Ni un asintomático social
Parte de guerra (15)
Martes, 5 de mayo de 2020. Son las siete de la mañana. Entramos en el quincuagésimo segundo día de confinamiento.
- Escrito por MANUEL GARCÍA DÉNIZ
Martes, 5 de mayo de 2020. Son las siete de la mañana. Entramos en el quincuagésimo segundo día de confinamiento.
Bajen la guardia que no es una sentencia, solo una opinión. Me abruma el llamado literal a la vuelta a la “normalidad” porque adoptarla en toda la extensión de la palabra sería precisamente la negación absoluta del cambio de comportamiento de la sociedad que supuestamente veremos tras la cachetada que nos ha dado sin atenuantes el nuevo coronavirus.
Las consecuencias económicas y sociales de la pandemia han alterado el contenido de las reivindicaciones del 1º de Mayo y la celebración misma del Día de los Trabajadores. Pero la ausencia física de manifestaciones y concentraciones, y el propio carácter virtual de la convocatoria sindical, no nos hace perder de vista lo fundamental: el trabajo sigue siendo un pilar esencial e insustituible en nuestra civilización, y todavía debe conquistar espacios de dignidad, universalidad, adecuada remuneración y estabilidad.
La llegada sin previo aviso de la pandemia del COVID-19 está provocando que nuestra tierra se sitúe frente al espejo y evidencie sus deficiencias y fortalezas en lo económico, en lo político y en lo social.
La emergencia sanitaria provocada por el coronavirus Covid-19 está sacando a relucir lo mejor de muchos de nosotros, como la generosidad o la solidaridad, pero también está sacando los colores a nuestra sociedad en algunas materias, como la gestión de los derechos de nuestros mayores. Creo que podemos coincidir en que es muy mejorable la manera como pasa sus últimos años de vida la generación de la posguerra española, padres y abuelos cuyo esfuerzo contribuyó a edificar un país próspero y moderno y nos ha legado una vida mucho mejor a sus descendientes, a nosotros. Una generación que, no debemos olvidarlo, en la crisis de 2008 puso a disposición de la ciudadanía su experiencia, su tiempo y sus pensiones para ayudar a sobrepasarla sin pedir nada a cambio.
Lanzarote lleva muchos años arrastrando un problema con la vivienda residencial que se ha transformado en estructural y crónico. La burbuja del alquiler creada gracias a la presión que ejercía el alquiler vacacional y la falta de vivienda pública empujó a muchas personas jóvenes a pagar auténticas barbaridades por una habitación y un baño compartido.
Las respuestas llegaron mucho más rápido de lo esperado. Apenas hace una semana finalizaba mi columna de opinión que entretejía la realidad actual por el nuevo coronavirus con episodios de Cien Años de Soledad mencionando la oportunidad excepcional que teníamos seguidores y no seguidores de la creación literaria de García Márquez de ver por fin en la tele la gran historia del Nobel colombiano gracias al acuerdo alcanzado entre su familia y la plataforma Netflix.
Todos los espacios culturales de la isla, teatros, museos, salas de exposiciones, cines y otros escenarios, hemos bajado el telón y entre bambalinas nos hemos quedado todas las personas que trabajamos en el sector.