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EL ENREDO DE LAS SUBVENCIONES A DEVOLVER Y LOS DESENCUENTROS DE MARíA Y MAITE

Se suele decir que “el mundo es un pañuelo” cuando, por esa magia de la casualidad, dos personas se encuentran en los sitios más inesperados, en el momento menos esperado. Y parece ser que ese pañuelo también se recrea en la política insular, dándonos anécdotas curiosas, aunque se produzcan, precisamente, en momentos delicados.

Como se sabe, el Ayuntamiento de Arrecife, por exigencia de la Audiencia de Cuentas, está pidiendo a 430 beneficiarios de subvenciones de primera necesidad, recibidas durante la pandemia para atender necesidades de alimentación y alquiler, que las devuelvan porque no las justificaron en tiempo y forma. Todo el que recibe una subvención pública es informado de que debe justificar la misma, aportando las facturas, recibos o similares que demuestren que realmente el dinero recibido lo destinó al fin previsto. Pero sorprende que de poco más de 500 subvenciones fueran casi todos, 430, los que no atendieron la exigencia administrativa, creándose así esta pelotera. Esa es la canción triste de lo que está pasando.

La canción morbosa es que la concejala que dio la subvención en aquel periodo de la Covid-19 fue la popular María Jesús Tovar, que era la responsable de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Arrecife en esos momentos de pactos del PP y el PSOE bajo la presidencia de la alcaldesa Astrid Pérez. Y que la concejala que recibe “el marrón” de gestionar “el entuerto” de reclamar la cantidad a muchas personas que son insolventes u olvidadizas por naturaleza es la ahora nacionalista Matilde Corujo, que es la responsable de Servicios Sociales. Todo sería normal si lo dejáramos ahí. Pero es que Matilde, Maite para los amigos, fue en el último año del mandato previo a la pandemia, el del 2015-2019, consejera de Bienestar Social en el Cabildo por el Partido Popular (que fue su partido hasta el final de ese mandato) y tenía de asesora a María Jesús Tovar. No se sabe muy bien cómo ocurrió, pero al final de ese mandato Maite acabó enfrentada a la presidenta del PP, Astrid Pérez, abandonó el partido y se refugió en la lista de CC al Cabildo que encabezaba Pedro San Ginés, que era su presidente en el Cabildo. Mientras, María José Tovar se convirtió en una de las personas de máxima confianza de Astrid, fue en la lista al Ayuntamiento  y se transformó, además, en una de las concejalas estrellas de la alcaldesa popular precisamente llevando el área de Servicios Sociales.

En este mandato, el destino parecía que se conjuraba para meterlas a las tres en el mismo pleno. A Astrid de alcaldesa, a Maite Corujo como concejala de CC y a María Jesús Tovar como edila del PP. Todo parecía hecho para que compartieran gobierno pactado e infierno grande en pueblo pequeño. Pero el destino, guionista con experiencia en enredar y desenredar como experta costurera, acabó sacando a Astrid de la Alcaldía para presidir el Parlamento de Canarias y María José Tovar acabó de consejera en el Cabildo llevando las cuentas y las contrataciones del mismo. Y se quedó Maite sin trío pero con lío. El lío de las subvenciones, al que ha dedicado ya unos cuantos funcionarios para arreglarlo de la mejor manera, a la vez que se toma una tilas pautadas para no hacer lo que le pide el cuerpo: poner a parir a su antecesora en el cargo, su ex asesora en el Cabildo y amiga personal de su ex presidenta “querida” en el PP. Pero, claro, el cuerpo a veces pide cosas que la cabeza recomienda posponer. Entre otras cosas porque el pacto de gobierno es precisamente CC-PP, su nuevo partido y su anterior partido, y el alcalde es un popular tan querido y como protegido por Astrid. Así que desde el triángulo de las Bermudas perfecto, a Maite no le queda más remedio que atender el mensajito que traían antes las mandarinas valencianas. Ya saben, aquel de “Come y calla”.

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