Se acabó la temporada 23/24 de lucha canaria en Lanzarote. Casi diez meses de luchadas repartidas en cuatro competiciones de segunda categoría (al margen de la regional femenina y masculina, y las de las categorías base) donde se mantuvo el interés de una afición que empieza a crecer, aunque le falte constancia y responda mejor ante estímulos de competitividad que de canariedad. Por ello, es importante que los seis equipos existentes, y los que puedan sumarse en el futuro, guarden un equilibrio que permita que las competiciones avancen con cierta igualdad en rivalidades abiertas que vayan decidiéndose al final de los torneos. No está mal aprender del pasado y de aquellos controles férreos que se hacía desde la Federación Insular de Lanzarote en los años ochenta del siglo pasado, bajo el mandato del recordado Juan Pérez, Pérez IV, para evitar que la bonita competición insular cayera bajo los influjos de ambiciosos presidentes de clubes, que anteponían la victoria de su equipo a la sana rivalidad que tanto gustaba a la masiva afición de aquellos años de ensueño en los terreros.