académicos, la política local se ha ido embruteciendo, siendo el acceso a la administración de quienes no tienen otra forma de hacerlo. Mientras el policía local cumple horarios, hace turnos y pasa por situaciones de peligrosidad, el político de turno se escarrancha en su cargo, cobra un gran sueldo, y escabulle gran parte de su responsabilidad, aunque tome decisiones de mil cosas para las que no tiene capacidad alguna y contrate de asesores a personas que el único mérito computable al caso es que son amigos o compañeros de partido del susodicho y persiguen el mismo objetivo que su jefe, vivir del cuento político encubierto como gestión pública.

El problema alcanza su máximo histórico cuando la policía local, cada vez más profesionalizada, con un alto nivel de responsabilidad y de funciones, queda supeditada a la organización ignorante de un político que cree que ese cuerpo es su juguete particular y no el garantista de los derechos de sus vecinos. Entonces ya no se prioriza que sean eficaces, que sean empáticos con la población, que trasmitan seguridad. Ahora lo importante empieza a ser que el policía de turno no denuncie al amigo que construye ilegal, que haga oídos sordos a las denuncias de malos rollos en ciertos establecimientos y que no cumpla con sus funciones en sectores determinados que se saltan la normativa por su condición de grupos de presión. Ahora, lo importante es que el jefe sea aquel o el otro, que se le haga la vida imposible al tercero para que acabe aburriéndose y cosas parecidas. Es una verdadera contradicción que un policía que tiene que ir a una academia a formarse quede supeditado, después, a este tipo de situaciones. Que toda esa gente nueva que está entrando en la policía local ahora, formada académicamente, con sus grados universitarios incluso, encallen, después, en patios de vecinos.

Lo lógico sería que se formaran jefes para los 88 municipios de Canarias, con una serie de requisitos académicos, con unos conocimientos suficientes, y cercanos al pueblo pero alejados de los trapicheos políticos para que puedan hacer su trabajo con la honestidad que sabemos que tienen. En eso debería estar el Gobierno de Canarias, porque, hoy por hoy, la policía canaria es la suma de las 88 policías locales. Que se dejen de cuentos, de guachanchas y demás boberías de uniforme y se empeñen en quitarles a los alcaldes el juguetito armado y dignifiquen al policía local como verdadero garante de seguridad en la rutina diaria del ciudadano. Y de paso adapten las ratios de policías por cada mil habitantes que marca la ley.  Ya que la política local parece que no tiene solución a corto, por lo menos habría que salvar de esta quema a la policía local.

Comentarios  

#1 Sansimón 02-02-2020 23:13
Algún que otro ayuntamiento cercano va a saltar por los aires por no tramitar las denuncias de los policías locales. Tiempo al tiempo. Después se echarán las manos a la cabeza. Los mismos políticos son los que permiten ciudades al margen de la ley.
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